sábado, 21 de febrero de 2009

Hacia un nuevo enfoque del conflicto Afgano-Pakistaní: La dinámica de seguridad regional y la estrategia contrainsurgente.


Introducción.

El presente artículo busca describir y explicar el nuevo enfoque que muchos analistas y think tanks sugieren para las relaciones con Pakistán, en el marco de la Guerra de Afganistán, y que la Administración Obama está haciendo suyos.
Este nuevo enfoque consta dos ideas ordenadoras. En primer lugar, concibe que las relaciones con Islamabad no puedan desentenderse por fuera de la dinámica de seguridad regional. En segundo lugar, se reconoce que el conflicto en Asia Meridional es una gran guerra insurgente y por lo tanto Washington no debería apoyarse únicamente en el instrumento militar. La estrategia contrainsurgente debe incluir una amplia agenda civil de trabajo que incluye diversas políticas tendientes a la estabilización.

La nueva política hacia Pakistán y Asia Meridional.

Tres motivos nos permiten afirmar que hay una nueva política para Asia Meridional en general y Pakistán en particular. En primer lugar, el nuevo presidente estadounidense, Barack Obama, ha decidido jerarquizar y priorizar la Guerra de Afganistán en pos de la Guerra de Irak. Ya desde la campaña electoral, Obama, viene argumentando a favor de concentrar fuerzas y recursos en Afganistán, sosteniendo que es allí donde se encuentran los líderes de Al Qaeda y otras organizaciones terroristas. Muy probablemente, también haya influido en su decisión el derrumbamiento de la situación en Afganistán. Las cifras de muertes hablan por si solas, en el 2007 fallecieron 117 soldados estadounidenses pero para el 2008 la cifra se elevo a 155. Este cuadro se vuelve más sangriento cuando tenemos en cuenta que entre 2001 y 2003 las bajas eran de apenas 109 hombres[1]. Para Washington, un resurgimiento talibán es inaceptable. El compromiso con la nueva política hacia la región cobro forma con la voluntad de Washington de enviar un refuerzo de 30 000 hombres hacia Afganistán, que duplicarán el numero de las tropas estadounidense en dicho país.

En segundo lugar, podemos mencionar el nombramiento del experimentado embajador Richard Holebrooke como representante tanto para Afganistán como para Pakistán. Holebrooke, es un experto en resolución de conflictos y participo de los acuerdos de Dayton. Su nombramiento, representa la intención de Washington de darle a la situación en Afganistán y Pakistán una respuesta holística y regional que comprenda no solo los aspectos militares sino también aquellos relacionado al desarrollo socio-económico[2].

En tercer lugar, la Administración Obama parece decidida a establecer una agenda bilateral más amplia con Islamabad, que no solo se concentre en los asuntos militares. La nueva agenda comprendería áreas de cooperación en materia de agricultura, energía, educación, infraestructura y ciencia. El objetivo sería impulsar las bases para un desarrollo económico sostenido. El Ministro de Relaciones Exteriores de Pakistán, Shah Mahmmood Qureshi, afirmo que su país estaría dispuesto a firmar un acuerdo de libre comercio y un tratado bilateral de inversiones con el fin de impulsar la economía. Sostuvo también, que el desarrollo económico es, en última instancia, la clave para ganar los corazones y las mentes de los pakistaníes y así triunfar en la Guerra de Afganistán[3].

En síntesis, podemos hablar de una nueva política de Washington para la región gracias a tres nuevos ejes. Jerarquización y prioridad para el conflicto Afgano-Pakistaní, comprensión holística y regional del problema e impulso de una agenda de trabajo más amplia, no solo militar.

Dinámica de seguridad regional.

La primera idea ordenadora en la nueva política de Washington hacia la región es la comprensión de la problemática de Afganistán en el marco del concepto de dinámica de seguridad regional. Según Barry Buzan, este concepto hace alusión al “(…) conjunto de Estados cuyas mayores percepciones y preocupaciones en cuanto a la seguridad se encuentran tan relacionadas que sus problemas de seguridad nacional no pueden ser razonablemente analizados o resueltos de forma separada.” También afirma que luego de la Guerra Fría, los conglomerados regionalmente basados “son el patrón normal de interdependencia en materia de seguridad, en un sistema internacional geográficamente diverso y anárquico[4].” Esta definición puede complementarse con la argumentación de Robert Kelly, quien afirma que tras la finalización de la Guerra Fría, el sistema global tiene más participantes, es menos eurocéntrico y los Estados del Tercer Mundo ganan autonomía. Así, el foco del conflicto deja de ser el enfrentamiento entre las súperpotencias y se traslada hacia los Estados de la periferia, es decir, se “regionaliza”[5]. Esto no significa, que las dinámicas regionales no tengan posibles implicancias globales, sino que el foco y la matriz del conflicto tienen un carácter regional, que puede explicarse dejando de lado el tablero geopolítico global.

En el caso del conflicto afgano, la regionalización o comprensión del mismo en el marco de la dinámica de seguridad regional, no es un enfoque nuevo para muchos mandos militares, historiadores y analistas. Y es por eso, que en reiteradas ocasiones, se habla de la Guerra Afgano-Pakistaní, a pesar de que en ningún momento se le declaró la guerra a Islamabad. En este caso la regionalización del conflicto se da, principalmente, por cuatro motivos.

Etnia: La frontera Afgano-Pakistaní fue delimitada arbitrariamente, por el Imperio Británico a finales del siglo XIX, por el emisario de la Corona, Sir Mortimer Durand. La línea que lleva su nombre nunca fue reconocida por los afganos[6] y dividió a las tribus pastunes entre estos dos países. Muchos pastunes se volvieron partidarios de los talibán, se han alistado a sus milicias y llevaron el conflicto al interior de Pakistán.

Geografía: El circuito montañoso que atraviesa la frontera se ha convertido en el santuario de los insurgentes. Las provincias y regiones fronterizas de Pakistán, como Beluchistán, las Agencias Tribales Federalmente Administradas y la Provincia Fronteriza del Noroeste (estas últimas más conocidas por sus siglas en inglés FATA y NWFP, respectivamente) se han convertido en el núcleo duro de la resistencia insurgente contra el régimen en Kabul.

Ausencia de control político y desarrollo económico en las regiones fronterizas de Pakistán: Históricamente, Pakistán ha delegado el ejercicio de su autoridad política sobre estas regiones. En las FATA la autoridad de Islamabad se diluye y el poder real recae sobre los líderes tribales. La región fronteriza se caracteriza por su pobreza extrema, ausencia de servicios del Estado y de cualquier noción de gobernabilidad a la occidental. Esta ausencia es capitalizada por los fundamentalistas, quienes proveen ciertos bienes públicos, siendo particularmente relevante el caso de las madrasas. Estas son escuelas islámicas que imparten educación religiosa, pero en la práctica resultan ser útiles centros de reclutamientos para los insurgentes y fundamentalistas. La ausencia del Estado también favorece las actividades ilícitas como la compra de armas y el narcotráfico.

Concepto de Profundidad Estratégica: Muy probablemente, este concepto, sea el que mejor demuestre la existencia de una dinámica de seguridad regional.
Hacia finales de los ´80, el régimen militar del General Zia ul Haq, veía en la yihad afgana, encabezada por quienes más tarde se convertirían en los talibán, un movimiento útil y potencialmente dócil a la influencia de Islamabad. Dada su implicancia en la guerra afgano-soviética, los pakistaníes creían que podrían apadrinar y dominar al nuevo gobierno en Kabul. Paralelamente, los altos mandos militares pakistaníes consideraban que ganar influencia en Afganistán era clave en su lucha contra Nueva Delhi. Los militares argumentaban que dominando Afganistán, lograrían hacerse con una sustancial masa de Profundidad Estratégica. Es decir, hacerse con un basto territorio que les permitiría librar una guerra prolongada pero decisiva contra la India[7]. El concepto de Profundidad Estratégica fue clave para los soviéticos durante la 2° Guerra Mundial[8], pero existen dudas sobre si sería aplicable al escenario de Asia Meridional.

La implicancia de Pakistán en su vecino continuaría en la siguiente década. En 1993, por presión internacional, Islamabad levantaría las bases de sus grupos guerrilleros cachemires de suelo pakistaní, las trasladaría al Este de Afganistán y les pagaría a estos por su protección. De esta forma, “cada vez más, la cuestión de Cachemira se fue convirtiendo en el móvil principal tras la política paquistaní con respecto a Afganistán…[9]

En la actualidad, Islamabad veo con sospecha la participación de Nueva Delhi en la reconstrucción de Afganistán. Para los pakistaníes, pero especialmente para los militares, el protagonismo de India en Afganistán, es parte de una política de encirclement contra ellos. Le corresponde a los EE UU, persuadir a los pakistaníes para que entiendan que la participación de los indios es una contribución al Nation Building, dictada por sus intereses de seguridad regional y energética[10]. Tarea que no será sencilla, por que Islamabad también le genera inquietud la creciente cooperación indo-americana, en materia nuclear y naval[11].

Reconocer la existencia de una dinámica de seguridad regional, implica desnacionalizar la Guerra de Afganistán y aceptar la regionalización de la misma. La conceptualización del conflicto afgano, como regional, implica ubicarlo en un nuevo cuadro, necesariamente más amplio. Para abordar este cuadro, deben evaluarse y considerarse los intereses de las potencias regionales y de otras que puedan verse afectadas como China, Rusia o Arabia Saudita.

En este sentido, Karin Von Hippel y Frederick Barton, analistas del influyente Center for Strategic and International Studies de Washington, proponen que los americanos y sus aliados desarrollen una estrategia coherente para comprometer y hacer participar a las potencias regionales en una suerte de Grupo de Contacto Expandido, que incluya a China, India, Irán, Rusia y Arabia Saudita. A este grupo, le correspondería un rol fundamental en la lucha antiterrorista. Rol que deberían aceptar, ya que todos (con la excepción de Irán) han sido victimas del terrorismo. También les correspondería una agenda no militar, que incluya el incremento del comercio transfronterizo y la cooperación para el desarrollo, elementos vitales para la estabilización de Afganistán[12].

La estrategia contrainsurgente: la importancia de los elementos no militares.

La segunda idea ordenadora de la nueva política para Asia Meridional es la aplicación de una estrategia contrainsurgente que complemente el uso de las FF AA con una amplia agenda de temas no militares. El consenso sobre la importancia de la agenda no militar, surge luego de comprender y aceptar al conflicto afgano-pakistaní como una gran guerra insurgente, donde la victoria solo será posible si se triunfa tanto en el campo de batalla como en los corazones y mentes de los afganos y pakistaníes.
Tanto para el caso de Pakistán como de Afganistán, muchos analistas advierten que tan importante como el combate es lograr la reconstrucción del Estado. Definido este como presencia, provisión de servicios clave, niveles de seguridad aceptables y rule of law. En este sentido, no basta con ganar, sino que se debe ganar, sostener y construir[13]. Mientras que el “ganar” es tarea de los militares, el “sostener” y “construir” es tarea de la agenda no militar. De contar solo con el instrumento militar, los aliados bien podrían ganar batallas, pero cada centímetro ganado se perdería luego si no se sostiene con una agenda civil, que tendría por principal objetivo reconstruir el Estado.

En el caso de Afganistán, ha sido posible comenzar a reconstruir el Estado en las regiones Norte y Centro. No así en las provincias del Sur y Sudeste donde los aliados no terminaron de derrotar a los talibán. En tanto que Pakistán también presenta un mapa dispar. Sus provincias fronterizas del Oeste y Noreste carecen de dicha noción del Estado y la influencia de este se limita a las regiones del Centro y Oeste del país. Si adjuntamos estos dos mapas podremos apreciar que existe una vasta región entre la frontera de ambos donde la influencia y presencia del Estado es raquítica y el poder real recae en tribus locales, a menudo pero no siempre, en asociación con los insurgentes.

La complementariedad de la agenda militar y civil la podemos apreciar con mayor claridad, si entendemos al conflicto como una lucha por el control de áreas de influencia. Teniendo en cuenta que la estrategia de los insurgentes es buscar una guerra de desgaste, que desangre a los EE UU y sus aliados y motive así su retirada. A los insurgentes no les es necesario obtener victorias en el campo de batalla, les basta con retener áreas de influencia donde los aliados no puedan desarrollar la agenda civil de reconstrucción. Es así como en los últimos años, los insurgentes se han concentrado en atacar agencias civiles de desarrollo y otros organismos relacionados a la reconstrucción. En un principio, la respuesta de los aliados fue contraatacar y hacer retroceder a los insurgentes. Pero como no contaban con tropa suficiente para resguardar los territorios recuperados, los insurgentes rápidamente volvían al acecho. El nuevo consenso, advierte que los aliados solo deben tomar la iniciativa si cuenta con la capacidad de resguardarlas, para luego desarrollar la agenda civil. Es decir, no “ganar” sino se puede también “sostener” y “construir”. La noción de áreas de influencia, nos permite ver mejor como la estrategia contrainsurgente hace indivisibles a los instrumentos militar y civil y sus respectivas agendas.

La agenda civil también debería apuntar al Estado Nacional, dada la debilidad de sus instituciones. Según el Center for Strategic and International Studies de Washington, cuatro son las reformas fundamentales. 1) Rule of Law: Se necesita una reforma que atraviese todo el sistema de seguridad, restaurar jueces expulsados por Musharraf y establecer medidas de accontability para evitar la corrupción. 2) Gobernabilidad: Reformar la constitución para recomponer poderes al Parlamento, integrar a las FATA a la Provincia Fronteriza del Noreste (NWFP) y redefinir la asignación del presupuesto de una forma más favorable a las provincias. 3) Economía: Fomentar el desarrollo de las FATA y hacer un uso más eficiente de los fondos aportados por la ayuda internacional. 4) Seguridad: En línea con la estrategia de contrainsurgencia de los aliados, Pakistán debe complementar el uso de la fuerza con una agenda civil de desarrollo[14]. Tampoco se debe descartar la negociación con los jefes tribales[15]. Este conjunto de recomendaciones, podrían estar respaldadas con abundantes fondos si se aprueba el proyecto de ley, del entonces senador Joe Biden. El proyecto, denominado Enhanced Partnership with Pakistan Act of 2008, propone ofrecer una ayuda económica de 1 500 millones de dólares anuales para financiar programas no militares. La financiación se sostendría por diez años y estaría focalizada en la construcción de escuelas e infraestructura[16], con el doble objetivo de impulsar la economía y sustituir a las madrasas.

Conclusiones.

Reconocer que el conflicto afgano-pakistaní se encuentra enmarcado en una dinámica de seguridad regional, implica, en cierta forma, admitir un rol para las potencias regionales. En este sentido, la Administración Obama ha comenzado a contemplar los intereses de Rusia e Irán, países claves en la resolución de los conflictos de Irak y Afganistán. En la Conferencia Internacional de Seguridad, celebrada en febrero de 2009, en Munich, el vicepresidente Biden, afirmo que esta dispuesto a negociar con Irán, aunque también advirtió que Teherán debe abandonar su plan nuclear, considerado por EE UU como ilegal. En esa misma oportunidad, Biden también le tendió una mano a los rusos. Llego a afirmar que el polémico Escudo de Defensa Antimisiles que se instalaría en Polonia y República Checa “quedará supeditado a condiciones de eficiencia y de precio, y se hará en concertación con los aliados de la OTAN y Rusia[17].”

En cuanto a la estrategia de contrainsurgencia, el presidente Obama parece decidido a apostar por su profundización. En dos puestos claves, se encuentran dos convencidos de la importancia de la estrategia. En el Departamento de Defensa, continúa Robert Gates y como, Consejero de Seguridad Nacional, nombró al general retirado James Jonas con la misión de modernizar el organismo para hacerle frente a las nuevas amenazas. Otro partidario de la estrategia contrainsurgente es el General David Petraeus, quien se encuentra al mando del CENTCOM. Petraeus fue quien elaboró el nuevo manual para la contrainsurgencia, en el 2006[18].


Con esta evidencia podemos afirmar que la Administración Obama esta aplicando un nuevo enfoque en relación a Pakistán y Asia Meridional.



[1] http://icasualties.org/oef/
[2] Alberto Priego “La política del palo y la zanahoria en Afganistán.” http://spanish.safe-democracy.org/2009/01/30/la-politica-del-palo-y-la-zanahoria-en-afganistan/ 30 enero 2009
[3] Shah Mahmmood Qureshi “Oportunities and challenges in Pakistan’s foreign policy” Conferencia en el Brookings Institute, 11 julio 2008. www.brookings.edu/events/2008/0711_pakistan.aspx
[4] Barry Buzan, Ole Waever y Jaap de Wide “Security: A new framework for analysis.” Boulder: Lynne Rienner Publishers, 1998.
[5] Robert Kelly “Security theory in the “New Regionalism” ”International Studies Review, Vol 9, Issue 2, summer 2007.
[6] De hecho, en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado se produjeron choques fronterizos entre ambos Estados, debido a los reclamos de Kabul sobre Beluchistán, NWFP y el deseo de construir una gran patria Pastún. Ahmed Rashid “Los talibán: El Islam, el petróleo y el nuevo Gran Juego en Asia Central.” Editorial Península Atalaya, 2001.
[7] Ahmed Rashid “Los talibán: El Islam, el petróleo y el nuevo Gran Juego en Asia Central.” Editorial Península Atalaya, 2001.
[8]Edward Luttwak “The grand strategy of the Soviet Union.” St Martin’s Press, 1983.
[9]Ahmed Rashid “Los talibán: El Islam, el petróleo y el nuevo Gran Juego en Asia Central.” Editorial Península Atalaya, 2001.
[10] La estabilización de Afganistán permitiría la construcción de gasoductos que comuniquen las ricas reservas de Asia Central con el Mar Arábigo o India, como sería el caso del proyecto TAPI (Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India).
[11]Bahukutumbi Raman “Indo-Pakistani relations alter 26-11” http://www.realinstitutoelcano.org/ 3 de Febrero 2009.
[12] Karin Von Hippel y Frederick Barton “Getting right in Pakistan and Afghanistan.” http://www.csis.org/ ,28 enero 2009.
[13] Anthony Cordesman “Analyzing the afghan-pakistan war.” http://www.csis.org/ ,28 julio 2008
[14] Karin Von Hippel, Mehlaqa Samdani y Frederick Barton “A new course for Pakistan.” http://www.csis.org/ ,14 mayo 2008.
[15] Paradójicamente, la negociación con los jefes tribales permitió que el gobierno provincial de Malakand le concediera a un grupo fundamentalista la instauración de un marco legal, basado en la sharia en el Valle de Swat, ubicado en el Noreste de Pakistán. También se comprometió a cesar las operaciones de seguridad contra el líder talibán del Valle. A cambio, el gobierno exigió un cese de hostilidades. Para analistas occidentales se trata de un retroceso, ya que convertirá al Valle de Swat en un nuevo santuario para los insurgentes. Para los pakistaníes, se trata de una concesión pragmática que servirá para restaurar el orden. Agencias AP y ANSA “Críticas a Pakistán por habilitar la ley islámica.” Diario La Nación, 18 febrero 2009.
[16] Bruce Riedel “We need to make the war agaisnt Al Qaeda Pakistan’s war, not just american’s war.” http://blog.aapss.org ,10 septiembre 2008.
[17] Agencias AP, DPA, Reuters y AFP “Washington le tiende la mano a Irán y a Rusia.”Diario La Nación, 8 febrero 2009.
[18] Fabián Calle “Recuerdos del futuro.” Revista Def, enero 2009.

lunes, 9 de febrero de 2009

Seguridad y estabilidad en la región del ASEAN: La implicación geoestratégica de dos colosos, como Grand Strategy regional.


Resumen.

La región del ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste-asiático), comprendida por Malasia, Indonesia, Filipinas, Brunei, Singapur, Vietnam, Camboya, Birmania, Tailandia y Laos, constituye una particular dinámica regional de seguridad. Por un lado, no llegan a constituir un área azul de seguridad cooperativa como es Europa Occidental, sin embargo, tampoco basan sus políticas de seguridad en la realpolitik y el balance de poder. Simultáneamente, se encuentran alineados con los EE UU pero al mismo tiempo mantienen estrechos vínculos con China y otras potencias. La grand strategy del ASEAN consiste en lograr una justa implicancia geoestratégica de ambas potencias, sin perder márgenes de maniobra diplomática y en beneficio de la seguridad y estabilidad regional.

Introducción.

El desarrollo de esta grand strategy es posible, en gran medida, a condiciones exógenas a la región, en la post Guerra Fría. Entre ellas podemos mencionar, el mantenimiento de la presencia militar de los EE UU en el Noreste del Pacífico, su contención sobre Corea del Norte, la continuación de la alianza Tokio-Washington y, tal vez más importante, el temor a que el ascenso de China venga acompañado por un deseo de alterar el status quo en el sudeste-asiático. Complementariamente, y siguiendo a Nye, podríamos afirmar que por debajo de este tablero estratégico se desarrolla un tablero económico donde la interdependencia de las partes se profundiza notoriamente.

Rol de los EE UU y China.

Antes de introducirnos en la grand strategy sería conveniente analizar el lugar que le asignan los Estados del ASEAN a las superpotencias.

En referencia a los EE UU podemos afirmar que los países del ASEAN tienen una convergencia de intereses. No solo ven a los EE UU como un socio comercial y un importante inversor sino también, aunque con matices según cada país, como un aliado militar. Esto lo podemos evaluar en distintos vínculos. En primer lugar, existe una marcada tendencia de los países del ASEAN a adquirir armamento y asistencia militar estadounidense. Esto se complementa con la participación en maniobras y ejercicios conjuntos, tales como los que se desarrollan en el Estrecho de Malaca. También existe una creciente cooperación en materia de contraterrorismo, como en el caso de las Filipinas.

Para muchos, esta convergencia es la continuación de los tiempos de la Guerra Fría, cuando los EE UU aplicaban la doctrina de la contención frente a la proyección comunista que emanaba de Vietnam. En síntesis, los países del ASEAN comparten, a grandes líneas y siempre con matices, la agenda estadounidense. Sin embargo esta convergencia no significa alineamiento. Los países del ASEAN han desarrollado una basta agenda de vinculación con otras potencias. Según Joakim Öjendal, la autonomía del ASEAN frente a Washington la podemos chequear cuando constatamos la proliferación de instituciones informales y tratados firmados por la región y las principales potencias regionales. Entre estos se destacan el Tratado de Amistad y Cooperación (TAC) vigente desde 1976. Este documento enumera principios y practicas y obliga a las partes a resolver pacíficamente sus diferencias. En el 2003 China firma el TAC, lo que es visto como un éxito para la diplomacia del ASEAN. Temiendo quedarse en un lugar marginal, Japón firma con el ASEAN la declaración de Tokio (2003) en el cual se comprometen a crear un área de libre comercio (ALC) para el 2012, más tarde Tokio firmará el TAC y vislumbró la conformación de la Comunidad del Este de Asia. Entre otras, también podemos mencionar el ASEAN + 3 que se trata de un dialogo que incluye a Japón, China y Corea del Sur. Y el Foro Regional del Asia (RFA) que tiene por objetivo dialogar y realizar consultas sobre temas de seguridad. También sirve para construir confianza y generar diplomacia preventiva. Participan varias potencias de la región y otras extra-regionales como EE UU, Australia e India. También se dan encuentros en el marco de la ASEM ( Asia-Europe Meeting) con la UE, quien es un socio comercial cada vez más importante.

Según Öjendal la forma de ganar autonomía frente a EE UU no es rechazando sus propuestas sino incrementando sus relaciones con otras potencias (especialmente China)[1].

En torno a China el panorama no esta tal claro y existen muy distintas posiciones. Algunos advierten que las naciones del ASEAN reconocerían la hegemonía de Beijing excusándose en razones históricas y culturales. Estos autores sostienen que China fue un hegemón benigno, que con poca frecuencia intervenía en sus vecinos y que la tradición confuciana actuaba de aglutinante cultural. Estas versiones fueron descartadas por considéralas parciales e insuficientes[2]. Dejando de lado las tesis culturales, teóricos como Amitav Acharya, Joakim Öjendal y Evelyn Goh parecen sugerir que existe un discreto e indirecto balance frente a China. Si bien cada autor sostiene esta afirmación con distinto grado de intensidad, no estaríamos equivocados si advertimos que China representa algo más que una preocupación. Dos motivos le dan materialidad a esta afirmación. En primer lugar, el formidable crecimiento económico iniciado a finales de los setenta, tras las reformas de Deng Xiaoping. En 30 años China se convirtió en la factoría del globo, con tasas de crecimiento del 9% anual y promisorias perspectivas a futuro. Este incremento en el PBI no tardo en trasladarse a su capacidad militar. Si bien no hay consenso sobre cuanto gasta China en defensa, distintas especulaciones coinciden en que el presupuesto oficial es solo una fachada y que el verdadero gasto en defensa también debería incluir, entre otros ítems, las inversiones en R&D para la creación de tecnologías de la defensa. Dejando de lado las especulaciones, no nos equivocaríamos al afirmar que Beijing es la potencia militar de su región.
El otro motivo, son los conflictos limítrofes irresueltos que China mantiene con sus vecinos. Esto genera temor ya que China recurrió a las FF AA, en el pasado, cuando entendió que su soberanía se vio afectada. La región tiene memoria de dos particulares incidentes. En 1988 China mantuvo un enfrentamiento naval con Vietnam por la posesión de las islas Paracel con un saldo de 3 embarcaciones hundidas y 72 bajas vietnamitas. En 1995 Manila descubre que China había construido un pequeño puesto militar en el Arrecife de Mischief (que conforma a las islas Spratly) a menos de 150 millas de la isla de Palawan por lo tanto dentro de su ZEE. Esto provoco una serie de choques navales y una crisis diplomática[3]. Dado que se cree que estos archipiélagos contienen reservas de crudo y gas natural es muy difícil que la problemática de las Spratly no vuelva a surgir en la agenda.

El escenario hasta ahora presentado nos advierte que la dinámica regional de seguridad no podrá explicarse sin la intervención de estas dos superpotencias. A continuación analizaremos de qué forma interactúan en la región.

Las políticas de omni enmeshment y balance complejo.

Los analistas de la región sostienen que la grand strategy del ASEAN consiste en dos políticas que interactúan en simultaneo.

La primer política, es lo que Evelyn Goh denomina omni enmeshment, Amitav Acharya llama double-binding y en menor medida lo que Joakim Öjendal designa como double movement. Esta política trata de absorber e implicar a las grandes potencias (pero principalmente a los EE UU) en una red de instituciones y acuerdos regionales de seguridad con el objetivo de hacerlos participes de la región de forma tal que tengan un interés en la estabilidad de la misma. Los mecanismos para implicar a las superpotencias son múltiples y van desde la creación de ALC, tratados de cooperación, políticas de intercambio cultural, foros de seguridad a cualquier otra política o acuerdo que signifique aumentar los niveles de interdependencia. De hecho el mismo ASEAN ha sido el mayor canal de engagement con las potencias extra-regionales[4]. Algunos Estados han avanzado sustancialmente en esta política llevándola y profundizándola en el plano nacional. Este es el caso de Singapur y Tailandia quienes basan sus políticas nacionales de defensa en invitar a EE UU a sus respectivos territorios, facilitándoles infraestructura y bases[5]. A pesar de que los EE UU es el principal Estado a captar, el omni enmeshment también apunta a China. Esto se debe a que los Estados del ASEAN consideran que esta estrategia puede lograr domesticar a Beijing. Según los policy makers del ASEAN la incorporación del coloso regional puede inducirlo a moderar su conducta al mismo tiempo que le incremente el costo de una aventura militar. El lograr entrampar institucionalmente a China sería un as bajo la manga del ASEAN a la hora de negociar frente a los EE UU. Al mismo tiempo, si los países del ASEAN y China pueden dar pruebas del entrampamiento de este último, es probable que los halcones de Washington pierdan fuerza para reclamar una política de contención. Para Chong-Pin Lin, el entrampamiento se acomoda muy bien a la nueva grand strategy de China que se basaría en una Ofensiva con Instrumentos Extra-Militares. Esta estrategia buscaría reducir gradualmente la influencia de los EE UU con instrumentos como la ayuda económica, contribuciones culturales, sanciones legales y diplomacia coercitiva aunque sin renunciar al uso de la fuerza[6].
En el largo plazo, los países del ASEAN creen que como producto de la complejización de la interdependencia, los intereses de las superpotencias se irán modificando y asemejándose a los de ellos.

La segunda política, es lo que Goh llama el Balance Complejo y se trataría de un contra-balance a la oriental ya que según Acharya la dicotomía balance/bandwagoning es muy limitada para evaluar el rango de opciones que tienen los países del ASEAN. Este contra-balance no buscaría un equilibrio de fuerzas materiales a la occidental sino un incremento en los costos en los que tendría que incurrir un posible agresor. Otra particularidad del Balance Complejo es su carácter discreto. Esto se explica por que ningún Estado secundario desea oficializar sus temores sobre China. También se podría explicar en función de las particularidades de la diplomacia del ASEAN que se caracteriza por su discreción, sutileza y bajo perfil (el ASEAN way) En la medida de lo posible tratan que los temas espinosos no sean objeto de debate ni en sus respectivas opiniones públicas ni en potencias extra-regionales. Desde un plano militar también podemos verificar este balance. Según Acharya los países del ASEAN están enfocando sus inversiones en mejorar sus capacidades navales y aéreas. Lo que demuestra que estos Estados están preocupados en contrarrestar la capacidad de proyección de China en el Mar Meridional[7]. Para Goh este balance también se caracteriza por ser indirecto ya que descansa en la dominación estadounidense de la región. Este balance indirecto consta de 2 niveles: Políticas militares tomas por los Estados individualmente y Políticas de balance complejo elaboradas a nivel regional que va más allá de lo militar. Es decir, la utilización de los acuerdos e instituciones informales para contrarrestar (o siguiendo la conceptualización oriental podríamos decir encauzar) la preponderancia China[8].

¿Como se logra la estabilidad?

La construcción de la estabilidad es fruto de una compleja gama de tratados, instituciones informales, acuerdos comerciales, participación de potencias extra-regionales, mecanismos de construcción de confianza (es decir la política de enmeshment) y la presencia militar estadounidense. Esta gama toma la forma de una enredada maraña de compromisos cruzados que vinculan a las potencias con las políticas de los Estados secundarios. En cierta forma, podríamos entender a la estabilidad como una suerte de externalidad positiva de la maraña arriba descripta. Para Goh las políticas de Balance Complejo y enmeshment crearían estabilidad gracias a la formación de una jerarquía de potencias con la doble función de balancear y, simultáneamente, enredar a China. Esta jerarquía conformaría una pirámide con los EE UU en el ángulo superior, dominando la región. Este rol le correspondería tanto por sus capacidades militares como porque los países del ASEAN lo identifican como a un honest brooker. El peldaño inmediatamente inferior le pertenecería a China. Este segundo lugar, se explicaría debido a la incertidumbre que genera así como también debido a que su relación con los EE UU es la que mayor capacidad de spill-over puede producir. En el tercer lugar entran Japón e India. A pesar de ser la principal economía del Asia Pacífico; Tokio no cuenta con una verdadera independencia en la formulación de su política exterior hacia la región. En cuanto a la India aún no cuenta con los recursos suficientes como para tener mayor protagonismo. Sobre la base de la pirámide se encuentran los países del ASEAN, Australia y Corea del Sur las cuales pueden ser calificadas de potencia medias[9].

En síntesis, parecería que la grand strategy del ASEAN es la respuesta a un doble dilema. El primer dilema es ¿Cómo salvaguardarme de un coloso (el que tengo cerca) sin que me domine pero sin tener que marginarlo? Y el segundo dilema consiste en ¿Cómo retener a el otro coloso (el que esta lejos) sin que me domine pero tampoco sin que se retire? Las políticas de enmeshment y de Balance Complejo producen estabilidad gracias a que logran retener a los EE UU e implicar/enredar a China en los intereses de la región sin que ninguno de los dos pueda dominar.



[1] Joakim Öjendal “Back to the future? Regionalism in South-East Asia under unilateral pressuer.”International Affairs 80. 3 2004
[2] Según Amitav Acharya el confucionismo solo se expandió hacia Vietnam y más conveniente sería recordar que las ideas provenientes de Inda fueron más influyentes. Para muchos historiadores la idea de un imperio benigno no es nueva ni tampoco cierta.
[3] Michael Klare “Guerra por los recursos. El futuro escenario del conflicto global.” Editorial Urano Tendencias 2003.
[4] Evelyn Goh “Great powers and hierarchical order in Southeast Asia” International Security vol. 32, N 3, winter 2007/2008.
[5] Idém.
[6] Chong-Pin Lin “Beijing’s new grand strategy: an Offensive with Extra-Military Instruments”China Brief volume VI, Issue 24, The Jamestown Foundation ,Diciembre 2006.
[7] Amitav Acharya “Will Asia’s past be It’s future?” International Security, Vol 28, N 3, Winter 2003/2004.
[8] Evelyn Goh “Great powers and hierarchical order in Southeast Asia” International Security Vol. 32, N 3, winter 2007/2008.

[9]Idem.

sábado, 17 de enero de 2009

El ascenso de Brasil: la estrategia de jugar en las grandes ligas y la estrategia a dos frentes.

Introducción.


El motivo del presente artículo es hacer un análisis del ascenso de Brasil y sus implicancias para la dinámica de la seguridad regional. Con el objetivo de estudiar el perfil del actor, en la primera parte del trabajo, se pasara revista a la base económica y la identidad de Brasil. Luego analizaremos el contexto nacional, regional e internacional que actúan como incentivos para la política de seguridad de Brasilia. Tras esta descripción, pasaremos a desarrollar el Plan Estratégico de Defensa Nacional. Por último y, a modo de conclusiones, evaluaremos las implicancias para la región del ascenso de Brasil.

La base económica de Brasil.

El presente boom brasileño tiene su antecedente en 1994 cuando, Fernando Henrique Cardoso asumía la presidencia y lanzaba el Plan Real. El mismo se inscribía, claramente, en el marco de los procesos de reforma de mercado que en dicho momento se hallaban muchas economías emergentes. Brevemente, podemos describir al Plan Real como un amplio paquete de reformas tendientes a frenar la inflación. Con este objetivo en mente se procedió a la privatización de empresas públicas, la apertura comercial, equilibrar el presupuesto y modernizar la economía vía mayor integración con el mundo. En esencia, tanto el Plan Real como el Plan de Convertibilidad en la Argentina fueron la respuesta frente al agotamiento del modelo de sustitución de importaciones. Sin embargo, la fortuna del Plan Real frente a su par argentino se puede explicar por el enfoque gradualista de sus ejecutores, el consenso político y empresarial que lo sostenía y, no menos importante, la popularidad del mismo en la población brasileña. De no haber sido así, Lula no hubiese tenido ningún problema en echar por tierra con el Plan Real en el 2002, muy lejos de esto, Lula profundizo el Plan Real.
Para el 2003-04 comenzaron a tener superávit en la cuenta corriente, esto significa que Brasil no depende de capitales externos para cerrar sus cuentas, puede comenzar a acumular reservas y por lo tanto, es menos vulnerable contagiarse de crisis externas.
En la actualidad, Brasil puede presentar los siguientes logros…Es el 1° productor y exportador de carne cuando hace 16 años era un importador neto. También es el 1° de café, caña de azúcar, naranjas y jugo de naranjas. Es el 2° productor de soja, calzado, resinas, tabaco y bananas. Pero no solo commodities, Brasil también es líder en sectores de alto valor agregado, como tecnología siderúrgica, exploración de petróleo en aguas ultra-profundas (Petrobrás), aviones ejecutivos y regionales (EMBRAER) y el desarrollo de motores mixtos (que funcionan tanto con combustible fósil como con biocombustibles).
La clave de este éxito económico no es ningún secreto, fruto de las reformas y de su continuidad en el tiempo, Brasil se ha vuelto más productivo. Su industria ha despegado y es por eso que ha aceptado la propuesta de los países desarrollados de reducir sustancialmente sus aranceles a los productos manufacturados a cambio de una rebaja en los subsidios y barreras para los productos agrícolas.
En síntesis, la economía brasileña está creciendo tanto en términos cuantitativos como cualitativos. Aportándole, cada vez más, recursos a su política exterior.

La identidad brasileña.

Para poder analizar la identidad de Brasil, procederemos a utilizar el concepto de Fuerzas Profundas de los autores franceses Renouvin y Druselle. Estos autores definen por Fuerzas Profundas a las condiciones geográficas, las demográficas, los intereses económicos, las características mentales colectivas y otros factores constantes. Estas Fuerzas influyen en las relaciones entre los individuos y ejercen presión sobre sus conductas y actitudes. De esta forma, las Fuerzas Profundas actúan como marco donde se da el proceso de formación de identidad. Analizar la identidad del país no solo nos permitirá conocerlo mejor, sino que también nos dará conocimiento sobre sus aspiraciones, pretensiones y una idea de cual debería ser su lugar en el mundo, según ellos mismos.

Principales dimensiones que componen las Fuerzas Profundas de Brasil.

Dimensión geográfica y geopolítica.
Los números de un coloso: Se trata de un país de 8 547 000 Km2 (el 5° país en términos de superficie) y con un PBI de 1 300 miles de millones de dólares, que lo ubica en el 10° lugar a escala global. Con estos números, Brasil, puede ser categorizado como por lo que George Kennan denominaba un monster country, es decir, un país de dimensiones continentales, un status que comparte solo con EE UU, Rusia, India y China. Con estas dimensiones, deja muy atrás a sus vecinos. Comparándose con el 2° país de Sudamérica, la Argentina solo representa el 21% de su población, el 25% de su PBI y el 16% de su presupuesto de defensa. Solo es superado en PBI per capita, por Argentina, Uruguay y Chile.



Reconocimiento por parte de las potencias extra-regionales: Brasil es reconocido por los EE UU como un actor clave en la región. Según Paul Kennedy, Brasil representa una enorme y dinámica economía emergente, que a diferencia de las asiáticas, cuenta con ricas reservas en recursos naturales los cuales serán recursos estratégicos en el largo plazo. También es un actor fundamental para la estabilidad regional ya que su desestabilización afectaría a todo el subcontinente y por lo tanto, Washington debe ver a Brasilia como un Estado-Pívot y focalizar una política "especial". También se incluyo a Brasil en el denominado BRIC (Brasil, Rusia, India y China). Es decir, las economías emergentes más importantes. Este reconocimiento no es solo en función de su tamaño, sino, principalmente gracias a su gran desempeño económico en los últimos años.



Regiones de especial interés: La mirada estratégica de Brasilia presta especial atención a dos áreas especiales. En primer lugar, la región del Amazonas. Esta inmensa selva constituye un gran reservorio de biodiversidad y riquezas naturales pero es también una frontera porosa y vulnerable. Tras la finalización de la rivalidad con la Argentina y el comienzo de una era de distensión, Brasilia ha centró su atención en el Amazonas. En este sentido, su nueva política para la región comenzó con un acercamiento a los países de la cuenca amazónica, la firma del Pacto Amazónico de 1976 y el Tratado de Cooperación Amazónica (TCA) de 1979. Brasil comenzó también a participar en los Grupos y Foros Regionales tales como Cartagena, Contadora y Grupo Río. Esta política continuo con el proyecto "Calha Norte" que buscaba poblar las fronteras norte del país. Más tarde, en los 90, llegaría el proyecto SIVAM (Sistema de Vigilancia Amazónica) por el cual se espera monitorear los 5,2 millones de Km2 de la región usando 6 satélites, 18 aviones y 25 radares, entre otras tecnologías. El proyecto esta en funcionamiento parcial y genera cierta polémica dado que el mismo recoge información de países vecinos. La segunda región de especial interés es el Atlántico Sur. En noviembre del 2007, se anunciaron descubrimientos en el costa de San Pablo por 8 000 millones de barriles de crudo en el bloque Tupi. Y en mayo del 2008, el director de la Agencia Nacional de Petróleo, Gas Natural y Bicombustibles, Haroldo Lima, informo que se había descubierto un yacimiento cercano al Tupi con reservas estimadas en 33 000 millones de barriles. De corroborarse estas cifras, Brasil triplicaría sus reservas y pasaría a ser la octava reserva global de crudo. Aún aceptando cierta sobredimensión de las estimaciones, la cifras posicionarían a Brasil, no solo como un país autosuficiente, sino como un exportador. Tampoco debe pasar desapercibido que la mayor parte de su comercio exterior pasa por estas aguas. Por lo tanto, las aguas del Atlántico Sur son cada vez más importantes para Brasil.



Dimensión demográfica.



Cuenta con una población de 196 millones, ubicándose en el 5° lugar, solo por debajo de China, India, EE UU e Indonesia. Su tasa de natalidad presenta un moderado crecimiento del 1, 22% anual. Sin embargo, la población se concentra en las zonas costeras y se encuentra, relativamente despoblado las regiones del interior. Otro punto fuerte es que como fruto de la inmigración y la asimilación de las distintas razas y culturas, Brasil, tiene una amplia y pacifica diversidad étnica y puede presentarse como un crisol de razas exitoso.



Dimensión de pensamiento colectivo de las elites.



Mentalidad de la diplomacia: Según Celso Lafer, el pensamiento de la diplomacia brasileña es la herencia viva del Barón Rió Branco. Este genial diplomático de finales de siglo XIX fue el gran negociador brasileño para la resolución de las fronteras. Lo que podríamos denominar la doctrina Rió Branco, puede "(…) situarse a medio camino – que era el buen camino para Brasil-entre el juridicismo radical no realista, que caracterizo a muchos de sus contemporáneos latinoamericanos, y la pura política de poder de Teddy Roosevelt." La doctrina se caracteriza por desdramatizar la agenda, hacer una lectura grociana de la realidad y reducir el ímpetu de la política de poder. Se "(…) busca construir nuevas soluciones diplomáticas y/o jurídicas en el encadenamiento de los temas relacionados con la inserción internacional de Brasil". En síntesis, se trata de un punto intermedio entre un realismo no agresivo y un institucionalismo no idealista. Un punto ideal para un país como Brasil, grande pero con pocos verdaderos recursos de poder e imposibilitado para enfrentarse con todos sus vecinos a la vez. Como ejemplos de esta doctrina, cita la delimitación de la actividad nuclear en el territorio brasileño para fines exclusivamente pacíficos, la preferencia por la solución de controversias vía procesos de arbitraje y la solución por medios pacíficos de los conflictos internacionales y la voluntad de comprometerse con los organismos internacionales de paz, como la ONU.



Rol autopercibido de Brasil en el mundo: Como pocos países en desarrollo, Brasil, presenta una notoria naturaleza dual en cuanto a su estructura socio-económica. Conviven, a menudo en una misma ciudad, sectores muy pobres con características similares a la de los países más desafortunados, con grupos muy ricos, con estándares de vida propios de los países más avanzados. Esta dualidad, hace que Brasil enfrente desafíos propios de los PD como de los PED y de este modo, se puede presentar como un legítimo interlocutor entre ambos. Celso Lafer denomina a este rol como tertius-inter-partes . La invitación a muchos foros y grupos globales, tales como el exclusivo G-7 o el G-20, son la evidencia de que la Comunidad Internacional reconoce ese rol.

En conclusión, podemos afirmar que la elite brasileña tiene suficientes recursos duros y blandos de poder como para aspirar a jugar en las grandes ligas. Dentro de los recursos duros, podemos enumerar sus dimensiones tales como el PBI, su gran superficie y población que no solo son grandes en términos globales, sino que son aún más grandes en relación a sus vecinos. Por el lado de los recursos de poder blando, o softpower, se encuentra el reconocimiento de su liderazgo en diversos temas de la agenda internacional. Entre ellos podemos mencionar, los biocombustibles, la extracción de crudo en aguas ultra-profundas, las negociaciones para la liberalización del comercio agropecuario en el marco de la OMC, la lucha por el acceso a los medicamentos contra el VIH-SIDA y en líneas más generales y abstractas la representación de los PED en una amplia agenda de temas vinculado al interés de los mismos.



Sin embargo, para ingresar a las grandes ligas, objetivo que bien podría estar representado por la obtención de una silla permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, Brasil necesita desarrollar un poder de disuasión real. Ya que, a pesar de ser el más grande que sus vecinos "(…) en términos de las principales plataformas de armas, como los carros de combate (main battle tanks, MBT), los submarinos y la aviación de combate, los otros países del Cono Sur superan claramente a Brasil." En otras palabras, el poder militar de Brasil es cuantitativo y no cualitativo. Su poder es suficiente como para disuadir a sus vecinos pero insuficiente para proyectar poder con capacidad efectiva e inadecuado para generar una disuasión real frente a una First Class Power.



Esta es la asignatura pendiente que el presidente Lula, su ministro de defensa, Nelson Jobim y su ministro de asuntos estratégicos, Roberto Mangabeira Unger están comenzando a emprender. A continuación analizaremos el contexto nacional, regional e internacional y el Plan Estratégico de la Defensa Nacional.

El contexto internacional, regional y nacional del Plan Estratégico de la Defensa.

La determinación a construir una disuasión real puede explicarse por tres factores. En primer lugar, en el contexto nacional, debemos mencionar la voluntad de liderazgo de las elites brasileñas. En segundo y tercer lugar, es una respuesta a las presiones y desafíos que emanan desde el sistema internacional y la dinámica de seguridad regional.



El primer punto es la voluntad de liderazgo regional de las elites brasileñas y su capacidad de llevar a cabo esta política. Como no es objetivo de este trabajo hablar de política interna, nos bastara con afirmar, que existe en Brasil un fuerte consenso sobre el rol del país. En referencia a este punto, la política exterior de Lula no se diferencia mucho de su predecesor, Fernando Henrique Cardoso. Siguiendo a Alberto Föhrig, podemos afirmar que no hay un jugador de veto interno y, si lo hay, carece de suficiente capital político para representar una alternativa.



El segundo punto son los incentivos que presentan la estructura internacional a partir del 11-S y en mayor medida luego de la invasión estadounidense sobre Irak de 2003. Básicamente, estamos hablando de dos incentivos. Por un lado, la precariedad del poder de disciplinamiento de los EE UU sobre las unidades políticas del sistema internacional y por el otro, el temor que generó en las potencias de 2° y 3° orden la creciente agresividad de la política exterior estadounidense luego del 11-S.



Existe un fuerte consenso entre distintos analistas sobre la precariedad del poder de disciplinamiento de los EE UU. Para muchos, es el principal dato de la gobernabilidad global en la actualidad. Para Paul Kennedy, la continuidad de la sangría en Irak, desgasta los recursos militares y de política exterior de los EE UU y deja sin atender los verdaderos objetivos estratégicos, tales como lidiar con Moscú, Beijing y Nueva Delhi. Estos se benefician con la continuidad de la Guerra de Irak, por lo tanto Washington debería ponerle una fecha a su retirada. La persistencia del conflicto y la inestabilidad en Irak y Afganistán han sobrexigido a las FF AA estadounidenses, reduciendo significativamente su número de tropa disponible y sus posibilidades de intervenir en un tercer país.



Tanto el proyecto nuclear iraní, como la Guerra de Georgia por Ossetia del Sur y la creciente presencia comercial-política de China en África y Latinoamérica, entre otros temas de la agenda global, pueden explicarse, en gran medida, por la ausencia de restricciones por parte de Washington.



Desde la perspectiva del Sur, Carlos Escudé advierte en líneas muy similares a las expresadas por el historiador norteamericano. Según Escudé, el desordenado contexto internacional y la perdida de poder de disciplinamiento de los EE UU habilitan un sustancial margen de maniobra para los Estados Sudamericanos. Como ejemplos menciona, el desafío argentino al orden financiero mundial y la rebeldía comercial de Lula en el ámbito la OMC.
En síntesis, los EE UU no tienen el poder de disciplinamiento que poseían en los años noventas y las potencias regionales están aprovechando el momento para redefinir sus esferas de influencia, sin temer una verdadera sanción o represalia por parte de Washington. Solo resta saber si la Administración Obama podrá revertir este declive.



La brecha de poder entre los EE UU y las potencias de 2° y 3° orden comenzó a ser motivo de preocupación luego de la Guerra de Kosovo, en 1999. Potencias como Rusia y China estuvieron en contra de dicha campaña, no solo porque alentaba y premiaba a los movimientos separatistas, sino por que podía comprometer sus intereses estratégicos a largo plazo, dejándolos en una situación de mayor vulnerabilidad frente a un cada vez más poderoso EE UU, que seguía expandiendo su área de influencia. Tras el 11-S, EE UU invade y ocupa Afganistán y toma bases en Asia Central. De esta forma, se introduce en la tradicional zona de influencia de Moscú, por primera vez desde el fin de la Guerra Fría. Con su presencia en Afganistán, incrementa sustantivamente la profundidad estratégica de su inserción en Asia Meridional/Central y pasa a limitar con China. El miedo volvió a incrementarse en las potencias de 2° y 3 ° luego de la conquista de Irak en el 2003. La caída del régimen de Saddam Hussein, implico para Rusia la perdida de su principal Estado-Cliente en la región y también significo la perdida de contratos petroleros para Francia y China.



En resumen, las potencias de 2 ° y 3 ° orden, temen por el expansionismo americano. Si bien, Washington no cuenta con los recursos ni una verdadera vocación imperial de tratar de conquistar el globo, si existe la justificada percepción de que la Casa Blanca representa una amenaza al status quo regional.



En conclusión, la conducta de los EE UU, tanto por la precariedad de su poder de disciplinamiento como por su agresividad y voluntad de alterar los status quo regionales, incentiva un mayor activismo en la política exterior de las potencias de 2° y 3° orden. Estas últimas, capitalizan el momento en una dimensión ofensiva, es decir, buscan expandir su influencia política (Rusia y China) o en una dimensión defensiva, lo que significa, lograr una disuasión real. En este caso los ejemplos, son los casos de Irán y su decisión de desarrollar su energía nuclear y Brasil con su Programa Estratégico para la Defensa.



El tercer punto, tiene foco en el tablero regional, la cual, también presenta incentivos para el desarrollo de una disuasión real.
En este tablero, sobresale la puja por el liderazgo regional con la Venezuela de Chávez. Gracias a los altos precios de los hidrocarburos de los últimos años, Caracas ha implementado una activa diplomacia petrolera. La cual le permitió hacerse de un eje de países encolumnados a su proyecto, encabezados por Bolivia y Ecuador. La rivalidad con Caracas y la alineación de La Paz y Quito al proyecto Bolivariano, podría dificultar la construcción de un liderazgo regional por parte de Brasil, en el marco de UNASUR y el Consejo de la Defensa Sudamericano. Aunque todavía es temprano para predecir roles, dada lo insuficientemente desarrolladas que se encuentran estas dos nuevas organizaciones, es muy difícil creer que el eje Caracas-La Paz-Quito tenga una participación en línea con las expectativas de Brasilia. Pero más preocupante, es el creciente poderío militar de Venezuela. En el período 2006-07 adquirió armas y equipo por 4 000 millones de dólares, una cifra cuantiosa cuando constatamos que su presupuesto anual ronda los 1 900 millones de dólares. Dentro de las adquisiciones, podemos enumerar 24 aviones de combate SU-30, 54 helicópteros de transporte y ataque, sistemas antiaéreos de corto y mediano alcance M1-Tor, 100 000 fusiles de asalto y planes para instalar una fabrica de dichos fusiles en su territorio. En las esferas diplomáticas y militares se trata de minimizar el creciente poderío militar venezolano, afirmado que se trata de compras que sustituyen equipamiento obsoleto. Sin embargo, quienes no tienen el corset que dichos roles necesariamente imponen, opinan distinto. Es el caso del ex presidente y actual senador José Sarney quien sentenció que es "(…) un peligro para Brasil y América Latina que tengamos una potencia militar instalada en el continente." Y no dudo en revisar el ingreso de Venezuela al MERCOSUR. A pesar que en Caracas afirman que estas compras apuntan a defenderse de una eventual agresión de los EE UU, el diario O Globo dio a conocer declaraciones en las cuales Sarney argumentaba que "(…) Venezuela está comprando armas que no constituyen una amenaza a los EE UU, pero que desequilibran las fuerzas dentro del continente".



En septiembre de 2008, la puja venezolana-brasileña tomo un tono más preocupante para este último, cuando se anunció la realización de ejercicios navales conjuntos entre la Armada rusa y la Armada Nacional Bolivariana, en el Mar del Caribe. La Armada rusa fue encabezada por el crucero de batalla, con capacidad nuclear, Pedro El Grande y realizaron una serie de maniobras conjuntas tales como búsqueda, salvamento en el mar y pruebas de telecomunicaciones. Para fines de ese mismo año, Medvedev visitó Caracas y se firmaron una serie de tratados que, sintéticamente, configuran su relación bilateral como de socios estratégicos. Además de incrementar la compra de armas, Venezuela consiguió que Rusia se comprometiera a aportar tecnología para la construcción de su primer reactor nuclear, para fines civiles.



En conclusión, la rivalidad no es simétrica. Brasil en términos de PBI es 5,5 veces más grande y en función de sus gastos en defensa lo supera en 7,3 veces. Por lo tanto, Venezuela no puede aspirar a rivalizar con Brasil, en analogía como lo hizo la Argentina en los 60 y 70 del siglo pasado. Sin embargo, Caracas puede comportarse como un actor con capacidad de impugnación regional (AIR). Esto significa, que si bien no cuenta con el poder para vetar formalmente acciones de Brasil, este debe contar con su consenso para concretar sus objetivos en el ámbito multilateral (como por ejemplo, las distintas organizaciones de integración regional). Lo que implica que los AIR tienen un potencial poder de chantaje.



El Plan Estratégico de Defensa Nacional.



El 18 de diciembre del 2008, el presidente de Brasil, Lula da Silva, presento el más ambicioso programa militar de dicho país, en 30 años. Se trata del Plan Estratégico de Defensa Nacional, en el cual se presentan las principales directrices y lineamientos generales en materia de seguridad. El Plan fue elaborado en forma conjunta por el ministerio de defensa, la secretaria de asuntos estratégicos y las cabezas de las tres fuerzas militares. El trabajo describe a Brasil como un país políticamente estable, prospero y con una posición de preeminencia en la escena internacional. Se desprende que el nuevo status obliga a rever su política de defensa. Además afirma que si Brasil desea ocupar su lugar en el mundo debe estar preparado para poder responder a las amenazas y decirle no a los actos de intimidación, que los considera moneda corriente en el actual sistema internacional.



El núcleo del plan aborda tres ejes: la reorganización de sus más de 300 000 efectivos, la reforma de la industria nacional de la defensa y la profundización del servicio militar obligatorio.
La reorganización de sus fuerzas.



En coincidencia con un amplio abanico de analistas de estrategia, se reconoce que el epicentro de las preocupaciones en materia de seguridad no es el Sur sino el eje Norte-Oeste-Atlántico Sur. Sin embargo, dado que en el Sur se concentran los principales centros urbanos e industriales, seguirá demandando unidades de las fuerzas. El nuevo eje, pone en evidencia, una vez más, que la Argentina dejo de ser la principal preocupación y que el foco del conflicto se fue trasladando, cada vez en mayor medida, hacia las regiones del Amazonas, los Andes y el Atlántico Sur. En las dos primeras regiones se encuentran los países con mayor inestabilidad política, se producen conflictos trasfronterizos, proliferan actores no estatales hostiles como las FARC y grupos de narcotraficantes, entre otras amenazas. El documento también estipula que el ejército también deber concentrar unidades en el centro del país, para poder ser movilizadas con rapidez hacia donde suceda una crisis y paralelamente deben establecerse reservas regionales para actuar con rapidez.



La marina también debe reposicionarse en función de la nueva geopolítica de la región. Además de defender los grandes núcleos urbanos costeros debe sostener una presencia en el estuario del río Amazonas, en los cursos fluviales del mismo y también en los ríos Paraguay y Paraná. El Atlántico Sur se presenta cada vez más importante, como decíamos más arriba, dado sus riquezas petroleras y como medio de comunicación vital para el comercio. En este espacio, se calcula que existe un amplio margen para cooperar con la Argentina. Las armadas de ambos países tienen una larga tradición de ejercicios conjuntos y de implementar medidas de construcción de confianza. Además de convergir en su visión del Atlántico Sur, ambos países concuerdan en considerar como un factor de malestar, la presencia de Gran Bretaña en las islas Malvinas.



Reforma de la industria nacional de la defensa.



El texto precisa que el principal objetivo de la industria militar brasileña debe ser alcanzar el desarrollo tecnológico independiente. Es decir, producir indígenamente tecnologías de punta, sin caer en ningún tipo de dependencia. Aquí podemos ver como los brasileños vuelven sobre uno de sus principales ideas-fuerzas en política exterior, que es la asociación ente los conceptos de desarrollo y autonomía. Históricamente, la elite brasileña sostuvo que existe una fuerte correlación entre ambos conceptos, a mayor desarrollo; mayor autonomía y viceversa. Si bien, esta idea-fuerza decayó en los 90, por la influencia de los criterios de la globalización, la interdependencia y la percepción de que el nuevo orden mundial sería marcadamente pacifico e institucionalizado. En los tiempos post 11-S y post Irak, la asociación de ambos conceptos vuelve a tener relevancia. Roberto Mangabeira Unger sintetizo este pensamiento afirmando que "Luchamos por establecer la causa de la defensa como inseparable del desarrollo del país".
En la primera parte del Plan podemos encontrar el capitulo "La reorganización de la industria nacional de la defensa: desarrollo tecnológico independiente" donde podremos encontrar las siguientes pautas.



1) La industria debe reorganizarse en función de las siguientes directivas.
a) Se debe dar prioridad al desarrollo de capacidades tecnológicas independientes.
b) Subordinar los intereses comerciales a los intereses estratégicos y reflejar dicha subordinación en un régimen tributario y legal para la industria.
c) Evitar que la industria se polarice entre investigaciones de vanguardia y producción de rutina. Se debe apuntar a lograr producción de vanguardia.



2) Instituir un régimen legal, tributario y regulatorio especial para las industrias del sector. El objetivo de este régimen especial será resguardar a las empresas de las presiones del inmediatismo comercial, otorgándoles distintos beneficios. Como contrapartida el Estado ganara poderes especiales sobre las empresas privadas. Estos poderes serán ejercidos mediante mecanismo de derecho privado, como el denominado "acción de oro" o derecho público como licencias regulatorias. De este modo, la empresa privada puede tener un horizonte más nítido en el largo plazo. Así las inversiones pueden madurar, sin preocuparse demasiado por la rentabilidad en el corto plazo. Para que estos beneficios no generen actitudes de rent seekers entre los empresarios, el Estado ejercerá sus poderes especiales que, básicamente, vigilaran que los beneficios de las empresas sean administrados rigurosamente.



3) La industria estatal de la defensa tendrá la obligación de producir aquellos insumos, equipos y armas que no resulten rentables para las empresas privadas en el corto y mediano plazo. Lo que implica que el Estado tendrá un rol protagónico en el desarrollo de tecnologías de punta. Para lograr esto, deber mantener estrecho vínculos con los centros de investigación de las distintas fuerzas así como también de universidades brasileñas.



4) Dado que para volverse competitivas muchas industrias deben producir economías de escala, que en muchas ocasiones desbordan los límites del mercado brasileño, el Estado se compromete a buscar clientes en el extranjero para facilitar las exportaciones. Sin embargo, el mercado de las exportaciones no debe ser visto como una aspiradora de excedentes debido a que "(…) la exportaciones a mercados globales es un pastel que se reparten muy pocos. Parece pues que deben ser las economías domésticas las que absorban los altos costes de la investigación y producción del sector armamentístico." Mientras que Norteamérica y Europa Occidental representan el 63% y 29% de las exportaciones globales de armas, América Latina no llega al 1%.
5) El plan admite que el futuro del desarrollo de las capacidades tecnológicas depende de la formación de los recursos humanos que del desenvolvimiento del aparato industrial. Por lo tanto, se debe favorecer la formación de científicos e ingenieros dedicados a la ciencia aplicada. La opción por la formación de recursos humanos tiene varias aristas beneficiosas. En primer lugar, se generan empleos de mayor valor agregado y mejores salarios. En segundo lugar, se trata de la opción más viable, ya que de los tres factores de producción (capital-empresas-mano de obra) los recursos humanos son los menos móviles. En tercer lugar, el conocimiento que apliquen a la industria militar seguramente también sea útil en la industria civil, generando así a externalidad positivas.



6) Se propone buscar alianzas con otros países para desarrollar nuevas tecnologías y reducir gradualmente, el volumen de las importaciones. En la búsqueda de estas alianzas, Brasil debe dejar en claro que busca ser un socio y no un mero cliente. También sostiene que los acuerdos deben contemplar que, la mayor parte de la investigación y fabricación se produzca en Brasil. De esta forma, se aseguran incorporar el conocimiento y no convertirse en simples factorías de ensamblado de piezas importadas. En definitiva, este tipo de acuerdo, busca que Brasil se haga con el mayor valor agregado. Nuevamente podemos ver la relación entre autonomía y desarrollo.
El primero de estos acuerdos fue el firmado en diciembre de 2008 y estableció a Francia como socio estratégico. Dicho acuerdo, en línea con lo anteriormente explicado, establece que Francia se comprometerá a transferir la tecnología necesaria para que Brasil construya su primer submarino de propulsión nuclear. El acuerdo también incluye la construcción de 4 submarinos convencionales del modelo Scorpone, 50 helicópteros de transporte de tropas EC 725, un astillero militar y una base naval. Se estima que el monto total de la operación ronda los 9 000 millones de dólares. El presidente de Francia, Nicolás Sarkosy, se mostró favorable también a contribuir con Brasil en el área espacial y en la reanudación de la construcción de centrales atómicas.



Tres motivos, fueron los principales impulsores de la firma del acuerdo con Francia y no con otra potencia. En primer lugar, Paris, a diferencia de Moscú, acepto los requisitos de transferencia tecnológica. En segundo lugar, los galos también apoyan una eventual entrada de Brasil al Consejo de Seguridad de la ONU, si es que algún día se produce su reforma. En tercer lugar, esta el reconocimiento de Francia al liderazgo de Brasil. Durante su visita a Rió de Janeiro, Sarkosy, afirmo que este país debe convertirse en una potencia militar y que un "(…) Brasil poderoso es un elemento de estabilidad para el mundo".



7) Estimular iniciativas conjuntas de investigación entre las FF AA, instituciones académicas y empresas privadas brasileñas. El objetivo será fomentar el desarrollo de un complejo militar-empresarial-académico capaz de alcanzar las fronteras tecnológicas. Se busca así generar sinergias que vallan más allá del sector militar.



Profundización del servicio militar obligatorio (SMO).



Existe un consenso entre civiles y militares sobre la necesidad de profundizar el SMO. Se considera que las FF AA deben identificarse con la Nación y viceversa y uno de los mejores instrumentos para lograrlo es mediante SMO. Se considera que si el joven no se encuentra apto para el SMO debe prestar su tiempo aunque sea para actividades sociales, en provecho de la sociedad.



También entienden al SMO como un justo nivelador republicano, que pone a todos los jóvenes de distintas clases sociales y regiones, en un mismo nivel.
En conclusión, el SMO cumpliría un doble propósito, por un lado, su dimensión militar tradicional de instruir a ciudadanos para transformarlos en soldados y por el otro lado, generar un espacio de identificación de los jóvenes con su nación.

Conclusiones del Plan Estratégico de Defensa Nacional.

Podemos evaluar el Plan en dos planos. Por un lado, en el plano de la política interna y por el otro en el plano de la política exterior.



En el plano de política interna, el Plan demuestra el fuerte consenso en la elite y sociedad brasileña en lo que se refiere a su política exterior y de seguridad. Desarrollar capacidades tecnológicas, es una ardua empresa que necesariamente lleva más tiempo que el mandato del Ejecutivo de turno. Solo por poner un ejemplo, pensemos que el submarino nuclear tardara entre unos 10 o 12 años en construirse. Como ejemplo de consenso podemos mencionar a la figura de Nelson Jobim quien a pesar del alto cargo que ocupa, no pertenece al Partido de los Trabajadores de Lula sino al Partido Movimiento Democrático Brasileño, que integra una alianza en el gobierno con Lula. Dentro de los antecedentes políticos de Jobim, se destaca haber sido ministro de Justicia de Cardoso.



En el plano de política exterior, Brasil consolidará su rol de líder regional o potencia media indiscutida de Sudamérica. Además, si cumplen con las consignas del Plan en cuanto a movilidad, flexibilidad y elasticidad, Brasilia podrá proyectar sus fuerzas más allá del perímetro de sus fronteras. Cumpliendo así con una de las máximas de las grandes potencias, que es la capacidad efectiva de proyectar poder. Lógicamente, esta capacidad será una excelente carta de negociación para su eventual ingreso al Consejo de Seguridad.
Conclusiones: Implicancias para la región.



Nos resta analizar si la intención de Brasil de jugar en las grandes ligas no generara un desgaste y/o pérdida de su credibilidad en su rol de tertius-inter-partes. Vale preguntarse si, un Brasil con una economía más avanzada, con mayor PBI y con una capacidad de disuasión real no podría transformarlo en un Monster Country asustador.



Temiendo esta posible percepción por parte de sus vecinos, la diplomacia brasileña implementa, lo que podríamos denominar, una estrategia a dos frentes.




El primer frente sería la resolución rápida y con un bajo perfil de los conflictos o problemas que mantiene con sus vecinos. Un caso paradigmático fue la crisis del 2006 con Bolivia. En dicho año, Evo Morales implemento un extenso plan de nacionalizaciones que incluyo las inversiones de Petrobrás. Si bien, la nacionalización no fue una buena noticia para Brasilia, en ningún momento, se especulo con contraatacar con una política de poder, como por ejemplo imponer sanciones comerciales, aislar diplomáticamente a La Paz o intervenir en su frágil política interna. La respuesta de Brasil fue una compleja y prolongada renegociación de contratos y precios. Es decir, se opto por una vía diplomática-económica o de softpower. En líneas similares a la negociación con Bolivia, se están dando las negociaciones con Paraguay por la energía eléctrica del Itaupú y con Ecuador por una deuda que el país sostiene con la empresa brasileña Odebrecht.



El segundo frente, es fomentar la integración regional y promover el rol de Argentina como segundo eje de dicha integración. Es así como Celso Amorim habla de construir un MERCOSUR que valla desde el Caribe hasta la Patagonia y que la Argentina tenga un rol más activo en su política exterior. También en este marco, pueden explicarse los recursos políticos y diplomáticos que Brasil destina a UNASUR y el Consejo Sudamericano de la Defensa.
Si Brasil no resulta exitoso en esta estrategia a dos frentes (negociación por la vía del softpower y promoción de la integración regional y de las organizaciones regionales), la estrategia de jugar en las grandes ligas puede chocar con su rol de tertius-inter-partes y con sus deseos de consolidar la integración regional.



El delicado equilibrio entre la estrategia a dos frentes y la estrategia de jugar en las grandes ligas tuvo un tropiezo cuando Brasilia acepto la propuesta de los Países Desarrollados en la Ronda de Doha. La propuesta estipulaba que Brasil aceptaría una fuerte apertura industrial a cambio de que los PD reduzcan sus subsidios y aranceles agrícolas. Esta decisión se tomo sin consultarles a sus socios del MERCOSUR. Esta actitud, condujo a que el gobierno argentino considere, off the record, que "Brasil usa a los países en desarrollo para posicionarse como jugador global y después hace con ellos lo mismo que los países desarrollados."



En el campo de la seguridad regional, un Brasil con unas mayores capacidades militares puede generar incentivos para que sus vecinos opten por políticas y comportamientos de contra-balance. El nuevo poderío de Brasil podría alentar una paradoja: lo que gane en términos militares, lo puede perder en términos diplomáticos, si algunos de sus vecinos optan por comportarse como actores de impugnación regional (AIR). Probablemente para no generar estos miedos, Brasil deberá seguir profundizando su estrategia a dos frentes.



A diferencia de otros líderes regionales (Alemania-Francia en Europa Occidental, Rusia en la CEI o Japón en el Asia Pacifico) Brasil no cuenta con un alto PBI per capita. A pesar de su sostenido crecimiento económico, siguen existiendo grandes bolsones de pobreza e indigencia y estos persistirán en el corto y mediano plazo. Por consiguiente, Brasil no tendría muchos recursos financieros para proveer de bienes colectivos a sus vecinos, como si los pueden ofrecer otros líderes regionales.



En síntesis, dado que Brasil no puede ofrecer sustantivos bienes públicos, se ve condicionado a fortalecer la estrategia a dos frentes. Esta estrategia presenta la ventaja de hacer al liderazgo regional más sustentable, ya que según Brantly Womack, los poderes medios son menos propensos a utilizar discrecionalmente su poder, debido a que temen la intervención de una First Class Power. En consecuencia, tratarán de darles a su liderazgo un tinte más institucional y consensual frente a sus vecinos.



En conclusión, podemos afirmar que la dinámica de seguridad regional estará muy relacionada con la ecuación entre dos variables. La primera variable es el éxito de la estrategia a dos frentes y la segunda variable es el surgimiento de AIR. Esta ecuación presenta presentara una relación directamente proporcional. Mientras más éxito tenga la primera variable, menores serán las posibilidades del crecimiento de la segunda.




Bibliografia.





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domingo, 28 de diciembre de 2008

La inutilidad de negociar con Corea del Norte.


Introducción


El objetivo del presente artículo es advertir sobre la inutilidad que representa negociar con el régimen de Pyongyang. Considero que el objetivo de Corea del Norte es la negociación en si misma, ya que está le concede el tiempo para continuar con sus programas nucleares y misilísticos al mismo tiempo que le ofrece un paraguas diplomático donde refugiarse. No solo es entienden a la negociación como un refugio sino que, en algunos casos, han logra irse de la mesa con ciertos réditos internacionales como energía, ayuda humanitaria y garantías de seguridad con respecto a los EE UU. Además, considero que las negociaciones fracasan tanto desde una perspectiva de 3° imagen como desde una de 1° imagen. A modo de conclusión, el presente trabajo llama a desentenderse de la negociaciones y dejar que la balanza de poder actué.


Por que las negociaciones fracasan I: El enfoque desde la 3° imagen.


La primera crítica que presentaran a mis argumentos es que efectivamente durante la administración Clinton, Washington y Pyongyang habían llegado a un acuerdo por el cual Corea del Norte se comprometía a no hacerse con su propio arsenal nuclear. La Casa Blanca logro este acuerdo gracias a una aceitada diplomacia que supo combinar zanahorias y garrotes. La administración Clinton y en especial su secretaria del Departamento de Estado, Madeleine Albright, implementaron una política enmarcada en principios institucionalistas y en consenso con sus aliados en la región. Hacia 1994 se firma el acuerdo macro donde Corea del Norte, supuestamente, se autorestringía el desarrollo de una arma nuclear. Sin embargo, en 1998 prueba su misil intercontinental pero luego en 1999 firmó un documento por el cual se comprometía a no volver a probar misiles. Pero los esfuerzos diplomáticos de la Administración Clinton no dieron una verdadera solución, más bien, congelaron el problema. Y a principios de 2002, Bush asume la realidad y reconoce que el asunto norcoreano sigue vigente y cataloga al régimen de Pyongyang como un integrante del “Eje del Mal”. A continuación, Corea del Norte se retira del Tratado de No Proliferación en el 2003, el cual era un hecho consumado. Y en el 2005 afirma que posee varias armas atómicas y en el 2006 vuelve a probar un misil, en este caso el Taepodong – 2.

Frente al fracaso de las negociaciones bilaterales de los 90 y luego de los atentados del 11-S, la Administración Bush consideraba que Corea del Norte debía ceder más, debía comportarse como luego se mostraría la Libia de Kadafi. La nueva Administración también creía que el nuevo enfoque negociador debía ser multilateral entendiendo por multilateral no a una visión institucionalista sino como una política de delegación hacia las potencias regionales del asunto norcoreano. La postura de Washington, lejos estaba de la visión institucional de Clinton, por el contrario se nutría de nociones realistas, neoconservadoras y con poca consideración por la opinión de sus aliados regionales, teniendo así un corte más unilateral.
Otro factor que alentó la intransigencia y el enfoque multilateral de Washington, fueron ciertas especulaciones con la balanza de poder regional. Al decir verdad, Corea del Norte, no representa una verdadera amenaza para los EE UU. Su misil intercontinental, el Taepodong – 2, no tiene una verdadera capacidad como tal . Sin embargo, una Corea del Norte agresiva, incentivara a que Japón tenga un rol más activo en su política exterior, asumiendo responsabilidades que EE UU deseosamente delegaría. Un Japón más asertivo en su diplomacia, sería otra valla de contención para China, quien si representa una amenaza en el largo plazo para los EE UU. En síntesis, una Corea del Norte más agresiva aceleraría una re-configuración de la balanza de poder regional, donde Japón tendría que asumir responsabilidades estratégico-militares más acordes a su capacidad económica.


Porque las negociaciones fracasan II: El enfoque desde la 1° imagen.

Además de los motivos de naturaleza geopolítica las negociaciones entre EE UU y Corea del Norte se han visto dificultadas por otras razones de carácter más micro. En particular, la cultura y el estilo de negociación se elevan como una empalizada entre Washington y Pyongyang dificultando la firma de acuerdos.
Según Raymond Cohen, incluso en la era de la globalización, personas cultas y cosmopolitas como los diplomáticos no logran deshacerse de su carga cultural. El autor afirma que la“…cultura es una matriz que continua condicionando como los negociadores perciben el mundo y responden… ”También advierte que los asiáticos le dan gran importancia a la configuración general de las negociaciones y creen que sin lazos personales entre aquellos que negocian es imposible llegar a un acuerdo real. Estas características chocan con el perfil negociador estadounidense. Tal como lo veíamos más arriba, los americanos no ponderan tan valiosamente la configuración general y privilegian los detalles del acuerdo. Otra dificultad surge del hecho que prefieren ir directo al punto y por lo tanto son menos propensos a gastar tiempo en fomentar una relación.
Stephen W. Linton advierte que desde la perspectiva norcoreana “…las relaciones humanas nunca deberían condicionarse a algo más. Los problemas deben ser presentados como obstáculos molestos para aquello que es más importante: la amistad entre los niveles más altos del liderazgo… ” Ingenuamente, la elite norcoreana creía que una visita de tres días de Clinton o de Madeleine Albright podría remover las asperezas en la relación bilateral. Nuevamente, hay un choque cultural, en los EE UU está mal visto que sus máximos dirigentes visiten países abiertamente hostiles. Una hipotética visita del presidente a un país como Corea del Norte lo haría blanco de un amplio abanico de críticas. Tanto desde sectores de izquierda, dado el carácter totalitario del régimen de Pyongyang como por sectores de derecha, por considerarlo un Estado Canalla.


Karen Elliot House y Scott Snyder argumentan que a la hora de negociar los norcoreanos apelan a la “dramatización”. Para House, practican un “Teatro del Absurdo” donde Pyongyang promete, luego posterga, luego provoca, luego hace una pausa y vuelve a empezar. Generando una discusión en circulo que no conduce a ninguna parte. Snyder coincide, advirtiendo que el estilo de negociación norcoreano presenta patrones de drama y catástrofe . También agrega que los norcoreanos aprecian la atmósfera (punuigi) y la buena sensación (kibum), las cuales, por supuesto, se construyen estrechando los vínculos personales. En ausencia de estas impresiones, practican la intransigencia (kojip), exigen concesiones unilaterales, demandas absurdas, amenazan con retirarse de la mesa y otras artimañas que boicoteen la negociación. Para el autor, el objetivo de todas estas tácticas es crear poder desde una situación de debilidad. Nuevamente estas artimañas entran en colisión con el estilo negociador americano. La dramatización de los norcoreanos es entendida por los estadounidenses como una herramienta para golpear sobre una de sus debilidades: su impaciencia. Desde el punto de vista americano, estas artimañas son vistas como una “fabricación” de demoras con el deliberado propósito de impacientarlos o forzarlos a hacer concesiones para no perder tiempo. Cuando las escenas de dramatización se repiten una y otra vez, los americanos no solo se impacientaran sino que también se frustraran, dado que sentirán que no llegan a ningún resultado concreto. Estas idas y venidas en la negociación le permiten a los norcoreanos reabrir temas cuando comienza una nueva ronda de negociación e inclusive también les da la oportunidad para introducir nuevos temas . También esto esta en las antípodas del ideal de negociación de los americanos. Para ellos un tema cerrado, es un tema menos y consecuentemente se esta más cerca de llegar a un acuerdo final.


Guy Sorman, señala que otra barrera presente en la negociación es el carácter totalitario y hermético del régimen de Pyongyang que influye en la conducta y comportamiento de los norcoreanos y los negociadores no son la excepción. La historia oficial en Corea del Norte relata que la Guerra comenzó en 1945 con la llegada de los americanos. Ante el estacionamiento de tropas americanas en la Península, Kim Il-sung se vio forzado a atacarlos en legítima defensa. Luego, al no poder derrotarlos militarmente, los americanos forzaron una arbitraria división de Corea. Desde entonces, Seúl es visto como un “régimen títere” del imperialismo americano. Y hasta el día de hoy persiste una muy militarizada frontera. Por supuesto, esta historia oficial nunca fue sujeto de debate en Corea del Norte y sistemáticamente influye en la mente de los negociadores . Estos últimos, son propensos a pensar que cuentan con una “verdad revelada” y en cambio, sus contrapartes de Corea del Sur, no son más que “títeres” y solo tienen conocimiento de la “propaganda”. De esta forma, podemos advertir que los norcoreanos van a la negociación con sus pares del Sur considerando que no son sus pares, ni se los consideran actores con poder de decisión, es por eso que constantemente buscan como referentes para el dialogo a los americanos.


Mientras que podemos afirmar que el estilo de negociación norcoreano se encuentra en exacta contraposición al americano, simultáneamente podemos señalar similitudes con el perfil negociador de Rusia y China.


Un punto común con sus pares de Rusia y China es la propensión de los norcoreanos a privilegiar los lazos personales. Consideran que una vez construida una relación, los problemas podrán removerse de fácilmente. En este marco, los norcoreanos elevaron una invitación a Clinton para una gira de tres días por el país. En el 2003, diplomáticos norcoreanos viajaron al Estado de Nueva México para dialogar con su gobernador, Bill Richardson, quien se desempeño como Embajador ante la ONU durante el mandato de Clinton. Los norcoreanos privilegiaron este contacto, a pesar de no estar en el Ejecutivo Nacional en ese momento, dado que con él habían establecido buenos lazos en los noventa .


El estilo negociador norcoreano (tal como el ruso y chino) es de jugar de contragolpe. Siempre escucha primero la oferta de su contraparte y luego sugiere la suya. También es poco transparente, poco comunicativo y a menudo, oculta sus emociones. De forma tal de proceder de una forma que no le trasmita información a su contraparte.


Muy presente en las mentalidades y en la conducta negociadora de las tres naciones esta la idea de Estado-Asediado. Aunque, con distinta intensidad según el caso. Corea del Norte entiende que se encuentra amenazada por la presencia americana (cada vez más reducida y sin armas nucleares) en Corea del Sur, por la misma Corea del Sur y por Japón. Para Pyongyang, el país del Sol Naciente, se presenta particularmente sospechoso dado su cada vez más activa política exterior (participación humanitaria en Afganistán e Irak) y su nuevo Primer Ministro quien es considerado un halcón que ha definido a China como una amenaza militar . También tiene buenos motivos para desconfiar de Rusia y China. Con China hay una matriz de intereses comunes, como por ejemplo, el total retiro de los americanos de la Península, pero Pyongyang teme convertirse, eventualmente, en una ficha de cambio por Taiwán. Los rusos ven en el régimen de Pyongyang, un trampolín para proyectar sus intereses en el Pacifico Noreste y son pro Status Quo. Sin embargo, no verían con buenos ojos una definitiva nuclearización del régimen, ya que esto conduciría, muy probablemente, a una nuclearización de Corea del Sur y Japón. No es propósito del trabajo hablar de Rusia y China pero ambos países, en mayor o menor medida, se siente asediados. Para los rusos, la expansión de la OTAN y el despliegue de misiles en Polonia son argumentos más que suficientes. Por su parte, Beijing afirma que los EE UU y sus aliados le están aplicando una estrategia de contención energética al restringirle la compra de activos y empresas occidentales de energía así como también cuando boicotean sus proyectos petroleros en ciertos países (como en Sudan y Asia Central) aludiendo la situación de los derechos humanos.
Los norcoreanos tal como sus pares de Rusia y China prefieren acuerdos abiertos, con énfasis en principios generales y sin precisar demasiado en los detalles ya que estos serán completados, en la mediada que la relación valla creciendo. La preferencia por este tipo de acuerdos por parte de Pyongyang se puede explicar por motivos tales como que le permite escapar a un compromiso concreto, se pueden sujetar a posibles revisiones, le ofrece la posibilidad de reabrir temas y le confieren cierto margen de discrecionalidad a la hora de implementar el acuerdo. No es casualidad que el acuerdo logrado en 1994, negociado por la administración Clinton, encajara con esta descripción. Es así como el acuerdo fue criticado por los republicanos e independientes quienes argumentaban que la supuesta desnuclearización de Corea del Norte no era análoga a la que experimentaron Ucrania y Kazajstán. También argumentaron que se le permitía demorarse más de 5 años en volver al Tratado de No proliferación y que el acuerdo se enfocaba en una única planta, cuando podía haber otras plantas en el país que produjeran plutonio .


Conclusiones.


1) La Grand Strategy y el estilo negociador operan conjuntamente.


Si asumimos que la principal y única carta de negociación de Corea del Norte tiene en el tablero internacional es la amenaza del uso de la fuerza (convencional o nuclear) podemos afirmar que su estilo negociador es altamente funcional a dicha carta. Sistemáticamente, desde el fin de la Guerra Fría, Pyongyang aplica una constante estrategia de obtener réditos internacionales (tales como garantías de seguridad, ayuda humanitaria en alimentos y suministro de energía) a través de ceder, momentáneamente, en la continuación de su programa nuclear o misilístico. Siguiendo a Luttwak , podemos afirmar que Corea del Norte entiende a las negociaciones internacionales, ya sean bilaterales o multilaterales, como una oportunidad para ganar tiempo y recuperar recursos para la continuación, en ocasiones clandestinamente, de sus programas. También debemos ponderar que Corea del Norte no necesita del arma nuclear para disuadir a sus rivales. La disuasión del régimen de Kim Il-Jong pasa por… Fuerzas convencionales: Un gigantesco ejército de aproximadamente un millón y medio de hombres, aunque se encuentran equipados con armamento y equipo obsoleto, constituyen el núcleo duro de la disuasión. La geografía: Seúl, capital y principal centro urbano de Corea del Sur, se halla al alcance de la artillería de Pyongyang. Aún si los estadounidenses tratasen de liquidarla con intensivo y rápido bombardeo estratégico, no sería lo suficientemente rápido como para evitar cuantiosas pérdidas que la artillería norcoreana le infligiría a Seúl. Apoyo popular de los ciudadanos de Corea del Sur: El uso de armas nucleares contra Corea del Norte, difícilmente sería aprobado por los surcoreanos, quienes consideran a sus compatriotas del Norte, victimas más que victimarios. También sería difícil garantizar que daño medioambiental no traspase fronteras.


Por lo tanto, el uso de la amenaza de la fuerza es una estrategia racional de Pyongyang, pero de carácter ofensivo, que busca de hacerse con ganancias.


El estilo negociador de Corea del Norte, caracterizado por su énfasis en las relaciones personales, por su comunicación indirecta, su tendencia a la dramatización y a repetirla en forma de ciclos, pareciera diseñada a para demorar las negociaciones y alterar la paciencia de sus contrapartes. En conclusión podríamos afirmar que existe una, tal vez no casual, complementariedad entre el perfil negociador o la 1° Imagen de Waltz y la Grand Strategy de Pyongyang, es decir, su papel en la 3° Imagen.


2) Dejemos actuar a la vieja balanza de poder.


En un contexto global caracterizado por el creciente intereses de los Estados por hacerse con energía nuclear (indistintamente si es para uso civil o militar), donde existen redes de tráficos de conocimientos y equipo para hacerse con las tecnologías, donde la vitalidad de las instituciones internacionales para poner fin a estas actividades ha demostrado ser raquítica y donde el hegemón ha perdido cierta capacidad de disuasión y disciplinamiento sería muy contraproductivo seguir consumiendo recursos diplomáticos para tratar de evitar que Corea del Norte no se haga con su propio arsenal. Como evidencia podemos mencionar que de los tres integrantes del Eje del Mal solo uno de ellos ha abandonado, tal vez solo por un buen tiempo, su carrera nuclear. Y por supuesto, no fue gracias a la gestión de ONU o la AIE.
La experiencia de la nuclearización del Subcontinente Indio debería ser tenida en cuenta en el escenario del Pacifico Noreste. A casi 10 años de la nuclearización no se produjo ningún temido holocausto nuclear. Por el contrario, los Estados “racionalizaron” su conducta y las escaramuzas que se producen en la frontera de Cachemira no escalo en ninguna verdadera crisis. ¿Por qué presuponer que la nuclearización del resto de los Estados del Pacifico Noreste sería necesariamente distinta y trágica? Asumamos el siguiente supuesto: En 5 años tanto las Coreas como Japón se nuclearizan. ¿No sería este escenario uno mejor que aquel donde solo Rusia y China tienen la bomba? Por lo tanto, en vez de seguir procurando negociaciones y alarmarse cada vez que los norcoreanos pegan un puñetazo en la mesa y se retiran, sería más sustentable dejar actuar a la balanza de poder. Dentro de un escenario signado por el libre funcionamiento de la balanza de poder, los Estados ajustarán sus capacidades constantemente y estarán muy atentos a las movidas de sus vecinos. Además, un escenario como este, favorecerá el juego de alianzas. Muy probablemente, Japón y Corea del Sur deban limar asperezas y consolidar un frente común frente a la triple amenaza de China, Rusia y Corea del Norte. En definitiva, la estabilidad regional tendrá base en la balanza de poder (que descansa en el interés egoísta de los Estados) y no en negociaciones cuya finalidad es ganar tiempo (descansan en la buena voluntad de los Estados).


Bibliografia


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