martes, 10 de noviembre de 2009

Seguridad aérea nacional.


Por Juan Ignacio Herrero, estudiante de RR II de la Universidad de Belgrano.


En un mundo cada vez mas interconectado, entre otras cosas es el comercio el que crece a grandes pasos, acompañado por el intercambio cultural que hace que sociedades enteras se conozcan mejor. Exportamos soja, trigo y carne e importamos autos, electrónica y demás bienes necesarios. Pero no todo lo que cruza las fronteras queda registrado en los libros de la aduana nacional. La economía negra creció en los últimos años, generando empleo a un costo éticamente alto. Sin embargo el problema principal aquí, no radica en este mercado paralelo que no deja beneficio directo al estado. Lo que se tratara es una mercancía muy demandada alrededor de todo el mundo, altamente cotizada y de amplia variedad. Si el mercado negro ya se encuentra al margen de la legalidad, definitivamente la comercialización de estupefacientes y su respectivo tráfico, junto a otros contrabandos, va mucho más allá.


Es evidente el incremento en los últimos años de ingreso de droga al país ya sea con fines de venta a consumidor final o de tráfico hacia Europa. El norte del país es la principal puerta de entrada a la Argentina para estos traficantes. Las provincias del noreste son el foco principal del problema. Con alrededor de 1.500 pistas clandestinas y alrededor de un tráfico diario de 120 aeronaves Chaco, Formosa, Corrientes y Misiones[1] son el epicentro del tráfico aéreo de droga hacia el país.


El método aéreo es el preferido por muchos traficantes debido a las ventajas que ofrece frente a otras vías de “importación” como el terrestre por puntos como la triple frontera. Desde países limítrofes como Paraguay y Bolivia solo les toma en una avioneta normal alrededor de 1 hora 45 minutos penetrar profundamente en territorio argentino. Al corto tiempo de viaje se le puede agregar la buena capacidad de transporte que ofrecen estas aeronaves frente al tráfico por las denominadas “mulas” (individuos pagados para pasar cantidades mínimas de narcóticos a través de la frontera) y el vehicular que debe ser creativo en la búsqueda de camuflaje de la mercancía. Las pistas clandestinas de aterrizaje son de difícil detección y no requieren de mucho mantenimiento. A esto se le suma el serio problema que Argentina viene arrastrando desde hace ya varios años. La falta de radarización en el territorio nacional genera un vacio de control importante. Solo el 11% del territorio argentino es supervisado de manera activa por un sistema de radares. Básicamente la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores (radares 2D y 3D), partes de Formosa y Misiones además de las provincias de Córdoba y Mendoza[2]. Este gran vacío en los cielos argentinos no solo son una invitación a los vuelos ilegales que trafican desde los ya mencionados narcóticos pasando por armas hasta personas, sino que tan bien significan un riesgo para los vuelos comerciales que surcan los aires nacionales. El gobierno nacional viene prometiendo desde ya años la implementación de un plan de radarización a nivel nacional, tanto llamando a licitaciones internacionales como apelando a la generosidad de otras naciones (España vendió por un precio simbólico de 1 euro por unidad, 3 radares desafectados del ejército del aire en el 2007)[3]. Aun se espera la implementación de este programa. Las últimas noticias al respecto hablan de la utilización de la industria nacional para la realización de parte del decreto nacional 1407/2004. La empresa del estado INVAP recibió fondos por 54 millones de pesos por 3 años (a partir del 2006) para la elaboración de 11 radares para el plan nacional de radarización[4].


Definitivamente la meta que se debe plantear el estado argentino es un resultado similar al sistema de vigilancia del Amazonas (SIVAM), brasileño. Este plan de desarrollo llega a cubrir el 61% de la superficie del país vecino, específicamente en la región norte y centro. Este visionario proyecto contribuyo a una fuerte baja en los vuelos clandestinos transfronterizos[5].
Sin embargo, este plan de radarización que permitiría instalar los ojos de la ley por sobre las nubes debe ser acompañado por otras medidas. Y aquí también nuestros vecinos brasileños pueden dar cátedra.


En la argentina los aviones invasores, gracias al polémico sistema de radares, pueden ser detectados e interceptados por aviones de la fuerza aérea. Pero aquí se encuentra otro hueco legal. En el país, según el manual de procedimiento la aeronave interceptora debe tomar nota de la matricula del invasor (Si existente, para verificar identidad) y luego tomar contacto por radio o visual para ordenarle que aterrice. Si el avión invasor hace caso omiso se acaban las opciones del interceptor. Este no puede hacer más que escoltar el avión hasta su destino final y comunicar su ubicación para intentar que las fuerzas terrestres lo detengan. Estas en la mayoría de los casos llegan demasiado tarde y el invasor ya ha partido de vuelta.


Brasil, por otro lado, desde hace casi 15 años sanciono una ley de derribo que fue finalmente implementada en el año 2004 por el gobierno de Lula Da Silva. Esta ley decreta que luego de una serie de 8 fases de intento de contacto con el intruso (aviso mediante radio, contacto visual, vuelo de intimidación, tiro de advertencia etc.), ante la negativa, la aeronave de la FAB puede derribar el avión invasor, como último recurso con el fin de proteger la seguridad nacional[6].
Esta medida es aplicada por otros países de la región como Perú y Colombia. Esta demás mencionar la ley de derribo norteamericana. Y otros países como Venezuela están estudiando la medida. Alrededor del globo la medida es frecuente en países desarrollados como en vías de desarrollo, con el fin de paliar problemas mencionados como el tráfico de armas, drogas y personas y la seguridad nacional.


Lo que respecta a la Argentina, en el 2004 el congreso pidió una copia de la ley de derribo brasileña para analizarla y elaborar una propia. El proyecto recibió el apoyo del ex ministro de defensa José Pampuro y el ex ministro del interior Aníbal Fernández, en funciones para el momento[7]. La medida quedo congelada. No se ha hablado mucho más del asunto. Tanto la radarización como la ley de derribo están en el limbo político.
Mientras tanto, como único antecedente en el país podemos mencionar la cumbre de presidentes de Mar del plata del 2005. Para la misma se desplegaron aviones interceptores de la FAA, dotados con misiles AIM SideWinder donados por la USAF para la ovación.
¿Ante una amenaza real se hubiesen utilizado, o hubiesen estado como decoración, como nuestra seguridad territorial aérea?


Citas


[1] AARA, http://www.asociacionantidroga.org.ar/

[2] Fuente: decreto nacional 1407/2004 http://infoleg.mecon.gov.ar/infolegInternet/anexos/95000-99999/99870/norma.htm

[3] Fuente: Diario Clarin, http://www.clarin.com/diario/2007/10/06/sociedad/s-06901.htm

[4] Secretaria de comunicación de la provincia de Rio Negro. http://www.comunicacion.rionegro.gov.ar/desarro_noti.php?cod=2745

[5] Entrevista con el Brigadier General (r) Rubén Montenegro.
Presidente del Centro Aeronáutico de Estudios Estratégicos1 http://www.caei.com.ar/es/entrevista/montenegro.pdf

[6] Diario Univisión. http://www.univision.com/content/content.jhtml?cid=425490&pagenum=2

[7] Diario La Nación http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=657452 26.11.04

miércoles, 28 de octubre de 2009

Petróleo en África Occidental: No exento de problemas.

Por Juan Pippia, licenciado en Ciencia Política y estudiante de RRII de la maestría de FLACSO-San Andrés.


Antes de ser primer ministro de Gran Bretaña, Wiston Churchill, afirmó que una de las máximas de cualquier estrategia de seguridad energética, es lograr la mayor diversificación de fuentes posibles. Lógicamente, el objetivo es reducir el posible shock que produciría un corte abrupto en el aprovisionamiento.

En la presente década, África Occidental se presento como el nuevo “El Dorado” de la diversificación energética. En ningún otro lugar del globo, se descubrieron tantos nuevos pozos con tan pocas perforaciones. Entre 1990 y 2005 la producción de petróleo aumentó de 6,5 millones a 9,3 millones de barriles diarios, lo que representa un incremento del 9,9% al 11,2% de la producción mundial. Las perspectivas para el cierre de la década, prometen ser aún más promisorias. El crudo africano tiende a ser de buena calidad y bajo en sulfuro. Lideran la producción Nigeria (2,6 millones de barriles diarios), Angola (1,6 MdBD), Argelia (1,3MdBD), Guinea Ecuatorial (0,42 MdBD) y Gabón (0,24 MdBD). A esta lista, pronto se sumarán, Chad, Congo, Camerún y Ghana. África Occidental ha sido entendida como una fuente alternativa, al eternamente convulsionado Medio Oriente, según el informe sobre la Política Nacional Energética, de 2001 de la Casa Blanca. Por último, debemos mencionar que en África Occidental, predominan los depósitos off-shore y que ningún Estado tiene la capacidad autónoma para desarrollar los yacimientos. Por lo tanto, la participación de las empresas multinacionales es decisiva y,en la mayoría de los casos, los países africanos se mostraron abiertos (no sin condiciones) a la participación del capital extranjero. Destacándose las empresas chinas y estadounidenses. Brasil también está comenzado a ganar protagonismo, como producto del Know How, que Petrobrás tiene en la exploración de aguas profundas.

A pesar de representar una alternativa a Medio Oriente, lejos se encuentra de ser el nuevo “El Dorado” petrolero. La explotación y producción en África Occidental se halla obstaculizada e, inclusive, amenazada por varios factores.

Crecimiento de la demanda doméstica: El auge de los precios del crudo actuó como un boom para las economías petroleras. Paradójicamente, la bonanza económica incentivo un mayor uso de combustible restando el saldo exportable. No obstante, la proporcionalidad todavía le es favorable. Mientras que la producción, aumento en un 91%, el consumo hizo lo propio en solo un 35%.

Robos, sabotajes y corrupción: A pesar de hallarse sobre el mar, las plataformas son a menudo saqueadas por distintas bandas delictivas, en complicidad o no, con las autoridades locales. En África, la infraestructura petrolera suele ser una “victima fácil” de distintas facciones políticas o étnicas que se rebelan frente a la autoridad política central. También se ha vuelto común el secuestro de operarios e ingenieros extranjeros que se encuentren trabajando en África. Pero, sin lugar a dudas, la mayor corrupción es el hecho que la mayoría de los habitantes de África no logran para sí hacerse ni con los más mínimos beneficios de las ganancias petroleras y viven sumidos en una aberrante pobreza.

Volatilidad y violencia política: Recientemente en Nigeria, el grupo insurgente MEND (por sus siglas en inglés, Movement for the Emancipation of the Niger Delta) ha anunciado el cese de la tregua y el comienzo de las hostilidades contra el Gobierno Nacional de Abuja. La volatilidad y violencia le ha costado a Nigeria alrededor de 2/3 de su producción y mil millones de dólares al mes, en concepto de recaudación. No debe descartarse que, si el MEND decide volver a atentar contra la infraestructura, su accionar, seguramente, tendrá impacto en los precios internacionales.

Michael Klare, experto en la geopolítica de los recursos naturales, se atreve a afirmar que - en muchos casos - el petróleo o la mera posibilidad de comenzar a producirlo, genera fuertes incentivos a los grupos políticos para no negociar, establecer un juego de suma cero y buscar apropiarse con la totalidad o mayor parte de las rentas. Además agrega “Cuando este desequilibrio en la asignación de las rentas del petróleo coincide, como ocurre a menudo, con fracturas étnicas, religiosas o políticas, tenemos reunidos todos los ingredientes para un conflicto interno.”

lunes, 12 de octubre de 2009

“Relaciones ruso-estadounidenses: Historia reciente, estrategias comparadas y agenda 2010”

Por Juan Pippia, licenciado en Ciencia Política y estudiante de la maestría de RR II de Flacso San Andrés.


Breve resumen de las relaciones ruso-estadounidenses, en la última década.



La resurrección del oso.



A lo largo de los últimos años de la Administración Bush, las relaciones ruso-estadounidenses experimentaron una notable desmejora. Sin lugar a dudas, fue el peor momento de las relaciones bilaterales, desde la implosión de la URSS. La prensa internacional – haciéndose ecos de las propias declaraciones del presidente Putin - no dudo en comenzar a hablar de una reedición de la Guerra Fría.



Lejos de representar una amenaza, a comienzos de la Administración Bush hijo, Condoleezza Rice (responsable del área de Seguridad Nacional) había afirmado que el mayor peligro que representa Rusia, es su propia debilidad. Alegaba que las pésimas condiciones socio-económicas, podrían abrirle la puerta a un líder populista que busque explotar la frustración y las ideas irredentistas de la sociedad rusa. Para Washington, así como también para otras capitales, un líder mesiánico en el Kremlin podría convertir en un verdadero caos al espacio euroasiático. Especial temor, despertaba la posibilidad que partes o tecnologías sensibles, del arsenal nuclear ruso, cayesen en manos de terroristas.



Pero la realidad demostró que el escenario de una Rusia caótica e inestable no tendría lugar. Gracias a los frutos de la reforma económica de la pasada década y al boom de los precios de la energía, la economía rusa comenzó a recuperarse de forma sostenida. En 2007, The Wall Street Journal publicó “A lo largo y ancho de Rusia, las empresas están invirtiendo miles de millones de dólares en la modernización de sus instalaciones y expansión de su capacidad. (…)Tras 7 años de crecimiento robusto (…) el PBI per cápita se ha cuadruplicado hasta alcanzar casi u$s 7000 y cerca de 20 millones de personas han salido de la pobreza ”. Otra señal de fortaleza económica fue el pago de 23 700 millones de dólares al Club de Paris. De esta forma, la deuda pública rusa, que en 1999, equivalía al 96% de su PBI, cayó a tan solo el 9% en el 2006 . Finalmente, el boom de los precios de la energía, se traslado a las reservas y el sistema financiero ruso. Sus reservas llegaron a totalizar 413 mil millones de dólares, las más grandes per capita del globo. Por su parte el rublo se transformo en la segunda moneda más subvaluada, solo detrás del yuan chino . De este modo, y en oposición a lo sucedido en los años noventas, la economía pudo aportar recursos al re-posicionamiento estratégico de Moscú en el escenario internacional.



Ideas centrales de la estrategia internacional de Rusia.



Con mayores recursos duros de poder, Moscú pudo comenzar a desarrollar una asertiva estrategia internacional, tendiente a recuperar sus esferas de influencia. Dicha estrategia se desglosa de tres documentos fundamentales de la Rusia post-soviética: Concepto de Seguridad Nacional, aprobado por Putin a principios del 2000, pero basado en un trabajo de 1997, Doctrina Militar (1993) y Política Exterior Rusa (1993) aprobados por Yelstin. El principal texto era Concepto de Seguridad Nacional y el mismo afirmaba que existía una tendencia por parte de Occidente de crear una estructura global, unilateralista y liderada por los EE UU que busque sostener la unipolaridad. La intervención armada en Kosovo, ejecutada por la OTAN pero sin el consenso del Consejo de Seguridad de la ONU, se presenta como un ejemplo de dicha tendencia. Frente a este escenario, el rol de Rusia debía ser pujar por un orden multipolar y retener su influencia regional. La Doctrina Militar aporta otra idea central: near aboard (extranjero próximo) . Esta idea, reconoce la soberanía de las ex republicas soviéticas, no obstante, busca reconstruir la mayor integración posible, controlar el acceso a sus recursos energéticos y limitar la injerencia de otras potencias, en dicho espacio geográfico. No estaríamos equivocados en equiparar al near aboard con la vieja idea de “patio trasero” .
El impacto del 11-S en las relaciones bilaterales.



El contexto post 11-S – caracterizado por las guerras de Afganistán, Irak y el desarrollo de la doctrina de la Guerra Preventiva por parte de la Administración Bush - fue rápidamente capitalizado por Rusia. Debemos considerar que mucho antes de los ataques terroristas a New York y Washington, Moscú ya había sufrido actos de terrorismo así como también habían experimentado su propia versión de la “guerra contra el terror” en Chechenia. El haber compartido la dramática experiencia terrorista, sirvió para mejorar las relaciones con Washington.



Los sucesos del 11-S, motivaron la cooperación bilateral en el ámbito de la lucha contraterrorista. Los rusos olvidaron, momentáneamente, la noción de near aboard y le permitieron a los estadounidenses colocar bases áreas en Kirguiztán y Uzbekistán. Las mismas desempeñaron un rol clave en los primeros y cruciales días de la Guerra de Afganistán. Por su parte, los americanos accedieron a cooperar en la lucha contra los rebeldes chechenos, aportando tecnología satelital que facilitó la localización y eliminación de los líderes de la guerrilla chechena como Aslan Masjadov y Shamil Basayev .



Pero la cooperación bilateral post 11-S, centrada en la guerra contra el terror, prontamente comenzó a desarticularse. Desde la perspectiva de Moscú, Irak no guardaba relación alguna con lo que genéricamente se entendía como “guerra contra el terror”. Para los rusos, la invasión y ocupación de Irak solo buscaría reforzar la preponderancia de los EE UU en Medio Oriente. Los rusos también temían por sus intereses crematísticos: Lukoil tenía contratos petroleros firmados con Saddam Hussein, que serían dados por nulos una vez que su régimen fuese derrocado.
Pero la Guerra de Irak no fue el único inconveniente en la agenda bilateral. A lo largo de la 2ª presidencia de Bush se experimentarían distintas tensiones y conflictos.



La ampliación de la OTAN: Visiones divergentes.



El primer inconveniente que analizaremos son planes de ampliar la OTAN hacia el Este. Gran parte de este conflicto, se debe a la muy distinta ponderación que evalúan rusos y americanos sobre el verdadero significado de la ampliación de la OTAN.



Para los americanos la ampliación de la OTAN tiene connotaciones que superan ampliamente el plano estratégico-militar, donde comúnmente, se podría ponderar a la Alianza Atlántica. Tanto para Bruselas como para Washington, la expansión de las instituciones occidentales - inclusive las de seguridad como la OTAN y OSCE - tenía externalidades positivas hacia dentro de los Estados. Suscribir la membresía a estas instituciones, a menudo, era acompañado por la financiación de programas de políticas públicas, al mismo tiempo que generaba normas y reglas a las cuales los Estados debían comprometerse. De esta forma, la adhesión tenía un claro efecto lock-in, en favor de las reformas democráticas y de mercado. En síntesis, la ampliación de la OTAN no se la ponderaba exclusivamente desde el plano estratégico-militar sino también desde un plano político-doméstico que buscaba consolidar a las nacientes democracias.



Muy distinto era la opinión de las elites rusas. La percepción reinante en el Kremlin era que los americanos buscaban rodearlos o enjaularlos, acabar con su área de influencia en Europa Oriental y dislocar, preventivamente, cualquier redefinición de áreas de influencia en favor de ellos.
Para los militares rusos, la ampliación de la OTAN, debía enmarcarse en un panorama más amplio que incluyese todo el súper-continente euroasiático. De este modo, denuncian la injerencia de los EE UU a lo largo de todo su near aboard. Para los rusos, el principal instrumento con el cual los americanos ganaban injerencia son sus programas de ayuda militar(PAM) . Podemos entender a los PAM como una serie de acuerdos y programas que se ofrecen en forma de “paquetes”, que contienen la realización de ejercicios militares conjuntos, financiación de compra de armas y envío de asesores e instructores militares para capacitar a las tropas nativas. Mucha esta ayuda se justifica en función de criterios de seguridad energética, lucha contra el terrorismo, el combate de nuevas amenazas e incluso la utilización de las FF AA como hacedores de tareas humanitarias. Esta es una de las principales políticas que tiene Washington para con las regiones del Cauacáso y Asia Central . También debe sumarse las bases áreas, aunque en la actualidad, Washington solo posee una en Kirguiztán.



En Asia Pacifico, sospechan de la presencia militar en Corea del Sur y Japón. Al mismo tiempo, tienen una postura ambigua en referencia a Corea del Norte. Por un lado, Moscú define a la proliferación nuclear como un problema de seguridad que afecta a toda la Comunidad Internacional. Pero al mismo tiempo, se muestra más receptivo a los intereses de Beijing y Pyongyang a la hora de elevar sanciones en el Consejo de Seguridad.



En resumen, para los militares rusos la ampliación de la OTAN en Europa Oriental, la presencia discreta en Caucáso y Asia Central y, finalmente, el despliegue militar en Asia Pacifico, tienen por objetivo rodear a Rusia y enjaularla en el centro del espacio euroasiático.
La democratización del ex espacio soviético.



También genero gran controversia, las denominadas revoluciones de colores. Se llamo de esta forma a distintos procesos civiles, masivos y pacíficos que derrocaron a distintas dictaduras o democraduras (utilizando el término de O Donnell) y abrieron la puerta a un proceso de democratización. Siendo las más conocidas las revoluciones Rosa de Georgia (2003) y Naranja de Ucrania (2004). Estas democracias orientaron su política exterior en dirección a Occidente, en desmedro de Moscú. Tempranamente, tanto Kiev como Tbilisi, comenzaron a hacer lobby para ser aceptadas en la OTAN y la UE, siguiendo los pasos de otros Estados de la región.



Frente a estos sucesos, que fueron catalogados muy negativamente por la prensa rusa, Moscú comenzó a sospechar, retiro su apoyo a estos países y comenzó a presionar vía la CEI y otros mecanismos que la vinculan a estos países. Dichas revoluciones fueron peyorativamente denominadas democracias manufacturadas o democracias exportadas desde Occidente. Se argumentaba que dicho movimientos eran financiados por distintas ONG’s y Fundaciones Occidentales como Freedom House, the National Democratic Institute, the International Republican Institute, la fundación de George Soros Open Society, etc . En cambio, para Washington y Bruselas, Moscú debía respetar las decisiones soberanas de dichos Estados. Y de este modo, se genero una nueva controversia.



La nueva arma de Rusia: El gas.





Otro conflicto fueron las crisis del gas desatadas en los inviernos de 2006 y 2007. Para evaluar en su justa medida de estas crisis, debemos tener presente que Rusia es el gran proveedor de energía de Europa. Por si sola, aporta el 27% del suministro de crudo y 24% de gas natural de que consume el Viejo Continente.



En el invierno del 2006, Moscú le corto el gas a Ucrania e hizo temblar a Europa ya que por este país transita el 80% del gas que le importa a Rusia. Muchos analistas evaluaron que, si bien la razón oficial del corte era una renegociación de tarifas, se tratase de una venganza por la Revolución Naranja. Al siguiente invierno se dio una crisis similar en Bielorrusia. En esta oportunidad Moscú pretendía un aumento de las tarifas que pasarían de u$s 47 por mil metros cúbicos a u$s 110 también exigió que Minsk entregue el 50% de las acciones de su sistema de distribución del fluido. Por Bielorrusia pasa el 20% del gas que exporta Rusia hacia Europa. La crisis del gas, demostró que Rusia no teme en usar la energía con finalidades políticas.



La garra del oso en el Caucáso: la Guerra de Ossetia del Sur.



Muy probablemente el pico de la tensión bilateral se experimento en agosto de 2008 con la Guerra de Ossetia del Sur. Un día antes que comiencen los juegos Olímpicos de Beijing, tropas de Georgia atacaron objetivos en la provincia separatista de Ossetia del Sur. Dentro de sus objetivos, se hallaban tropas rusas que se encontraban cumpliendo con una misión de paz de la ONU. Ante la agresión, Rusia no se quedó de brazos cruzados y emprendió una blitzkrieg que no se detuvo en Tsjinvali (capital de Ossetia del Sur) sino que tomo la forma de una vasta campaña de retaliation. En tan solo tres días (del 9 al 12 de agosto) las fuerzas rusas atacaron varios objetivos que tenían poca o ninguna relación tenía con el conflicto en Ossetia. Como por ejemplo, un ataque aéreo en las gargantas de Kodori, la única región de Abjazia controlada por Tbilisi, la destrucción del puerto de Poti sobre el Mar Negro, el cual es una infraestructura fundamental para el transporte de crudo, la imposición de un bloqueo naval, el hundimiento de un barco de misiles georgiano, el bombardeo de un aeropuerto militar y de la ciudad de Gori, probablemente, el hecho más trágico de la guerra ya que la misma, de ninguna forma, podía ser considerara un objetivo militar.



La respuesta de la Comunidad Internacional fue un rechazo, a lo que se considero una exagerada y desmedida utilización de la figura de la legítima defensa, por parte de Rusia. Al poco tiempo de terminado el breve conflicto, el vicepresidente Cheney visitó Georgia, condeno la agresión de Rusia, brindo su apoyo al cuestionado presidente Saakashvili y prometió ayuda financiera para la reconstrucción de la infraestructura dañada. Como era de esperarse, la visita no cayó bien en Rusia.



Pero lo que Moscú perdería en términos diplomáticos, lo ganaría en términos de la reconstrucción de su esfera de influencia. La Guerra de Georgia termino de persuadir a los europeos sobre los escasos beneficios de ampliar la OTAN hacia el Este. Con anterioridad a la guerra, en abril del 2008, durante la Conferencia de la OTAN en Bucarest, tanto los alemanes como los franceses habían expresado su insatisfacción con la posibilidad de permitirles el ingreso a los ucranianos y georgianos. Luego de la guerra ya no quedarían dudas y, en muchas capitales - pero sobretodo las de Europa Occidental- ya no habría espacio para preguntarse que sentido tendría defender a un aventurero irresponsable como Saakashvili. En cierta forma, la guerra produjo “incentivos” para que los europeos dialoguen con Rusia, por fuera del marco de la OTAN y comiencen a especular con la posibilidad de un Helsinski II .



La vuelta de la política de los misiles en Europa.



El último escollo, fue la propuesta de la Administración Bush de colocar una batería de misiles en Polonia y una estación de radar en Checa. Desde Washington, se afirmaba que la colocación, de lo que se conoció como el escudo, respondía a la posibilidad de un ataque de un Rouge State como Irán. Según las propias fuentes iraníes, contaría con el misil Sejjil 2 que ya habría sido testeado y tendría un alcance de 1 900 kilómetros, llegando así a objetivos en Israel y el Sudeste europeo . Frente a este posible riesgo, los rusos ofrecieron colocar un escudo conjunto en su base en Gabala, Arzebaiyán. Pero la iniciativa fue descartada por Washington, generando más sospechas en Moscú. Durante los últimos años de la Administración de Bush, la relación, estuvo marcada por la polémica sobre el escudo y solo comenzaría a descomprimirse con el cambio de Administración.



Tempranamente, la Administración Obama, comenzaría a coquetear con la posibilidad de cancelar el proyecto. Cuando todavía no había pasado un mes de su asunción, Obama accedió a vincular la firma de un nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START) con el asunto del escudo . Para los rusos, no se podía avanzar en ningún ámbito de cooperación sin antes resolver dicha cuestión. Días más tarde, el vicepresidente Joseph Biden, en el marco de la Conferencia Internacional sobre Seguridad de Munich, declaró “(el proyecto) quedará supeditado a condiciones de eficiencia y de precio, y se hará en concertación con los aliados de la OTAN y Rusia .”



Al mes siguiente, Obama tendería puentes hacia Rusia. El prestigioso The New York Times, informó sobre una supuesta carta secreta que le hubiera mandado Obama a su par ruso, donde daba a entender la posibilidad de realizar un trade off. A Moscú se le exigiría que cancele la transferencia de tecnología hacia Teherán, de forma tal de obstaculizar o detener su programa nuclear. A cambio, Washington evaluaría la cancelación del escudo para Europa Oriental. Complementariamente, Obama declararía que las relaciones con Rusia deben comenzar de cero y estableció una relación - directamente proporcional - entre la amenaza nuclear iraní y el establecimiento de un escudo .



Finalmente, a mediados de septiembre de 2009, Obama anuncia la cancelación del escudo aludiendo, entre otros argumentos, que los iraníes se están especializando en misiles de corto y mediando alcance.



Dejando de lado, los elementos técnicos, queda claro que la decisión jerarquiza la importancia de las Guerras de Afganistán, (aunque en menor medida) Irak y el desafío nuclear iraní. Por debajo, queda el escenario de Europa Oriental y aún más abajo queda el Caucáso. En ese sentido, EE UU entiende que Rusia es una amenaza, en una medida mucho menor, que el volátil Medio Oriente y Asia Central. Muy probablemente, este reordenamiento de prioridades estratégicas donde “cae la cotización” de Rusia y “sube” Medio Oriente, no debe explicarse en función de delegar poder hacia una Europa más autosuficiente en materia de seguridad. Sino por una obligada economía de recursos, a la que Washington debe someterse, de no querer ser presa en el largo plazo de lo que Paul Kennedy denomino over-stretching. Es decir, hacer sangrar a su economía nacional en función de cumplir con una desbordante agenda de compromisos estratégicos, desparramados por todo el globo.



La Administración Obama ¿Una nueva oportunidad?



Muchos analistas advierten que la tensión y conflictividad en las relaciones ruso-estadounidenses se deben, en parte, a la ausencia de una política o estrategia de EE UU para con Rusia. “Increíblemente, la saliente Administración Bush, con sus varios expertos en la ex URSS, ha ignorado largamente a Rusia.” (…) “En ausencia de un enfoque de política consolidado, Rusia se ha vuelto un blanco fácil de varios intereses adquiridos de los EE UU .” En el mismo sentido, se argumenta que EE UU y Occidente perdieron dos valiosas oportunidades para establecer una verdadera alianza estratégica con Moscú.



La primera fue tras la implosión de la URSS. En aquel entonces, según distintos expertos, Rusia fue “abandonada a su suerte”. Si bien se reconoce que se concedieron préstamos y distintos tipos de ayuda financiera, vía organismos multilaterales o de forma bilateral, también es cierto que la ayuda era insuficiente, puntual y condicionada a reformas de difícil cumplimiento, en términos políticos. Como por ejemplo, la reducción de las políticas sociales de la era soviética. A pesar de la fuerte caída del PBI y los alarmantes e inéditos índices de pobreza, no hubo nada semejante a un “Plan Marshall” para Rusia. Es por eso que, para el común de la población rusa, el recuerdo de los noventas se encuentra sesgado. Se tiene más presente la inestabilidad política y económica que lo que ganaron en términos de libertad.



La segunda oportunidad, se genero a partir del contexto post 11-S. Cómo ya dijimos más arriba, los ataques terroristas solidarizaron las relaciones bilaterales y se pudo experimentar una suerte de primavera diplomática. Dicho contexto, no solo hubiese servido para establecer la cooperación contraterrorista, sino también para diseñar el marco de una alianza más profunda, que no solo se defina por lo negativo (antiterrorismo) sino también por lo positivo.



La nueva Administración en la Casa Blanca y la decisión del presidente Obama de cancelar el escudo misilístico en Europa Oriental, deberían ser entendidas como una tercera oportunidad. Tal vez, no sea posible establecer una alianza estratégica, pero si es posible reconfigurar las relaciones bilaterales, haciendo predominar las áreas de cooperación por sobre las áreas de conflicto.



A continuación, desarrollamos algunas áreas prioritarias que deberán desarrollarse en función de reconfigurar positivamente las relaciones bilaterales.



Política de No proliferación.



Contando con el 2° arsenal nuclear del globo y con amplios conocimientos en el área, Rusia tiene mucho que decir sobre como deben definirse las distintas políticas de no proliferación. Al mismo tiempo, es un actor central para la viabilidad de los mecanismos de aplicación. En otras palabras, sin el consenso y la cooperación de Moscú es inviable el sostenimiento de cualquier acuerdo multilateral, sobre las políticas de no proliferación.
Oficialmente, ambas naciones son partidarias de mantener el status quo y regular la tecnología nuclear, de forma tal de asegurarse que sea usada con fines civiles. No obstante – como producto de distintas experiencias históricas – ambos Estados mantienen distintas apreciaciones y actitudes en cuanto al peligro que representa la proliferación nuclear. En ese sentido, Alexei Arbatov, afirma que la URSS/Rusia, desde muy temprano, tuvo que lidiar con varios actores nucleares (EE UU, Gran Bretaña, Francia, China). En cambio, los EE UU disfrutaron de un breve monopolio y pudieron concentrar su nerviosismo en un único actor.



Paradójicamente, en la era de paz que comenzó luego de la Guerra Fría, se experimento un boom en el número de Estados que se alzó con el poderío nuclear (India, Pakistán y Corea del Norte) o que estuvieron/están cerca de lograrlo (Irak, Irán, Libia). Solo tres Estados desencalaron en sus programas nucleares militares y se enfocaron en fines energéticos. Pero ninguno por presiones internacionales, sino por motivos domésticos (Sudáfrica) o regionales (Argentina y Brasil).
De esta forma, la experiencia histórica preparo mejor a Rusia para este “despertar nuclear”. Este fenómeno - comenzado en los noventas y que, teniendo en cuenta distintas variables, parece profundizarse en la presente década - alarma a los EE UU en mayor medida. Arbatov agrega que la política exterior americana, al atribuirse el rol de sheriff, vuelve más proclive a que los Rogue State apunten a Washington. Por el contrario, Moscú no se presenta como el gendarme global (aunque si lo es a nivel regional) y sostiene una postura más flexible y prudente en cuanto a la política de no proliferación . Es así como, los dos Rogue State más paradigmáticos mantienen, aunque con distinto grado, buenas relaciones con Rusia.



Las distintas apreciaciones y actitudes también tienen raíz en los intereses comerciales. Las exportaciones de tecnología y combustible nuclear, son holgadamente mucho, más importantes para Rusia que para los EE UU. “Entre las exportaciones rusas (dominadas por el petróleo, gas y otras materias primas) los contratos nucleares se corresponden con los pocos productos de alta tecnología (además de las armas) que son competitivos en el mercado global .” Por lo tanto, para poder ganar participación en el comercio internacional e incrementar los recursos para su sector nuclear, las ventas al exterior son primordiales.



La postura real de Moscú podría ser sintetizada en los siguientes puntos. En primer lugar, “Rusia tiene un interés en reforzar los regimenes de no proliferación, pero no es su principal prioridad, ni en su política exterior ni en su estrategia de seguridad ”. En términos más simples, no piensa gastar su capital político-diplomático en el tema, pero si acompañaría una propuesta covalente a sus intereses. En segundo lugar, Rusia es escéptica en cuanto a la estrategia global de no proliferación de los EE UU. Para Moscú, está se encuentra sesgada por la constante aplicación de un doble estándar. Rechaza la nuclearización de Irán, pero antes de 1979 cuando eran aliados, no obstaculizaba su programa nuclear. En tercer lugar, “Rusia no está dispuesta a sacrificar sus intereses económicos y políticos en cooperación nuclear pacifica con otros países por el bien de un ideal abstracto de régimen .” Claramente, pone a sus intereses nacionales por encima de bienes colectivos. En cuarto lugar, Rusia no cederá a la presión estadounidense para abandonar contratos en aquellos países que se encuentran dentro del marco legal del Tratado de No Proliferación (TNP). Cómo dijimos más arriba, los ingresos por exportación son claves para la expansión del sector nuclear ruso. Dentro de este mismo punto, debemos mencionar la polémica que se desata entorno a la interpretación de dicho marco. El caso más resonante es el iraní: Para Moscú es legal pero no así, para Washington. Y finalmente, Rusia rechaza el uso de la fuerza como política de no proliferación. En este sentido, privilegia el uso de la diplomacia e instrumentos económicos para reforzar al TNP. Dado que los aliados europeos de Washington también piensan de este modo, podemos afirmar que se trata del punto más fuerte de postura de Rusia.



El desarrollo e implementación de una efectiva estrategia de no proliferación debe hacerse, de algún modo, con los puntos arriba mencionados.



Para Stephen Blank, la cooperación ruso-americana debe tener fundamento en los intereses comunes – que a pesar de la mala relación sucedida en los últimos años - ambas naciones tienen.
El primer interés común es la amenaza terrorista. Ambas naciones se hallan amenazadas por distintos grupos terroristas con la voluntad pero no la capacidad para lanzar un ataque con artefactos nucleares. Los europeos también evalúan en los mismos términos a la posible vinculación terrorismo + armas nucleares .



El segundo interés es la contención de la acelerada tasa de crecimiento de los países que desean o están comenzando a construir una capacidad nuclear. El autor advierte que el ascenso del programa nuclear iraní, está incentivando a 13 naciones sunníes. Tal vez el número resulte exagerado. Pero, con seguridad, no sería incorrecto afirmar que, al menos, Arabia Saudita, Egipto y Turquía cuentan con posibilidades reales. En este sentido, Rusia debería tener presente que alentar el programa nuclear de Teherán, tendrá como consecuencia no deseada, incentivar el programa nuclear de Ankara, histórico rival de Moscú. Como paradoja, Rusia terminaría incitando (de forma directa como el caso iraní o indirecta como sería el caso de Turquía) la creación de un cerco de Estados Nucleares en sus fronteras. Entre ellos podemos mencionar a Turquía, Irán, China, Corea del Norte y, potencialmente, Japón y Corea del Sur.
En tercer lugar, como las dos caras de una misma moneda, el progreso nuclear trae aparejado el desarrollo de sus respectivos delivery systems. Es decir, no solo se da un despertar nuclear sino también, en paralelo, un despertar misilístico. Blank afirma que para el 2015, países como India, Irán, Corea del Norte y Pakistán tendrán misiles con un alcance de entre 6 000 y 10 000 km . Aún incrementando su capacidad, solo Corea del Norte podría alcanzar objetivos en suelo estadounidense. En cambio, todos podrían poner el blanco en Rusia.



Redefinición de esferas de influencia.



La caída del imperio soviético significo para Rusia, la pérdida de una extensa esfera de influencia y la apertura de la misma a un nuevo juego de poder. A continuación, analizaremos como EE UU y la UE se proyectaron sobre el ex espacio soviético y como Rusia busca reconstruir su influencia. Para este propósito, estudiaremos las distintas políticas y estrategias empleadas y los objetivos estratégicos en juego. Serán evaluadas Europa Oriental y Asia Central por ser los más relevantes desde el punto de vista geopolítico.
Europa Oriental.



Es aquí donde Washington y Bruselas han concentrado sus recursos políticos y diplomáticos. La absorción de las ex naciones del Pacto de Varsovia se transformo en un imperativo geoestratégico. El proceso, que comenzó inmediatamente luego de la caída de la URSS, se caracterizó por la velocidad de la ampliación de la UE y la OTAN, la receptividad de los países de Europa del Este a ingresar a dichos clubes y la debilidad de Rusia (concentrada, mayoritariamente, en asuntos domésticos) para frenar dicho proceso. El resultado fue un Occidente cuyo límite se hallaba en las repúblicas bálticas y una esfera de influencia rusa severamente afectada. En la actualidad, solo Moldavia, Ucrania y Bielorrusia – aunque con distinto grado cada uno – se hallan bajo cierta influencia rusa. El resto de Europa Oriental se encuentra alineada, absorbida o contenida ya sea por la UE o por la OTAN.



Pero la expansión de la influencia Occidental hacia Europa Oriental, parecería estar llegando a su límite. La reciente decisión del presidente Obama, de cancelar el escudo misilístico en Polonia y Checa, abriría una nueva etapa de dialogo con Rusia. Pero el precio sería detener el avance de la influencia de Washington y Bruselas. No nos equivocaríamos en advertir que la misma suerte, correrá la expansión de la OTAN.



Aún admitiendo que tanto la cancelación del escudo como el límite a la OTAN, no se explican tanto por la fuerza de Moscú, sino por el cambio de prioridades de Washington. No deberíamos arribar a la equivocada conclusión de considerar a Moscú como una mera Potencia Regional. Aún le quedan dos espadas que esgrimir, que le permiten jugar en la liga de las Grandes Potencias.
La primera espada, que ya desarrollamos más arriba, es la provisión del gas.





En esta oportunidad, solo agregaremos que Moscú no solo se niega a firmar la Carta de la Energía Europea (un documento que regularía las relaciones energéticas y sometería a Rusia a un marco legal que restringiría su arbitrariedad) sino que pasa a la ofensiva. En los últimos años, ha amenazado de cortar el suministro de gas natural a 5 países. No solo pretende un mayor precio sino que también exige que entreguen el 50% de las acciones de su sistema de distribución del fluido. La finalidad sería convertir a Gazpron en un monopolio absoluto .



La segunda espada de Rusia, es la intimidación militar. En diciembre del 2007, Putin se retiró del Tratado sobre Fuerzas Convencionales en Europa. Este tratado fue firmado en 1990 y si bien la reducción de fuerza se aplicaba a ambos bandos, el acuerdo tenía un claro sesgo en contra de Rusia dado que este tenía un clara supremacía en armamento convencional (blindados, tanques, artillería, infantería, etc.) por lo tanto el tratado favorecía a la OTAN. Moscú justifico el retiro aludiendo a las pretensiones de Washington de instalar el escudo así como también ante el avance de la OTAN.



El retiro del tratado no generará un nuevo balance de poder. Las tropas de la OTAN aventajan a sus pares rusas tanto en términos cualitativos como cuantitativos y no hay posibilidades de revertir dicho balance en el corto y mediano plazo. La jugada de Moscú apunta a dos objetivos no militares. En primer lugar, se trata de la vieja política de presionar e intimidar a los europeos para que estos se desentiendan de los americanos . Esta intimidación se basa en la percepción rusa que asume que los europeos prefieren ceder ante ellos, a cambio de mayores posibilidades de paz y estabilidad. Si bien esta política no rindió sus frutos en el pasado, Moscú suponía que el desgaste de las relaciones interatlánticas, podía ofrecerle una nueva oportunidad.


Y el segundo objetivo de esta política es operar en las percepciones. De esta forma, Moscú apuesta a que los europeos lean el retiro del tratado no en términos de Balance de Poder a la Waltz, donde - como ya dijimos antes - no revertirá un equilibrio de poder ya consolidado, sino en clave de Balance de Amenazas a la Walt. El mensaje de Rusia es que si bien no cuenta con las capacidades si cuenta con la voluntad.



Asia Central.



Bajo ningún punto de vista, las repúblicas de Asia Central, se encontraban listas para la independencia. Hasta último momento, especularon con la posibilidad de continuar en Rusia, de alguna forma. Pero la opinión pública y las elites rusas del momento, veían a las pobres y poco desarrolladas republicas, como un lastre del cual debían desprenderse. Las republicas de Asia Central no contaban con una fuerte identidad nacional, la población se definía, preferentemente, en términos de tribus. Tenían una escasa o nula vida como Estados-Nación, sus fronteras eran (y son) un rompecabezas diseñado por Stalin con el deliberado objetivo de dividir y dominar. Sus economías se complementaban (asimétricamente) con Rusia. Y tanto sus líneas de comunicación como el diseño de su infraestructura tenían como única dirección a Rusia . En resumen, en los años noventas, la viabilidad de los Estados de Asia Central no estaba garantizada.



La política estadounidense hacia la región, comenzó a tomar forma hacia mediados de la pasada década. La misma podría ser definida por un axioma desarrollado por Zbigniew Brezezinski: “Los EE UU se encuentran demasiado alejados como para ser un actor dominante, pero son lo suficientemente poderosos como para establecer algún tipo de compromiso con la región.” Este compromiso, se constituye de dos partes que son complementarias: pluralismo geopolítico y libre acceso a la región. Por pluralismo geopolítico, Brezezinski se refiere al sostenimiento de la soberanía, independencia e integridad territorial de las nuevas republicas. De este modo, se rechaza cualquier absorción por parte de alguno de sus poderosos vecinos. El libre acceso a la región es una crítica a la sistemática política rusa de querer retener el monopolio de los accesos a la región. La región es rica en petróleo y gas natural, sin embargo, los oleoductos y gasoductos que comunican la región con el mundo exterior, son controlados por Rusia. Frente al monopolio ruso de los accesos, el ex asesor de Jimmy Carter, propone construir obras que no pasen por Rusia.



La idea de romper con el monopolio ruso sobre Asia Central también se manifiesta en la National Energy Policy (2001). El documento – un guía de sugerencias de política que constituyeron los lineamientos de la estrategia de seguridad energética de la Administración Bush – fue elaborado por una comisión de especialistas, aglutinados en National Energy Policy Development Group (NEPDG) y encabezados por el vicepresidente Cheney . Dicho trabajo, afirma que las reservas de Kazajstán y Azerbaiján totalizan una cifra superior a las del Mar del Norte y son apenas inferiores a las de los EE UU. También se destaca la importancia de la construcción del oleoducto Baku-Tbilisi-Ceyhan (BTC). En mayo de 2005 el oleoducto fue inaugurado y se transformo así en el primer oleoducto que comunico las riquezas del Caspio con los mercados internacionales, esquivando a Rusia.



Pero con los sucesos del 11-S, la región tendría una nueva importancia para los EE UU. Además de la instalación de bases aéreas, Washington aumentaría la asistencia económica y su presencia militar.



En el caso de Uzbekistán, la ayuda económica se triplicaría, llegando a los 300 millones de dólares. Para Georgia irían unos 64 millones en concepto de un programa de equipamiento y entrenamiento militar. Para Azerbaiján, 10 millones para reforzar la vigilancia fronteriza y la seguridad naval, recordemos que los yacimientos de dicho país son off shore.



La presencia militar también se expandiría. Para mayo de 2003, los EE UU tendrían desplegados 3 000 soldados, en 4 bases y se encontrarían desarrollando una estrecha cooperación en la lucha contra el terrorismo y agrupaciones fundamentalistas con todos los países de la región, menos Turkmenistán. Además de ser fronteriza con Afganistán, la región se encuentra ubicada en el centro de lo que el ex Secretario de Defensa, Rumsfeld, llamó el largo Arco de la Inestabilidad. El cual comienza en Medio Oriente, atraviesa Afg-Pak, continúa en Asia Central, y finaliza en el Pacifico Noreste, con la persistencia de la amenaza de Corea del Norte. “En respuesta, el Pentágono ha lanzado un realineamiento global de su postura de defensa diseñada a ganar control estratégico de este Arco a través de la expansión de la presencia militar en esos teatros .”
Actualmente, la presencia militar en la región se ha reducido significativamente. En gran medida, puede explicarse por la presión que ejercieron Rusia y China, ambos países sospechan y recelan de la presencia estadounidense. Es sabido, que Rusia ha llegado a recompensar a las republicas de Asia Central por la perdida de ingresos que represento rescindir con anterioridad el contrato de alquiler de las bases aéreas a EE UU.



Pero también están presentes dificultades domésticas en los EE UU. Al establecer una relación duradera con algunos de los Estados de Asia Central se establece, también, una relación con una dictadura. Para aminorar este difícil matrimonio a la opinión pública y al Congreso, el Ejecutivo estadounidense se ve obligado a implementar una batería de programas de liberalización o democratización. Estos programas consisten en subsidios u otros beneficios económicos para los regimenes dictatoriales. A cambio, estos se comprometen a incrementar sus estándares en derechos individuales. Pero al identificarse pocos o nulos progresos en estos programas, tanto el Congreso como la opinión pública, retiran su apoyo, dificultando las relaciones bilaterales y haciendo insostenible en el mediano plazo, el mantenimiento de una relación con una dictadura.
Frente a los límites que se presentan al desarrollar una inserción directa. La nueva estrategia de Washington parecería apuntar a un involucramiento indirecto. La estrategia consistiría en delegar poder en un Estado Pívot , es decir, un Estado que mantenga buenas relaciones con EE UU, pueda responsabilizarse por la estabilidad regional, proyectar cierto poder y no atemorizar a sus vecinos.



El elegido sería Kazajstán. Según un informe del CSIS-IND Task Force “Los lideres kazajos son partidarios de un más efectivo rol de los americanos y europeos en Asia Central (…) pero sin lesionar las cordiales relaciones que Astana tiene con Rusia. (…) Kazajstán es también un factor de estabilización en la competencia geopolítica de las Potencias Regionales por el acceso e influencia a lo largo de Asia Central.” Para concluir el informe, afirman que se debe reforzar el rol de Astana como estabilizador regional .



La preferencia por Kazajstán no debería sorprendernos, se trata del Estado con el mayor PBI y PBI per capita, presenta cierto dinamismo económico, es políticamente estable, cuenta con una política exterior que busca desmonopolizar la región y ha liderado distintas iniciativas de integración regional. Ya en 1997, Brezezinski lo definía como el “escudo” de Asia Central. Entendía que su soberanía era clave para sostener el pluralismo geopolítico y que, por lo tanto, debería ser foco de una especial política de Washington .



Conclusiones: Política multilateral de no proliferación y construcción de esferas de cooperación.



Configurando las relaciones bilaterales en la tercera década de la post Guerra Fría



El saldo de las relaciones ruso-estadounidenses, en la década de los noventa, podría sintetizarse como positivas pero insuficientes. Desde la perspectiva de Washington, Rusia no concluyo ni su proceso de democratización ni su reforma económica que la consolide como una economía de mercado, abierta y crecientemente competitiva. En concepto de estrategia internacional, si bien no se entró en una nueva etapa de rivalidad, tampoco finalizo de alinearse con Occidente. Desde la perspectiva de Moscú, la ayuda económica presentada fue insuficiente, se aprovecho la momentánea debilidad para redefinir las esferas de influencia en su contra y se dejo de tratar a Rusia como a una Gran Potencia.



La síntesis de la presente década podría ser exactamente al revés: negativas pero no tanto. El alentador avance que experimentaron, inmediatamente después del 11-S, llevó a Brezezinski a afirmar que “Aunque la nueva inclinación pro occidental del Kremlin era ya anterior al 11-S, los atentados de ese día hicieron más sencillo justificar esa postura frente a las críticas de los elementos de la propia elite política rusa…” En ese contexto, se creo el Consejo OTAN-Rusia (2002) y se estableció la cooperación bilateral para la lucha contraterrorista. Pero al poco tiempo, las relaciones comenzaron a deteriorarse nuevamente. Sin embargo, no se cayó – a pesar de los dichos de Putin y de la prensa internacional - en una verdadera reedición de la Guerra Fría. A diferencia del fenómeno experimentado luego de la 2ª Guerra Mundial, no se constituyo ni un nuevo polo de poder que generé bipolaridad, ni se desarrolló un conflicto de dimensiones verdaderamente globales. Es decir, la rivalidad o, mejor dicho, las malas relaciones ruso-estadounidenses no significan, necesariamente, una nueva Guerra Fría.



Es importante aclarar este punto, ya que sí asumimos que se trata de la recreación de un viejo conflicto, recurriremos a viejas herramientas. Como por ejemplo, armar a los vecinos de Rusia, desplegar tropas en Polonia, Georgia y el Báltico, otorgarle un plan de acción a Ucrania y terminar las relaciones con Moscú. En ese caso, Dmitri Trenin, sugiere que el resultado será una Europa más tensa pero no más segura .



En el año que le queda a la corriente década, las nuevas Administraciones en Moscú y Washington, han comenzado a revertir la tendencia. Indudablemente, se trata de una auspiciosa noticia, sin embargo el saldo del decenio no será positivo.



2010: la nueva agenda bilateral.



Teniendo en cuenta los temas abordados en la presente investigación, consideramos que la nueva agenda bilateral 2010, deberá estar enfocada de la siguiente forma y compuesta por los siguientes asuntos.



Definición de una nueva política global de no proliferación: Los 20 años transcurrido desde la caída del Muro de Berlín, han demostrado la insuficiencia de emprender, unilateralmente, una efectiva política de no proliferación. Se debe asumir como inviable cualquier política que no tenga el visto bueno y la cooperación activa de Rusia.



En orden de darle más sustento y legitimidad, a dicha política, sería preciso diseñar un enfoque multilateral. De esta forma, podrían incluirse (y lo más importante: comprometer) a los rising powers como China e India y a potencias regionales menores (como Brasil, Argentina y Sudáfrica). Esta nueva política no debe salirse del marco de las distintas agencias que comprenden la temática (lideradas por la AIEA). Se debe hacer explicito el rechazó al uso de la fuerza o circunscribir su ejercicio al consenso del Consejo de Seguridad de la ONU. A través de los distintos entramados legales e institucionales (como AIEA y ONU) se debería proceder a identificar los legítimos intereses comerciales de Moscú o cualquier otro proveedor nuclear de la mera transferencia de tecnología con fines militares. También, en función de ganar legitimidad, las Grandes Potencias deberían eliminar los dobles estándares.



En cuanto al despertar misilístico, dado que EE UU y Rusia concentran, mayoritariamente, el conocimiento y la producción la elaboración de un marco regulatorio debería exigir menor coordinación.



Redefinición de las esferas de influencia: Reconocer un límite a la proyección de poder de Occidente en el ex espacio soviético, no significa necesariamente, entregar un “cheque en blanco” a Rusia. En este sentido, un eventual accionar agresivo y unilateral por parte de Rusia será denunciado por la Comunidad Internacional, repercutirá negativamente en la imagen de Moscú, se vera afectada su política de soft-power y no saldrá inmune en los distintos Foros Internacionales. Aún admitiendo que difícilmente pueda expandirse la OTAN hacia el Este, no necesariamente la misma suerte, tendría la UE. Moscú no podría, con tanta vehemencia, denunciar que la están rodeando.



Tampoco sería correcto entender a Europa y el ex espacio soviético como un mapa que solo tiene dos colores, tal como en los mejores tiempos de la Guerra Fría. Es decir, deberíamos ver y entender al nuevo mapa de Euroasia como esferas de influencia solapadas por múltiples actores.
En el escenario de Europa Oriental, podríamos ver una mayor influencia de la UE-OTAN-EE UU, así como también esferas solapadas en Ucrania.



El Caucáso presentaría un balance más favorable a Rusia, pero no debería menospreciarse la presencia euro-estadounidense. Aquí, sus intereses son más limitados que en Europa Oriental y, por lo tanto, sería fácil aceptar un menor grado de influencia. Dichos intereses pasan por consolidar la estabilidad regional, combatir al terrorismo y asegurar el suministro de energía vía el oleoducto BTC y otras posibles líneas de comunicación.



En Asia Central, la influencia estadounidense – que aumento sustancialmente tras el 11-S – se ha reducido rápidamente. No obstante, la puesta en marcha de la estrategia de delegar poder en un Estado pívot, ofrece oportunidades que aún es temprano para evaluar. Pero la falta de proyección de poder estadounidense es más que compensada por la sistemática penetración de China. El imperio han tiene una amplia agenda de intereses en Asia Central que la transforman en un dinámico actor y no siempre coincidente con Rusia. El mayor punto de conflicto con Moscú, es la energía. Mientras que los rusos, como ya dijimos más arriba, desean retener el monopolio de los accesos, China - como el 3ª importador global de crudo - tiene una imperiosa necesidad de lograr nuevas fuentes de suministro. En resumen, Asia Central presenta una triple solapacíon.
En orden de seguir apostando por la reconstrucción de la relación bilateral, Rusia y EE UU deberían jerarquizar dos temas en su agenda común.



En primer lugar, se debe jerarquizar las amenazas comunes que las Grandes Potencias deben enfrentan. Los movimientos fundamentalistas, grupos terroristas (que no siempre deben entenderse como sinónimos), crimen organizado, narcotráfico y otros actores no estatales hostiles - comúnmente denominados nuevas amenazas - representan una oportunidad para la cooperación e instrumentación de estrategias, necesariamente, bilaterales o inclusive multilaterales. Un abordaje multilateral, a esta problemática, podría trastocar la noción de esferas de influencia, asemejándola más a una idea de áreas de cooperación.



En segundo lugar, se debe comenzar a jerarquizar una idea-fuerza que gire entorno al concepto de Espacio Común de Seguridad para Euroasia. Este concepto, no debe aspirar a materializarse en el corto plazo, sino que debe ser interpretado como un Norte para la nueva agenda bilateral. También debería verse como la definición por la positiva, de una nueva alianza ruso-estadounidense.



Las nociones sobre la construcción de un Espacio Común de Seguridad para Euroasia, pueden encontrarse en la temprana post Guerra Fría. En 1997, Brezezinski afirma “La tarea a largo plazo está aún por hacer y consiste en cómo impulsar la transformación democrática y la recuperación económica de Rusia impidiendo, al mismo tiempo, el resurgimiento de un imperio euroasiático que pueda obstruir la meta geoestratégica estadounidense de configurar un sistema euoroatlántico más extenso y al que Rusia pueda estar vinculada de manera estable y segura ”. El concepto vuelve a ser planteado en 2005, en su libro “El dilema de EE UU: ¿Dominación global o liderazgo global?”. En esta ocasión expresa “La inclusión a largo plazo de Rusia como un Estado europeo normalizado y de categoría media (…) dentro del sistema euroatlántico generaría una base mucho más amplia para afrontar los conflictos crecientes en los Balcanes globales del Asia occidental y central .”



En síntesis, las relaciones ruso-estadounidenses desbordan holgadamente el plano bilateral, tienen múltiples implicancias estratégicas y configuran la estabilidad, de lo que Harold Mackinder denominaba la Isla Mundial.

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martes, 29 de septiembre de 2009

“Path to power: Como la política regional de Brasil está impactando en su status internacional”.


Por Juan Pippia, licenciado en Ciencia Política y estudiante de la maestría de RR II de Flacso San Andrés. Ponencia presentada en el IV Encuentro de CERPi y las II Jornadas del CENSUD. UNLP,IRI, Agosto 2009.


Introducción.


La presente investigación tiene por objetivo evaluar la política regional de Brasil. En la primera parte, analizaremos como las regiones y las potencias regionales configuran el escenario internacional, afirmando que la noción de Seguridad Internacional no tiene tanto poder explicativo como el enfoque regional. Antes de poder apreciar, en su justa medida, a la política regional de Brasil, haremos un breve resumen histórico de su inserción en Sudamérica. A continuación, definiremos a Sudamérica como el área de influencia/pertenencia de Brasil. Luego analizaremos el regionalismo como mecanismo de soft-balancing. Finalmente, emitiremos las conclusiones donde afirmamos que la política regional de Brasil, se acerca a la estrategia de Hegemonía Cooperativa más que al path to power tradicional realista.


La preponderancia del regionalismo y a las Potencias Regionales en el nuevo contexto internacional.

Tras la finalización de la Guerra Fría, distintos autores argumentan que la seguridad tiende a explicarse mejor, si observamos el plano regional y no tanto el plano global. Como evidencia, se aporta que la mayoría de los conflictos, no suelen sobrepasar el ámbito nacional o, en su defecto el ámbito regional. Lo mismo sucede en términos de cooperación. Las organizaciones o alianzas más dinámicas, en materia de seguridad, son de carácter regional o incluso subregional. Encontrándose estancadas, sus pares continentales o internacionales. De este modo, se concluye que hablar genéricamente de seguridad internacional no resulta tan apropiado y la perspectiva regional gana peso.


Quienes examinan este fenómeno, son Buzan y Waever en su obra “Regions and Powers: The Structure of international security.”El libro afirma que desde el proceso de descolonización, el nivel regional de la seguridad, se ha vuelto más autónomo y prominente. Y el fin de la contienda bipolar, lo acelerado. Sin la injerencia de las Súper Potencias (SP), las Potencias Regionales (PR) tienen más espacio para maniobrar.


Los autores critican, que la autonomía relativa de las regiones no es adecuadamente capturada por la estructura uni, bi o multipolar, propia de la teoría realista clásica. Frente a esta insuficiencia del realismo clásico, en Regions and Powers desarrollan la teoría del Complejo de Seguridad Regional. El mismo, permite entender mejor la estructura – definida esta, como los arreglos de las partes del sistema y como esas partes se diferencian entre sí - del balance de poder y las relaciones de poder, hacia dentro de él.Siguiendo a los autores, la perspectiva regional se erige, sobre si misma, como el locus del conflicto y la cooperación. Y se basa en dos supuestos…


A) La declinación de la rivalidad de las SP, reduce la calidad de la penetración de las mismas en el resto del mundo.
B) La mayoría de las Grandes Potencias (GP), en la post Guerra Fría, son “pequeñas GP”. Lo que significa, que sus dinámicas domesticas los alejan de involucrarse estratégica y militarmente en regiones alejadas .


En síntesis, la primer enseñanza de Buzan y Waever nos presenta a un mundo donde la periferia pierde la importancia estratégica que tenía durante el imperialismo y, en menor medida, durante la Guerra Fría. De esta forma, las Potencias Regionales ganan preponderancia en la articulación del orden regional.


“Regions and Powers” también nos deja un útil calificación de las Potencias. Criticando las categorías realistas clásicas, que desconocen el plano regional, divide a las potencias en 3 tipos.


En la cima, coloca a la Súper Potencia: La misma debe tener un poder militar de primera línea, tanto en términos convencionales como nucleares. Así mismo, debe tener una economía que lo pueda sustentar. También debe contar con una capacidad de proyección global. Y, por último, los demás Estados deben reconocerle ese título. En la actualidad, solo los EE UU alcanzan esta posición.


Luego continúa la figura de la Gran Potencia: Es menos demandante. Se distingue de una Potencia Regional, en el sentido que tiene el potencial de alcanzar el status de SP en el corto o mediano plazo. Son capaces de operar en más de una región. Ejemplos serían Francia-Gran Bretaña- Alemania, Rusia, China y Japón.


Por último se encuentra la Potencia Regional: Se definen teniendo en cuenta la estructura polar de un determinado Complejo Regional de Seguridad. Sus capacidades no sobre pasan el plano regional y tienen poca incidencia a nivel global. Brasil, Sudáfrica, India, entre otras serían ejemplos.


El 11-S reintrodujo a los EE UU y los europeos en regiones periféricas y, de esta forma, parecería contradecir la tendencia que describe la teoría de Buzan y Waever. Sin embargo, su involucramiento es especifico (combate a grupos radicales y terroristas), tiene fecha de retirada y su principal objetivo es pacificar, estabilizar y construir Estados autosuficientes en materia de seguridad.


Aún aceptando que las Guerras de Afganistán e Irak, le han dado un sesgo más asiático a la política exterior estadounidense. Lo cierto es que fue al precio de haber descuidando otras regiones y objetivos. En fecha tan temprana como julio de 2006, Paul Kennedy advertía que la continuación de las guerras de Afganistán e Irak le restaba a Washington recursos diplomáticos y militares para lidiar con Moscú y Beijing . O dicho de otra forma, para lidiar con los rusos en Europa Oriental, Caucáso y Asia Central y para pujar con los chinos en Asia Central, el Mar Meridional de China y en la Península Coreana. Es decir, la prioridad por Afganistán e Irak, le restaba fuerzas en otros escenarios regionales.


A diferencia de los años de la Guerra Fría o del periodo imperialista, no existe algo así como una “competencia global”. La mayor parte de las pujas se dan en planos regionales y con objetivos puntuales. Incluso el Estado más poderoso del globo, no pretende ni la dominación ni la hegemonía, le alcanza con mantener el predominio o liderazgo y emprender una estrategia de off-shore balancer frente a otras GP . Actualmente, ninguna GP aspira a convertirse en hegemón global (como son los casos de la UE y Japón) o no cuentan con las capacidades como para proponerse seriamente ese objetivo (Rusia y China). Los puntos más controversiales de la agenda ruso-norteamericana, son temas estratégicos (no proliferación, sistemas de misiles, reducción de armas) o regionales (expansión de la OTAN sobre Europa Oriental y, con menores posibilidades sobre el Caucáso, delimitación de la penetración estadounidense en Asia Central y cooperación entorno a la situación en Afganistán). Lo mismo va con China, donde podemos enumerar, la continuación del litigio en Taiwán, la situación en la Península Coreana, los conflictos limítrofes en el mar meridional de china, etc.


En los últimos años - como producto de lo que podríamos denominar, el ascenso del Sur - la literatura de las Relaciones Internacionales, se ha plagado de artículos sobre la figura de las PR y le auguran una mayor importancia, en el corto y mediano plazo. Para los ya mencionados Buzan y Waever, las PR se constituyen en el polo de la estructura regional. Para Thomas Pederson, los procesos de integración regional se explican mejor, poniendo el foco en las PR .


Mientras que los EE UU experimentan una perdida en su poder de disiciplinamiento , las PR ganan márgenes de acción y buscan transformar estas ventanas de oportunidad, en ventajas más permanentes. En este sentido, podemos mencionar al programa nuclear iraní, el Plan Estratégico para la Defensa de Brasil, la expansión de la influencia china en África y Asia Central e inclusive la incursión de Rusia contra Georgia, pueden entender como oportunidades concretadas, gracias a su nuevo margen de maniobra.


Otros analistas advierten que el contexto internacional, fomenta lo que podríamos denominar un enfoque delegacionista. El mismo asume que, frente a la incapacidad o falta de voluntad de la Súper Potencias y Grandes Potencias, las Potencias Regionales deben ser asumir la responsabilidad de ser garantes de la estabilidad y seguridad de sus respectivas áreas geográficas . De este modo, las PR asumirían facultades delegadas de las GP para ser responsables de sus respectivas regiones. Esta visión, esta presente en el acuerdo militar franco-brasileño de 2008. Los franceses justificaron la venta de armas y la transferencia de tecnologías - para desarrollar su propio submarino nuclear - a sus pares brasileños, aludiendo que deben convertirse en una potencia militar y, así como también apoyarían su eventual ingreso al Consejo de Seguridad de la ONU. En palabras del presidente de Francia, Nicolás Sarkosy, “(un) Brasil poderoso es un elemento de estabilidad para el mundo. ”


El enfoque delegacionista también es redituable para las SP o GP quienes, de esta manera, pueden desentenderse de problemáticas que no desean asumir. Como fue el caso de los EE UU en los años ‘60 y ‘70. Washington sabía que mientras se encontrara luchando en Vietnam, la opinión publica no apoyaría un gran despliegue de tropas en Medio Oriente. Por lo tanto, implementó una política de delegación hacia las Potencias Regionales de Turquía e Irán. Dichos países recibieron un torrente de subsidios y equipamiento militar, con la condición de proteger a Arabia Saudita, mantener a raja la influencia soviética y promover la estabilidad regional .
Pero aún más beneficioso, resulta ser para los Estados receptores de la delegación. Las PR, más allá de si efectivamente puede asumir la delegación, ven mejorada su posición internacional. Dicho título, les permite posicionarse como ordenadoras regionales e implica de facto el reconocimiento de una GP de su status.


En resumen, las regiones y las PR están llamadas a tener un mayor protagonismo en la teoría de las Relaciones Internacionales. Al mismo tiempo, tienen un mayor poder explicativo de los fenómenos que se suceden. Por lo tanto, no estaríamos equivocados en afirmar que parece vislumbrase una tendencia hacia premiar las estrategias regionales y a las PR.
Breve resumen histórico.


Históricamente, Sudamérica fue un lugar marginal en la agenda exterior de Brasilia. Un breve recontó histórico, nos advierte que solo a partir de finales de década del ’70 del siglo pasado, se puede hablar de una estrategia o política brasileña para la región.
Durante el periodo post independencias, las repúblicas hispanoparlantes sospecharon y guerrearon contra lo que veían como una Potencia Colonial insertada en el subcontinente. Sus economías tampoco favorecían la cooperación y el acercamiento. Tanto las económicas de los países de hispanoamericanos como la de Brasil, se hallaban orientadas hacia la exportación de materias primas, con destino a los países centrales. De esta forma, se encontraban poco o nulamente relacionadas.


En el siglo XX, persistiría la desconfianza mutua. Para Brasil, permanecía la idea de que no tenía nada que ganar con la región. Sudamérica era vista como una fuente de inestabilidad, pobreza y de rivalidad geopolítica. Estos prejuicios se reforzaban con la visión cosmopolita de Itamaraty. La misma buscaba estrechar mayores lazos con los países avanzados - particularmente los EE UU - en orden de favorecer su posicionamiento internacional, así como también, beneficiar su desarrollo económico. Ya desde los tiempos del Barón de Río Branco, Brasil consideraba que era de carácter estratégico el lograr establecer un estrecho vínculo con los EE UU.


La oportunidad llegaría con la 2° Guerra Mundial. Luego de pendular entre una neutralidad pro Eje y alinearse junto a los Aliados, Brasilia, se decidió por estos últimos. Apartándose de la neutralidad, Brasil pudo negociar concesiones con los EE UU. Siendo el caso paradigmático, la financiación del Polo Siderúrgico de Volta Redonda , el cual se convirtió en la piedra basal de la industrialización brasileña. De esta forma, se pudo corroborar que, efectivamente, el establecimiento de una relación especial con los EE UU generaría un proceso de empowerment de Brasil, frente a sus vecinos.


Durante la Guerra Fría, la cooperación estadounidense-brasileña atravesó altibajos pero de todos modos, siguieron considerando a los EE UU, como su mayor aliado. Los militares que gobernaban no concebían un Brasil Potencia, sin el auspicio de Washington . Para el resto de los países latinoamericanos, esta relación implicaba que Brasil aceptaba ser el gendarme regional de los EE UU.


1° Proceso de Sudamericanización (1977-79)
El proceso de sudamericanización de la política exterior brasileña, comenzaría a producirse hacia finales de los ’70 y fue producto una combinación de tres cambios en las relaciones bilaterales.
En primer lugar, la relación con los EE UU. La misma experimento un fuerte retroceso, desde el prisma de Brasilia debido a la cuestión nuclear. En el marco de las relaciones especiales, que ambos países sostenían desde la 2° GM, se establecieron distintos acuerdos y políticas tendientes a fomentar el desarrollo de una industria nuclear brasileña. De este modo, se estableció el Cooperation Treaty for the Peaceful Development of Atomic Energy para recibir uranio enriquecido, Common Program for the Research and Estimation of the Uranium Soucers para investigar las reservas de uranio en Brasil, entre otros programas.
Pero la controversia llego cuando Brasil sentía que los EE UU no lo dejan avanzar más allá de cierto límite. Daniel Flemes, argumenta que los estadounidenses no se encontraban predispuesto a transferir el know how necesario que le permitiese a Brasil elaborar el ciclo nuclear completo.
Washington consideraba que si Brasilia lograba desarrollar el ciclo completo - más allá de su promesa de hacer únicamente un uso civil de la energía nuclear - se convertiría en un proliferador nuclear o podría hacerse con la bomba atómica. De esta forma, nunca transfirió a Brasil ni todas las tecnologías ni todos los conocimientos.
Los brasileños se vieron obligados a buscar un nuevo aliado. Y lo logro. En 1975, firmo un acuerdo con Alemania Federal, por el cual se planeaba construir 8 centrales atómicas, con tecnología germana. Pero el acuerdo nunca prospero. Los alemanes fueron victimas de una doble presión: Por un lado, el Departamento de Estado denunció el acuerdo y amenazo a Bonn con sanciones. Y, paralelamente, el parlamento alemán – teniendo en cuenta las violaciones a los derechos individuales que se producían en Brasil - impuso una moratoria de 4 años, a la implementación del acuerdo . Para 1977, Washington había anulado el acuerdo germano-brasileño de cooperación nuclear.


Este incidente, afecto la relación bilateral. Pero más fuerte fue el impacto que produjo en la idea-fuerza que entendía, a la relación con los EE UU como funcional al desarrollo económico.


En segundo lugar, la firma del Tratado de Cooperación Amazónica de 1978. Preocupado por la rivalidad con la Argentina, la diplomacia brasileña busca establecer un “frente despejado” con sus vecinos de la selva amazónica. El tratado es un marco para fomentar la integración y cooperación multilateral, con Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Guyana y Surinam. Países con quienes existían escasas relaciones y existían muchas sospechas. Especialmente, en relación a como debían utilizar los recursos hídricos y forestales del Amazonas .


En tercer lugar, la descompresión de las relaciones con la Argentina. Hacia mediados de década, Argentina y Brasil se hallaban inmersos en una puja regional, que incluía una carrera armamentista y nuclear. La relación comenzó a relajarse en 1979, cuando ambos países, más Paraguay firman el acuerdo tripartito para compatibilizar las centrales hidroeléctricas de Itaipú y Corpus. Más tarde, en 1988 y con ambos países re-democratizados, se firma el Tratado de Integración, Cooperación y Desarrollo. Este amplio tratado incluía diversos asuntos como el compromiso con los valores democráticos, respeto a los derechos individuales y medidas para la construcción de confianza, en el área estratégico-militar . El mismo sería la base para el Tratado de Asunción de 1991 y el lanzamiento del MERCOSUR.


2° proceso de Sudaméricanización (1989-91)


El siguiente periodo de involucramiento de Brasil, en Sudamérica, se da con el fin de la Guerra Fría. En ese entonces, según Matías Spektor, comienza a circular en Itamaraty la idea que advierte que Brasil, debe desasociarse de “Latinoamérica” y que su región de pertenencia/ de influencia debería ser “Sudamérica”. Para los brasileños, Latinoamérica implicaba tres problemas.


En primer lugar, se encuentra México y su proyecto-país. Para los dirigentes brasileños, dicho proyecto-país podría describirse como un canje que sacrificaba autonomía (tanto en materia de política económica y, en menor medida, de política exterior) a cambio de un acuerdo de libre comercio con los EE UU, en el marco del NAFTA. Para los brasileños, los conceptos de autonomía y desarrollo son indivisibles, por lo tanto, el proyecto-país de los mexicanos se les presenta como contradictorio.


El 2° problema con Latinoamérica es su mala imagen financiera y económica. La sucesión de crisis financieras, desde la crisis de la deuda en los ’80 hasta las crisis financieras de los ’90, estigmatizaron a Latinoamérica. Los dirigentes brasileños consideraban injusto tener que pagar tasas más altas para financiarse, por culpa de la irresponsabilidad fiscal e insolvencia financiera de sus vecinos.


El 3° problema es la fuerte proyección de poder que los EE UU emanaban y emanan hacia Centroamérica y el Caribe . En términos geopolíticos, no sería impreciso afirmar que la región esta siendo o ha sido absorbida por Norteamérica. En un breve recontó histórico, podemos mencionar alrededor de 100 intervenciones armadas, promoción de golpes de Estado o derrocamiento de gobiernos rivales a sus intereses, entre otras acciones que conformaron a la región como un gran lago estadounidense.


En la actualidad, la incorporación de los países centroamericanos y caribeños a alguna institución o mecanismo de Regional Governance sudamericano o auspiciado por la diplomacia de Itamaraty, deberían enfrentar con los siguientes formidables obstáculos…


1. La mayoría de los países de la región han firmados tratados bilaterales de libre comercio con los EE UU y la mayoría de sus exportaciones se dirige hacia dicho mercado. Claramente, se trata de una interdependencia económica, altamente asimétrica.
2. Ofrecen su territorio para la colocación de bases militares. Como por ejemplo, Reina Beatrix en Aruba, Hato Rey en Curazao y Comalapa en El Salvador.
3. Acompañan y apoyan los principales lineamientos estratégicos de Washington, en política internacional. En ese sentido, podemos mencionar que Nicaragua, Honduras, El Salvador y República Dominicana enviaron tropas a Irak.
4. Lógicamente, también acompañan las iniciativas de seguridad que Washington propone para su región. Es por eso que se evalúa la posibilidad de entrenar a las FF AA locales para combatir nuevas amenazas, como las bandas delictivas denominadas maras. La posibilidad de la creación de un Batallón Conjunto de las FF AA centroamericanas para realizar operaciones de estabilización. Presumiblemente, se usarían intervenir, bajo mandato de ONU u OEA, en Estados Fallidos de la región .


En síntesis, Centroamérica y el Caribe es área de influencia directa de los EE UU y no hay probabilidades reales de proyectar influencia efectiva, en el corto y mediano plazo.
Sudamérica como área de influencia/pertenencia.


La 1° idea ordenadora de la estrategia regional de Brasil es la definición de Sudamérica como área de influencia/pertenencia. Deliberadamente, utilizamos las palabras influencia y pertenencia ya que consideramos que Brasilia entiende a la región tanto en términos realistas como institucionalistas. Ya que es tanto, una región hacia donde proyectar influencia, como un espacio para construir instituciones y comunidad. Por ejemplo, frente a la persistencia de la conflictividad en Colombia, la respuesta de Brasil es doble: Por un lado, busca canalizar la crisis vía mecanismos de Regional Governance, como el UNASUR (respuesta institucionalista). Y, al mismo tiempo, refuerza la vigilancia de su frontera e incrementa su presencia militar (respuesta realista).


Siguiendo a Matías Specktor, Sudamérica debe ser prioritario en la agenda exterior de Brasil por tres motivos.


1. La región importa porque es la mayor fuente de inestabilidad: La inestabilidad, puede afectar las credenciales democráticas y pacificas de la región, la cual, puede jactarse de no sufrir de una guerra inter-estatal desde 1995. Brasilia es conciente que la inestabilidad puede llamar la atención de Washington y convertirse en una excusa para la intervención e injerencia en los asuntos sudamericanos (como actualmente, está ocurriendo en Colombia). Lógicamente, a mayor participación de EE UU en la región, menor será el liderazgo de Brasil en la misma. Por lo tanto, el regionalismo de Brasilia, procuraría protección contra riesgos más que acumulación de poder.


2. La región puede servir de escudo: En el largo plazo, el objetivo de Brasilia sería convertir a la región en un escudo. Tanto frente a amenazas económicas globales (como fueron las crisis financieras de los noventas) como la intervención política o militar de Potencias off.-shore .


3. La región puede ser una importante fuente de acumulación de poder: En términos de la teoría del Complejo de Seguridad Regional, Brasil ya es una PR. Sin embargo, aún no cuenta con el reconocimiento de sus vecinos y por lo tanto, difícilmente, lo apoyarían en su candidatura al Consejo de Seguridad de la ONU. No obstante, Brasilia puede aspirar a que la región se convierta en una suerte de plataforma para su posicionamiento global.


Para Susanna Gratius, la región sudamericana, no debe ser entendida como una realidad geográfica sino más bien como un proyecto geopolítico que busca crear su propio ámbito de influencia .


En líneas similares argumenta Amaury de Souza, quien advierte que Brasilia diferenció, políticamente, a Sudamérica de su relación con el resto de América Latina. Esta diferenciación, se profundizó con la iniciativa estadounidense, de establecer el ALCA, a nivel hemisférico. La iniciativa, habría licuado el poder de mercado que representan los 2oo millones de consumidores brasileños y, al mismo tiempo, habría desplazado a las exportaciones industriales y de alto valor agregado que sus empresas venden al MERCOSUR. La negativa brasileña fue sintetizada en una frase de su entonces canciller, Celso Lafer quien advirtió “El MERCOSUR es el destino y el ALCA es opcional ”. Relativizando así, la iniciativa de Washington y escudándose en el MERCOSUR.


Sennes, Onuki y Oliveira también advierten que los dos principales pilares de la inserción internacional de Brasil pasan por la delimitación de Sudamérica como área de influencia y el multilateralismo. Los autores también coinciden en señalar la existencia de un proceso de sudamericanización de la política internacional brasileña y una creciente implicancia y militancia en los asuntos regionales .


La jerarquización de Sudamérica, en la agenda internacional de Brasilia, puede explicarse en función de dos factores.


En 1° lugar, posicionamiento global. No se puede aspirar a ser una Gran Potencia (en términos de Buzan y Waever) sin no tener - por lo menos - un claro liderazgo en su región de origen. Sin llegar al extremo de establecer una hegemonía regional en el sentido de Mearsheimer , Brasilia debe asegurarse ser el actor decisivo en Sudamérica. En ese sentido, le correspondería tener un rol protagónico a la hora de definir los asuntos de seguridad de la región. De la misma forma que es impensado un acuerdo de seguridad para el ex espacio soviético, excluyendo a Rusia o un arreglo de seguridad regional, en el Sudeste Asiático, sin China, Brasil debe tener un papel relevante en la agenda de seguridad regional.


Actualmente, Brasilia no ejerce un rol protagónico en la agenda de seguridad regional. Se presentan varios impedimentos.


En primer lugar, deberíamos afirmar que su status regional, no es acompañado por su capacidad militar. Es decir, su prestigio es más grande que su poder real. En palabras de Maquiavelo, Brasil es un príncipe más respetado que temido. Lo que siguiendo al genio de Florencia, no es exactamente lo más aconsejable para un príncipe.


Demás esta decir que, de considerar seriamente su postulación al rotulo de Gran Potencia deberá desarrollar unas FF AA, covalentes con dicho título. A pesar de contar con el presupuesto de defensa más alto de la región, sus FF AA, no son necesariamente las más sofisticadas. Las FF AA de Colombia, Venezuela y Chile, principalmente, y Perú y Ecuador en menor medida, han incrementado sus presupuestos de defensa más aceleradamente que los brasileños y han incorporado avanzados sistemas de armas.


Chile. Las principales incorporaciones son1 fragata tipo 22 , 4 fragatas tipo 23, 2 submarinos tipo Scorpone, 1 buque petrolero de flota, Misiles Exxocet MM40 SM39, 140 tanques Leopard II, 139 vehículos blindados de transporte YPR 765, 100 vehículos Hummers , 12º vehículos de combate de IM, 5 helicópteros 52 MK-1, 40 tanques con sistema de apoyo antiaéreo, aviones F -16 (10 nuevos a EE UU y 18 usados a HOL), 142 misiles AIM 120, 6 helicópteros Bell. Las FF AA chilenas se vieron favorecidas por los extraordinarios precios del cobre de los últimos años. En el 2005 - la transferencia por la ley secreta del cobre – alcanzo los 800 millones de dólares, para el 2006 llegaría a los 1 100 millones y para el 2007, 1 390 millones. Tengamos en cuenta, que a finales de los noventas, la transferencia rondaba los 250 millones .


Perú: 4 fragatas clase Lupo, 8 lanchas de combate, 2 buques cisternas, modernización de portatropas blindado M113, tanques T-72 de segundo uso, 500 misiles antitanque Kernet. Recuperación de sus principales aviones, U.A 238, U.su 25, Antonov, etc. Debemos ponderar que Las adquisiciones y modernizaciones tienen por objeto balancear el creciente poderío chileno. País, con quien sostiene un litigio marítimo, así como también una histórica rivalidad.


Colombia: Adquirió 12 helicópteros UH-60 Black Hawk, helicópteros de transporte rusos MI-17 y respaldó la modernización de equipo aeronáutico, fluvial y de combate terrestre, de forma paralela con la cooperación de EEUU. También compró 25 aviones tucano para apoyo cercano. Se busca reforzar la movilidad y rapidez en el despliegue de tropas. Junto con Chile, Colombia, es uno de los países que más gasta en términos de porcentaje del PBI. Los estrategas colombianos advierten que deben lidiar con un triple frente compuesto por las Guerrillas-Venezuela-Ecuador. Lo cual le genera un dilema a Bogota: ¿Debe invertir en armas ligeras y móviles para luchar contra la guerrilla o armamento más poderoso como para luchar con un ejército regular?


Venezuela: Compró 5 buques patrulleros, 1 buque tanque, 1 remolcador oceánico, 48 patrullas clase Rodman, 4 submarinos 636, 15 helicópteros MI-35, 24 aviones SU 35, 12 aviones de carga ILYUSHIN II-76, helicópteros MI-17 . Al igual que el caso chileno, el alza de los commodities favoreció la compra de armamento. A pesar de sostener que su principal hipótesis de conflicto es una invasión de una first class power y que la respuesta sería una guerra asimétrica, las compras de Caracas indican que desean desarrollar una cierta capacidad de proyección de poder.


La lectura estratégica, de estas incorporaciones es doble. Por un lado, nos advierte que “(…) implican un importante salto tecnológico que habilita operaciones militares más complejas y de forma sostenida por más tiempo, en lugares más alejados de los centros de reabastecimiento al incorporar buques logísticos o cisternas .” Es decir, no solo se tratan de adquisiciones que buscan “reemplazar material y armas obsoletas” - como es común escuchar -sino que buscan ganar capacidad de proyección de poder. Por el otro lado, de sostener su liderazgo real y, no solo en términos de prestigio, Brasil debe profundizar y, en la medida de lo posible, acelerar su Plan Estratégico para la Defensa Nacional. El objetivo sería transformarse en una potencia militar cuantitativa pero también cualitativa. En ese sentido hay mucho para hacer.


En 2° lugar, en Sudamérica se encuentran los mayores desafíos. Más precisamente, en la región andina, con epicentro en Colombia.


La región andina se caracteriza por una combinación de Estados débiles a la hora de proveer seguridad y bienes colectivos básicos, fuerte accionar de actores no estatales hostiles (como guerrillas, crimen organizado, narcotráfico, etc.) un largo historial de pobreza y oscilaciones entre inestabilidad política-institucional y estabilidad al precio de caudillismos autoritarios . También existe la posibilidad que algunos Estados del arco andino, devengan en Estado-Fallidos, siendo el caso más probable Bolivia.


Pero sin dudas, el epicentro de la inestabilidad es Colombia y la persistencia de las distintas guerrillas, como las FARC. Asociándose con grupos narcotraficantes para obtener financiación, las FARC y otros grupos guerrilleros, representan una amenaza para la integridad territorial de Bogota. Frente a estas amenazas, Colombia estableció un acuerdo estratégico con los EE UU. Por el cual, a través del Plan Colombia, Washington se comprometió con créditos, financiación para la compra de equipo y armas y despliegue de asesores militares para instruir a sus pares colombianos, en la lucha contrainsurgente. En resumen, la subregión representa dos focos de inestabilidad interrelacionados: El narcotráfico/ guerrilla y la presencia militar estadounidense.
Buzan y Waever advierten que la agenda de seguridad, en la post Guerra Fría, de los EE UU para Latinoamérica – centrada en drogas, migraciones, medio ambiente, insurgencia y crimen organizado - refuerza su penetración al Sur del Río Bravo. Siendo particularmente más fuerte en México, América Central y, de manera creciente, en los países andinos. En estos países, los problemas son más intensos y cercanos a los intereses de los EE UU.


Los sucesos del 11-S y la redefinición de las FARC, como grupo terrorista, justifican un mayor engagement. Tal es la presencia e injerencia de los EE UU, en la problemática colombiana, que los autores especulan con la posibilidad que la subregión andina se “desprenda” de la dinámica regional de Sudamérica y sea absorbida por Norteamérica . Sin llegar a dicho escenario, si estamos en condiciones de advertir que la influencia de los EE UU en Colombia, es mayor a la que ejerce Brasil.


Frente a la persistencia del conflicto colombiano y, de manera más general, frente a la inestabilidad en la subregión, Brasil ha emprendido el siguiente paquete de políticas.
Intervención política y diplomática, enmarcada en una estrategia de soft power: Este ha sido el instrumento más utilizado por Brasil y su característica distintiva frente a sus pares del BRIC. Mientras que Rusia, China e India son potencias nucleares y han ejercido el poder en crudo cuando tuvieron la oportunidad. Brasil busca ingresar al escenario global, vía intervención política y diplomática .


La intervención política y diplomática puede explicarse como producto de la negativa a ejercer políticas de poder en crudo o hard power. Negarse a utilizar dichas políticas, puede entenderse por dos motivos.


En primer lugar, a pesar que en el corto plazo, Brasil podría ganar, evalúan que el ejercicio del poder en crudo favorecería, en el mediano y largo plazo una coalición regional que busque balancearlos.


En segundo lugar, Brasil no cuenta con tantos recursos duros de poder, como otras Potencias Regionales. Brasil no podría castigar a alguno de sus vecinos, en la misma medida que Rusia castigó a Georgia. O de la misma forma, que los EE UU intervino - casi impunemente - en Centroamérica.


Frente a estas limitaciones, Brasilia ejerce el poder en crudo solo bajo ciertas circunstancias, que le asegurar que los demás Estados vecinos no lo perciban como una potencial amenaza. En 1996, el general Lino Oviedo, justificándose en supuestos casos de corrupción, amenazo con destituir, vía golpe de Estado, al presidente Juan Wasmosy de Paraguay. Pero el golpe nunca prosperó porque desde Brasilia, le restaron cualquier apoyo y le recordaron a los conspiradores que el golpe, violaría la cláusula democrática del MERCOSUR. En este caso, Brasil actuó según lo establecido por las normas del MERCOSUR. Las mismas advierten que un golpe de Estado, en cualquiera de los países miembros, será sancionado con una expulsión del mercado común. La Argentina también argumento la Cláusula y de esta forma la acción de Brasil, no quedaría aislada .


En el 2004, Brasil asumió el mando militar de la MINUSTAH, contribuyendo con 1 200 militares y policías. Con un mandato amplio; Brasil, Argentina y Chile buscan estabilizar y normalizar la convulsionada isla caribeña. Lógicamente, en este caso, el ejercicio del poder en crudo, se realizo en el marco de una misión de paz de ONU .


Rol de mediador: Otro instrumento que Brasil ha emprendido para con la subregión andina, es asumir el rol de mediador, frente a los distintos conflictos ocurridos. Apoyado en su historial pacifico y centrado en el derecho internacional, Brasilia se ha ofrecido como mediador en diversos conflictos regionales. Asume este rol tanto con una finalidad “ofensiva”, como incrementar su prestigio internacional, o “defensiva”, como podría ser evitar que un spill over regional que lo afecte.
Esgrimió su rol en la mediación de la Guerra peruana-ecuatoriana de 1995, junto a los EE UU y la Argentina. En este caso, la motivación de Brasilia, puede explicarse por la intención de incrementar su prestigio internacional. Objetivo en gran medida coronado, con la firma del acuerdo de paz, en Brasilia, en 1998.


A comienzos del primer mandato de Lula – cuando todavía no se sabía las implicancias y éxito que tendría Uribe frente a las FARC - Brasilia, se ofreció como mediador entre las partes en conflicto . La mediación, hubiese permitido a Brasil ganar cierto protagonismo en el conflicto más prolongado de la región sudamericana. Al mismo tiempo, le hubiese permitido contraponerse y diferenciarse de la intervención norteamericana. Brasilia podría haberse presentado a sus vecinos, como la respuesta “no militar” a la problemática de las FARC. En contraposición a los EE UU quienes, lógicamente, representarían la “respuesta militar” de la mano del Plan Colombia. Pero los planes de Brasilia naufragaron tempranamente cuando Bogota rechazo su participación.
Construcción de mecanismos de Regional Governance, el Tratado de Cooperación Amazónica: A mediados de los 1970, la Amazonía comienza a ser percibida como una zona vulnerable a dos tipos de amenazas. Por un lado se temía que las Grandes Potencias buscasen desnacionalizar la selva y transformarla en alguna suerte de Patrimonio de la Humanidad, que restringiese o anulase la soberanía brasileña sobre el inmenso bosque tropical. Brasilia temía que lo escasamente poblada y desarrollada que se encontraba la región, favoreciera una política de hechos consumados, por parte de las Grandes Potencias.


Paralelamente, la amazonía comienza a verse afectada por la actividad de distintos actores no estatales de carácter hostil. Es decir, lo que en la actualidad denominamos nuevas amenazas, como el narcotráfico, las guerrillas, el crimen organizado, saqueadores de recursos naturales, etc.
Frente a este doble desafío, Brasilia considera que debe ejercer un control efectivo. Y la mejor estrategia para logar un control efectivo, es poblar y desarrollar esta vasta pero inhóspita subregión. Sin embargo, movilizar población y FF AA hacia la amazonía, tradicionalmente inhabitada, podría generar sospechas en sus vecinos, quienes podrían resucitar la idea irredentista sobre la permanente expansión brasileña. Sus temores podrían traducirse en políticas de balance y si así ocurriese, lo que Brasilia habría ganado en poblamiento y desarrollo, lo perdería en términos políticos y diplomáticos en la relación con sus vecinos. Tengamos en cuenta, que hacia mediados de 1970, la interacción de Brasil con sus vecinos de amazónicos era escasa y marginal. Podemos mencionar, a modo de evidencia, que el presidente Figueiredo, fue el 1° presidente en ejercicio en visitar Perú, Colombia y Venezuela .


Por lo tanto, con el doble propósito de eliminar sospechas por parte de sus vecinos y re-afirmar la soberanía de las partes sobre la Amazonía, Brasil impulso la firma del Pacto Amazónico de 1976 y luego el Tratado de Cooperación Amazónica de 1978. En síntesis, los acuerdos firmados se caracterizan por expresar un conjunto de normas y principios comunes para regular las relaciones inter-estatales en el ámbito amazónico. Están escritos con la suficiente flexibilidad, como para evitar temores por parte de los países vecinos. A pesar de apelar al concepto de integración y a temas comerciales, los acuerdos ponderan, en mayor medida, al concepto de cooperación y a temas jurídicos y geográficos .


El marco de los tratados y pactos, le permitiría perseguir sus objetivos de control efectivo, sin generar sospechas en sus vecinos. Al mismo tiempo, frente a la potencial amenaza de la desnacionalización del Amazonas, los acuerdos generaron una posición común y de mayor peso, que la que Brasil podría sostener por si solo. No sería equivocado afirmar que, mediante los acuerdos, Brasil busca aglutinar, a los países del Amazonas, en un regionalismo coherente y unificado que actuaría como política de contrabalance frente a las pretensiones

desnacionalizadoras de las Grandes Potencias, en el Amazonas. Políticas de enmeshment frente a Venezuela: El auge del precio del crudo, experimentado a partir del 2004, y las pretensiones de liderazgo regional del presidente Chávez han transformado a Caracas en un activo actor del escenario latinoamericano.


Su estrategia regional podría sintetizarse en tres puntos. A) La diplomacia petrolera: el activismo chavista puede explicarse, en gran medida, por el favorable contexto internacional que atraviesan los hidrocarburos. B) Proyecto Político Regional: el régimen de Caracas busca “exportar” su proyecto político. El mismo se basaría en la combinación de altas dosis de anti-norteamericanismo, la noción de un proyecto bolivariano y lo que autodenomina socialismo del siglo XXI. Y C) El liderazgo carismático de Chávez. Su estrategia regional ha logrado un éxito considerable y Caracas puede jactarse de haber alineado detrás de su égida a La Habana, La Paz, Managua y Quito. Alejandro Corbacho, director del Departamento de Ciencias Políticas del UCEMA, advierte que “(…) se está consolidando un Eje energético-ideológico” que puede describirse como “(…) nacionalista, sin compromiso hacia los mecanismos de la democracia representativa de raíz liberal y antiglobalización .”


En síntesis, el régimen de Caracas representa un desafío al liderazgo regional brasileño. Una de las estrategias que Itamaraty está empleando frente a Venezuela es una política de enmeshment.


Definimos por enmeshment : a la creación de un entramado legal-normativo-formal que “enrede” al Rouge State de forma tal que les reduzca sus márgenes de maniobra unilateral, los someta a un comportamiento previsible y lo implique en una relación de interdependencia - tanto en materia de seguridad como en términos comerciales - con sus vecinos . La política de enmeshment tiene por objetivo moderar los impulsos del Rogue State y, mediante la interdependencia, producirle nuevos incentivos que le generen una actitud más consensual.
Las políticas de enmeshment son comunes en la región del Sudeste Asiático, donde las naciones del ASEAN buscan “enredar” a China para moderarlo y, al mismo tiempo, “enredar” a los EE UU para involucrarlo en sus asuntos de seguridad. En el caso sudamericano, Brasil buscaría “enredar” a Venezuela, con el objetivo de “domesticar” al régimen chavista y disolver o, por lo menos, aminorar su estrategia regional. En este sentido, Brasil invito a la República Bolivariana tanto al MERCOSUR como a la UNASUR/Consejo de Defensa Sudamericano. En dichas organizaciones, Caracas tiene voz y voto pero a cambio de sujetarse a ciertas reglas.
Advirtiendo que aún no ha transcurrido un tiempo suficientemente largo como para poder evaluar correctamente la política de enmeshment. Podemos comenzar a divisar que dicha política no parece estar “moderando” a Venezuela.


En cuanto al MERCOSUR, existen serias dudas de que Venezuela puede, efectivamente, compatibilizar sus tarifas aduaneras con el arancel externo común (AEC) del bloque. Hasta que Venezuela no baje sus tarifas y las equipare con las del AEC, el comercio bilateral crecerá pero no con la velocidad necesaria (como la experimentada por la economía argentina en los primeros años del MERCOSUR) como para poder generar interdependencia.


En términos de seguridad, las perspectivas de crear interdependencia y, de esta forma, “enredar” a Venezuela son todavía menos promisorias. El Consejo Sudamericano de Defensa tiene objetivos poco ambiciosos, parece un traje a medida para Brasil y puede reducirse a la mera figura de un Foro . Para poder generar mecanismos de enmeshment, los acuerdos de seguridad deberían ser más profundos y tender hacia algún tipo de institucionalización. Sin llegar al extremo de constituir una suerte de OTAN del Atlántico Sur, es posible reproducir modelos y experiencias similares a la de Europa Occidental tras la 2° GM. Es decir, comenzar a diseñar políticas que tiendan a recrear la idea de Karl Deutsch de Comunidades de Seguridad. Por lo tanto, ante la ausencia de mecanismos y acuerdos de seguridad profundos, Chávez puede eludir fácilmente quedar “enredado”. Por el contrario, ha utilizado el Consejo para fines propios como denunciar el imperialismo estadounidense y recriminar a su par colombiano por su alianza con los EE UU .


Inclusive, podríamos afirmar que Chávez tiene su propia política de enmeshment, para hacerle frente a Brasilia. En un plano diplomático, Venezuela - a través de la adquisición de armas, la realización de ejercicios conjuntos, el estrechamiento de vínculos políticos y, posiblemente, la compra de tecnología nuclear – está tratando de “enredar” a Rusia en los asuntos de seguridad de la región. Aunque no podríamos afirmar que Rusia respaldaría a Venezuela, llegado el caso, tampoco podemos negar la evidencia. La misma nos demuestra, por un lado, la voluntad de Caracas de involucrar a Rusia en la región y, simultáneamente, los deseos de Moscú de volver a tener una injerencia en la región.


Pero es Colombia, por lejos, el Estado sudamericano que mejor ejerce la política de enmeshment. A comienzos de siglo, la instauración del Plan Colombia, le permitió a Bogota incrementar, sustantivamente, el poderío de sus FFAA. Luego del 11-S la ayuda militar creció aún más, transformando a Colombia en el 3° o 4° (según el año) país-receptor, solo por de bajo de Israel, Egipto y Arabia Saudita. Se financió la compra de armamento, equipos, helicópteros y tecnologías de combate. Pero lo más importante fue la contribución al know-how del Ejército colombiano. Gracias al aporte de las Fuerzas Especiales del Ejército de los EE UU (SF) y así como también a contratistas privados, el Ejército colombiano adquirió valiosos conocimientos en combate contrainsurgente. Y dado los intereses de los EE UU en mantener una presencia militar en la región, es muy probable que está política de enmeshment continué en el mediano plazo.


En resumen, las políticas de enmeshment de Brasil sobre Venezuela, aún no presentan resultado verificable. Resta saber si podrá arrojar resultados, en el largo plazo. Por el lado de Caracas, podemos advertir que su política de enmeshment sobre Rusia, se encuentra todavía en una etapa muy embrionaria. No así, el caso colombiano, donde se podría llegar hablar de una relación estratégica, con perspectivas de continuar en el mediano plazo.


El peor escenario para Brasil, sería una profundización de las relaciones ruso-venezolanas y una continuidad e institucionalización de la presencia norteamericana en Colombia, en analogía con su inserción en Medio Oriente, Europa o Asia-Pacifico.


El regionalismo como mecanismo de soft-balancing.


Otra idea que prevalece a lo largo de toda su política regional, es la utilización del regionalismo como mecanismo de soft-balancing. Definimos soft-balancing como a las acciones que, evitando entrar en confrontación directa y dado la imposibilidad de balancear vía medios militares, buscan llevar a cabo políticas que debiliten o encarezcan el margen de maniobra del más poderoso .


El regionalismo brasileño, como mecanismo de soft-balancing, parecería seguir el modelo de Hegemonía Cooperativa de Thomas Pedersen. Como ya dijimos más arriba, el autor afirma que los distintos procesos de Regional Governance se explican mejor, poniendo la lupa sobre las Potencias Regionales. Define a Hegemonía Cooperativa como una grand strategy que busca crear un orden regional estable. El mismo estaría comprendido por un rol activo de la PR, creación de soft rules, arreglos voluntarios entre los Estados, el uso de pagos laterales y power sharing para con los Estados menores y la tendencia a institucionalizar y formalizar los procesos políticos regionales. Al mismo tiempo, en el marco de dicha estrategia, las PR podrían expandir sus intereses nacionales, sin hacer uso de medios coercitivos y sin generar desconfianza entre sus vecinos. Esta estrategia es propia de Potencias, sin mucho poderío militar pero abundante en recursos de soft power.


En este sentido, Brasilia cumple con muchos de los requisitos de Pederesen y su estrategia de Hegemonía Cooperativa.


Rol activo en la región: Existe un consenso generalizado que no duda en afirmar que Brasilia no solo un tiene un rol activo, sino que podría definirse como protagónico.


Soft Rules: A diferencia de la experiencia europea, en el regionalismo sudamericano la mayoría de las reglas que se establecen no son de carácter obligatorio, ni tampoco existen mecanismos de aplicación. La mayoría de las dediciones regionales, se toman por consenso o unanimidad.


Arreglos voluntarios: Brasil no ejercer su poder en crudo para presionar a sus vecinos a firmar distintos documentos regionales. Prevalece el consenso, aún al precio de lograr eficacia.


Pagos laterales: Se define como los beneficios materiales que los Estados vecinos obtienen de la PR a cambio de aceptar su liderazgo. Dado que la economía brasileña, a pesar de su sostenido crecimiento, aún contiene grandes bolsones de pobreza e indigencia los Pagos Laterales de Brasil son pequeños comparados con otras PR con un mayor nivel de PBI per capita. El acceso a su mercado doméstico, por parte de sus socios del MERCOSUR, podría ser considerado como el principal mecanismo de pagos laterales. La compra de gas natural a Bolivia e hidroelectricidad a Paraguay podrían ser otra forma.


Power Sharing: Se define como la capacidad de compartir poder con sus vecinos. Según algunos autores Brasil mantiene un power sharing con la Argentina . En ese sentido, Brasilia considera Buenos Aires un aliado estratégico en los temas de seguridad regional y como ejemplo podríamos considerar la cooperación en el marco de la MINUSTAH. Sin embargo, existen una multitud de temas donde, difícilmente, Brasilia adopte una posición de power sharing. Como por ejemplo, su eterna pretensión de ganar una silla permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.


Tendencia institucionalizar: Aquí Brasilia presenta una dualidad. Por un lado, es el principal constructor regional, pero al mismo tiempo, no se compromete ni busca reducir su margen de maniobra en dichas instituciones. El resultado es una escasa supranacionalidad en los procesos de Regional Governance.


Expansión de sus intereses: Lógicamente, no pueden entenderse su militancia regional, por fuera de sus Intereses Nacionales. Por ejemplo, la creación del MERCOSUR, al mismo tiempo que consolido la nueva relación con la Argentina, impulso las exportaciones industriales brasileñas. Lo mismo puede decirse del Consejo de Defensa Sudamericano. Además de servir al posicionamiento de Brasil, simultáneamente, busca crear un mercado común del Sur de la defensa .


Para los estrategas brasileños, el actual momento, presenta las siguientes ventajas…
1. Jerarquización de Medio Oriente/ Asia Central y desvalorización – relativa – de Sudamérica, en la agenda internacional de Washington.
2. Percepción generalizada que advierte que uno de los principales desafíos de la región, es como evitar y contener la implementación de políticas militares y unilaterales por parte de EE UU (instalación de bases, lanzamiento de la IV Flota, etc.).
3. Insuficiencia del TIAR, OEA y otros mecanismos hemisféricos (donde la influencia de los EE UU se encuentra muy presente) para canalizar/reducir las tensiones y conflictos regionales.
4. Insuficiencia y/o contradicciones de Venezuela, para construir un regionalismo desde Caracas. Las políticas sugeridas por Chávez no lograron un consenso regional mínimo o resultaron inviables. Como por ejemplo el ALBA, el Ejército del Sur, el Gasoducto del Sur, entre otras iniciativas.
5. Buenas relaciones, que Brasil mantiene con casi todos los países de la región. Aunque se advierte cierta tensión con Caracas y Bogota.


Frente a estas circunstancia Brasilia entiende que el regionalismo pude constituirse en un mecanismo de soft-balancing de la siguiente forma…


• Brasilia se presenta ante sus vecinos como una Potencia Consensual, en el marco de una estrategia de Hegemonía Cooperativa.


• De este modo, busca aglutinar a los países sudamericanos en el marco de distintos bloques regionales, siendo en este caso particularmente relevante, UNASUR/ Consejo de Defensa Sudamericano. • Hacia dentro del bloque, prevalece una dinámica de institucionalismo moderado y tendencia a la integración que buscan modificar los incentivos de los Estados y reducir los márgenes para conductas de free raider.


• Se establece una agenda y objetivos propios. Simultáneamente, se excluye y relativiza los organismos hemisféricos, donde la influencia de Washington es predominante.


• La instauración de una agenda propia y la concreción de objetivos regionales propios relativizará, en el mediano y largo plazo, la influencia de EE UU en la región. Generando así un contrapeso, que no recaerá, exclusivamente, sobre Brasilia, sino que será compartido por la región. Un regionalismo impulsado por Brasil, en su rol de PR, pero acompañado por sus vecinos puede actuar como un mecanismo de soft-balancing al encarecer, más que dificultar, los objetivos de EE UU en la región. La denuncia del acuerdo militar colombo-estadounidense, en el marco de la Cumbre del Consejo de la Defensa, en agosto de 2009, podría ser un ejemplo .


Si bien la denuncia del acuerdo militar, no imposibilitará la instalación de las bases, lo cierto es que sí incremento el costo diplomático del acuerdo, principalmente, para Colombia. Ante la reacción negativa y generalizada de sus vecinos, Álvaro Uribe, se vio en la obligación de emprender una gira diplomática para ofrecer explicaciones sobre el acuerdo y tomar nota de los reclamos de sus vecinos . Para los EE UU, los costos fueron menores, no obstante, la Cumbre de la UNASUR fijo agenda y coloco a la defensiva a Washington. Muy difícilmente, los países sudamericanos hubiesen logrado establecer esta agenda, en un ámbito hemisférico como la OEA.
En conclusión, el regionalismo puede actuar como mecanismo de soft-balancing ya que, mediante distintos organismos o políticas, aumenta los costos de las potencias extra-regionales de actuar o tener injerencia en Sudamérica.


Conclusiones.


Existe un consenso generalizado, en la teoría de las Relaciones Internacionales que afirma para transformarse en Gran Potencia, primero se debe consolidar el título de Potencia Regional. En esa misma línea argumentan Buzan y Waever, quienes definen a las Grandes Potencias un peldaño arriba de las Potencias Regionales. Brasil, no será la excepción. En la presente investigación solo tomamos una variable – la política regional – la conformación de la grand strategy también deben evaluarse la política internacional y la estrategia de seguridad.
En cuanto a la política regional, la misma nos advierte que Brasil no está haciendo el path to power tradicional-realista, tal como siguieron EE UU, Rusia y otras Grandes Potencias, en otros momentos.


La política regional de Brasil – como path to power – se caracteriza por la aplicación de de políticas de soft power, utilización de la presión o del instrumento militar (que en el presente trabajo, denominamos el ejercicio en crudo del poder) solo bajo circunstancias especificas, la construcción de mecanismos de Regional Governance y otras políticas, en el marco de una estrategia de Hegemonía Cooperativa. Esta estrategia podría indicarnos que Brasil se constituye como una Potencia Consensual. En cambio, Para algunos analistas más críticos, Brasil desarrolla una estrategia de Hegemonía Cooperativa dado que no cuenta con los recursos duros suficientes como para lanzarse a un path to power tradicional. Como evidencia advierten que Brasil, a pesar de ser el protagonista de la construcción institucional regional, carece de lo que Pedersen denomina commitment capacity. Y de este modo, no acepta perder cierto margen de maniobra, en nombre de transferirle poder a una autoridad supranacional, como las instituciones regionales.


En resumen, la Grand Strategy de Brasil estaría compuesta por tres elementos: Política Internacional, Política de Seguridad y Política Regional. En la presente investigación – centrada exclusivamente en la política regional –la evidencia recolectada y analizada, nos permite afirmar que Brasil se encuentra más cerca de la estrategia de Hegemonía Cooperativa de Pedersen que de una estrategia realista tradicional, basada en recursos duros de poder.


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