sábado, 21 de febrero de 2009

Hacia un nuevo enfoque del conflicto Afgano-Pakistaní: La dinámica de seguridad regional y la estrategia contrainsurgente.


Introducción.

El presente artículo busca describir y explicar el nuevo enfoque que muchos analistas y think tanks sugieren para las relaciones con Pakistán, en el marco de la Guerra de Afganistán, y que la Administración Obama está haciendo suyos.
Este nuevo enfoque consta dos ideas ordenadoras. En primer lugar, concibe que las relaciones con Islamabad no puedan desentenderse por fuera de la dinámica de seguridad regional. En segundo lugar, se reconoce que el conflicto en Asia Meridional es una gran guerra insurgente y por lo tanto Washington no debería apoyarse únicamente en el instrumento militar. La estrategia contrainsurgente debe incluir una amplia agenda civil de trabajo que incluye diversas políticas tendientes a la estabilización.

La nueva política hacia Pakistán y Asia Meridional.

Tres motivos nos permiten afirmar que hay una nueva política para Asia Meridional en general y Pakistán en particular. En primer lugar, el nuevo presidente estadounidense, Barack Obama, ha decidido jerarquizar y priorizar la Guerra de Afganistán en pos de la Guerra de Irak. Ya desde la campaña electoral, Obama, viene argumentando a favor de concentrar fuerzas y recursos en Afganistán, sosteniendo que es allí donde se encuentran los líderes de Al Qaeda y otras organizaciones terroristas. Muy probablemente, también haya influido en su decisión el derrumbamiento de la situación en Afganistán. Las cifras de muertes hablan por si solas, en el 2007 fallecieron 117 soldados estadounidenses pero para el 2008 la cifra se elevo a 155. Este cuadro se vuelve más sangriento cuando tenemos en cuenta que entre 2001 y 2003 las bajas eran de apenas 109 hombres[1]. Para Washington, un resurgimiento talibán es inaceptable. El compromiso con la nueva política hacia la región cobro forma con la voluntad de Washington de enviar un refuerzo de 30 000 hombres hacia Afganistán, que duplicarán el numero de las tropas estadounidense en dicho país.

En segundo lugar, podemos mencionar el nombramiento del experimentado embajador Richard Holebrooke como representante tanto para Afganistán como para Pakistán. Holebrooke, es un experto en resolución de conflictos y participo de los acuerdos de Dayton. Su nombramiento, representa la intención de Washington de darle a la situación en Afganistán y Pakistán una respuesta holística y regional que comprenda no solo los aspectos militares sino también aquellos relacionado al desarrollo socio-económico[2].

En tercer lugar, la Administración Obama parece decidida a establecer una agenda bilateral más amplia con Islamabad, que no solo se concentre en los asuntos militares. La nueva agenda comprendería áreas de cooperación en materia de agricultura, energía, educación, infraestructura y ciencia. El objetivo sería impulsar las bases para un desarrollo económico sostenido. El Ministro de Relaciones Exteriores de Pakistán, Shah Mahmmood Qureshi, afirmo que su país estaría dispuesto a firmar un acuerdo de libre comercio y un tratado bilateral de inversiones con el fin de impulsar la economía. Sostuvo también, que el desarrollo económico es, en última instancia, la clave para ganar los corazones y las mentes de los pakistaníes y así triunfar en la Guerra de Afganistán[3].

En síntesis, podemos hablar de una nueva política de Washington para la región gracias a tres nuevos ejes. Jerarquización y prioridad para el conflicto Afgano-Pakistaní, comprensión holística y regional del problema e impulso de una agenda de trabajo más amplia, no solo militar.

Dinámica de seguridad regional.

La primera idea ordenadora en la nueva política de Washington hacia la región es la comprensión de la problemática de Afganistán en el marco del concepto de dinámica de seguridad regional. Según Barry Buzan, este concepto hace alusión al “(…) conjunto de Estados cuyas mayores percepciones y preocupaciones en cuanto a la seguridad se encuentran tan relacionadas que sus problemas de seguridad nacional no pueden ser razonablemente analizados o resueltos de forma separada.” También afirma que luego de la Guerra Fría, los conglomerados regionalmente basados “son el patrón normal de interdependencia en materia de seguridad, en un sistema internacional geográficamente diverso y anárquico[4].” Esta definición puede complementarse con la argumentación de Robert Kelly, quien afirma que tras la finalización de la Guerra Fría, el sistema global tiene más participantes, es menos eurocéntrico y los Estados del Tercer Mundo ganan autonomía. Así, el foco del conflicto deja de ser el enfrentamiento entre las súperpotencias y se traslada hacia los Estados de la periferia, es decir, se “regionaliza”[5]. Esto no significa, que las dinámicas regionales no tengan posibles implicancias globales, sino que el foco y la matriz del conflicto tienen un carácter regional, que puede explicarse dejando de lado el tablero geopolítico global.

En el caso del conflicto afgano, la regionalización o comprensión del mismo en el marco de la dinámica de seguridad regional, no es un enfoque nuevo para muchos mandos militares, historiadores y analistas. Y es por eso, que en reiteradas ocasiones, se habla de la Guerra Afgano-Pakistaní, a pesar de que en ningún momento se le declaró la guerra a Islamabad. En este caso la regionalización del conflicto se da, principalmente, por cuatro motivos.

Etnia: La frontera Afgano-Pakistaní fue delimitada arbitrariamente, por el Imperio Británico a finales del siglo XIX, por el emisario de la Corona, Sir Mortimer Durand. La línea que lleva su nombre nunca fue reconocida por los afganos[6] y dividió a las tribus pastunes entre estos dos países. Muchos pastunes se volvieron partidarios de los talibán, se han alistado a sus milicias y llevaron el conflicto al interior de Pakistán.

Geografía: El circuito montañoso que atraviesa la frontera se ha convertido en el santuario de los insurgentes. Las provincias y regiones fronterizas de Pakistán, como Beluchistán, las Agencias Tribales Federalmente Administradas y la Provincia Fronteriza del Noroeste (estas últimas más conocidas por sus siglas en inglés FATA y NWFP, respectivamente) se han convertido en el núcleo duro de la resistencia insurgente contra el régimen en Kabul.

Ausencia de control político y desarrollo económico en las regiones fronterizas de Pakistán: Históricamente, Pakistán ha delegado el ejercicio de su autoridad política sobre estas regiones. En las FATA la autoridad de Islamabad se diluye y el poder real recae sobre los líderes tribales. La región fronteriza se caracteriza por su pobreza extrema, ausencia de servicios del Estado y de cualquier noción de gobernabilidad a la occidental. Esta ausencia es capitalizada por los fundamentalistas, quienes proveen ciertos bienes públicos, siendo particularmente relevante el caso de las madrasas. Estas son escuelas islámicas que imparten educación religiosa, pero en la práctica resultan ser útiles centros de reclutamientos para los insurgentes y fundamentalistas. La ausencia del Estado también favorece las actividades ilícitas como la compra de armas y el narcotráfico.

Concepto de Profundidad Estratégica: Muy probablemente, este concepto, sea el que mejor demuestre la existencia de una dinámica de seguridad regional.
Hacia finales de los ´80, el régimen militar del General Zia ul Haq, veía en la yihad afgana, encabezada por quienes más tarde se convertirían en los talibán, un movimiento útil y potencialmente dócil a la influencia de Islamabad. Dada su implicancia en la guerra afgano-soviética, los pakistaníes creían que podrían apadrinar y dominar al nuevo gobierno en Kabul. Paralelamente, los altos mandos militares pakistaníes consideraban que ganar influencia en Afganistán era clave en su lucha contra Nueva Delhi. Los militares argumentaban que dominando Afganistán, lograrían hacerse con una sustancial masa de Profundidad Estratégica. Es decir, hacerse con un basto territorio que les permitiría librar una guerra prolongada pero decisiva contra la India[7]. El concepto de Profundidad Estratégica fue clave para los soviéticos durante la 2° Guerra Mundial[8], pero existen dudas sobre si sería aplicable al escenario de Asia Meridional.

La implicancia de Pakistán en su vecino continuaría en la siguiente década. En 1993, por presión internacional, Islamabad levantaría las bases de sus grupos guerrilleros cachemires de suelo pakistaní, las trasladaría al Este de Afganistán y les pagaría a estos por su protección. De esta forma, “cada vez más, la cuestión de Cachemira se fue convirtiendo en el móvil principal tras la política paquistaní con respecto a Afganistán…[9]

En la actualidad, Islamabad veo con sospecha la participación de Nueva Delhi en la reconstrucción de Afganistán. Para los pakistaníes, pero especialmente para los militares, el protagonismo de India en Afganistán, es parte de una política de encirclement contra ellos. Le corresponde a los EE UU, persuadir a los pakistaníes para que entiendan que la participación de los indios es una contribución al Nation Building, dictada por sus intereses de seguridad regional y energética[10]. Tarea que no será sencilla, por que Islamabad también le genera inquietud la creciente cooperación indo-americana, en materia nuclear y naval[11].

Reconocer la existencia de una dinámica de seguridad regional, implica desnacionalizar la Guerra de Afganistán y aceptar la regionalización de la misma. La conceptualización del conflicto afgano, como regional, implica ubicarlo en un nuevo cuadro, necesariamente más amplio. Para abordar este cuadro, deben evaluarse y considerarse los intereses de las potencias regionales y de otras que puedan verse afectadas como China, Rusia o Arabia Saudita.

En este sentido, Karin Von Hippel y Frederick Barton, analistas del influyente Center for Strategic and International Studies de Washington, proponen que los americanos y sus aliados desarrollen una estrategia coherente para comprometer y hacer participar a las potencias regionales en una suerte de Grupo de Contacto Expandido, que incluya a China, India, Irán, Rusia y Arabia Saudita. A este grupo, le correspondería un rol fundamental en la lucha antiterrorista. Rol que deberían aceptar, ya que todos (con la excepción de Irán) han sido victimas del terrorismo. También les correspondería una agenda no militar, que incluya el incremento del comercio transfronterizo y la cooperación para el desarrollo, elementos vitales para la estabilización de Afganistán[12].

La estrategia contrainsurgente: la importancia de los elementos no militares.

La segunda idea ordenadora de la nueva política para Asia Meridional es la aplicación de una estrategia contrainsurgente que complemente el uso de las FF AA con una amplia agenda de temas no militares. El consenso sobre la importancia de la agenda no militar, surge luego de comprender y aceptar al conflicto afgano-pakistaní como una gran guerra insurgente, donde la victoria solo será posible si se triunfa tanto en el campo de batalla como en los corazones y mentes de los afganos y pakistaníes.
Tanto para el caso de Pakistán como de Afganistán, muchos analistas advierten que tan importante como el combate es lograr la reconstrucción del Estado. Definido este como presencia, provisión de servicios clave, niveles de seguridad aceptables y rule of law. En este sentido, no basta con ganar, sino que se debe ganar, sostener y construir[13]. Mientras que el “ganar” es tarea de los militares, el “sostener” y “construir” es tarea de la agenda no militar. De contar solo con el instrumento militar, los aliados bien podrían ganar batallas, pero cada centímetro ganado se perdería luego si no se sostiene con una agenda civil, que tendría por principal objetivo reconstruir el Estado.

En el caso de Afganistán, ha sido posible comenzar a reconstruir el Estado en las regiones Norte y Centro. No así en las provincias del Sur y Sudeste donde los aliados no terminaron de derrotar a los talibán. En tanto que Pakistán también presenta un mapa dispar. Sus provincias fronterizas del Oeste y Noreste carecen de dicha noción del Estado y la influencia de este se limita a las regiones del Centro y Oeste del país. Si adjuntamos estos dos mapas podremos apreciar que existe una vasta región entre la frontera de ambos donde la influencia y presencia del Estado es raquítica y el poder real recae en tribus locales, a menudo pero no siempre, en asociación con los insurgentes.

La complementariedad de la agenda militar y civil la podemos apreciar con mayor claridad, si entendemos al conflicto como una lucha por el control de áreas de influencia. Teniendo en cuenta que la estrategia de los insurgentes es buscar una guerra de desgaste, que desangre a los EE UU y sus aliados y motive así su retirada. A los insurgentes no les es necesario obtener victorias en el campo de batalla, les basta con retener áreas de influencia donde los aliados no puedan desarrollar la agenda civil de reconstrucción. Es así como en los últimos años, los insurgentes se han concentrado en atacar agencias civiles de desarrollo y otros organismos relacionados a la reconstrucción. En un principio, la respuesta de los aliados fue contraatacar y hacer retroceder a los insurgentes. Pero como no contaban con tropa suficiente para resguardar los territorios recuperados, los insurgentes rápidamente volvían al acecho. El nuevo consenso, advierte que los aliados solo deben tomar la iniciativa si cuenta con la capacidad de resguardarlas, para luego desarrollar la agenda civil. Es decir, no “ganar” sino se puede también “sostener” y “construir”. La noción de áreas de influencia, nos permite ver mejor como la estrategia contrainsurgente hace indivisibles a los instrumentos militar y civil y sus respectivas agendas.

La agenda civil también debería apuntar al Estado Nacional, dada la debilidad de sus instituciones. Según el Center for Strategic and International Studies de Washington, cuatro son las reformas fundamentales. 1) Rule of Law: Se necesita una reforma que atraviese todo el sistema de seguridad, restaurar jueces expulsados por Musharraf y establecer medidas de accontability para evitar la corrupción. 2) Gobernabilidad: Reformar la constitución para recomponer poderes al Parlamento, integrar a las FATA a la Provincia Fronteriza del Noreste (NWFP) y redefinir la asignación del presupuesto de una forma más favorable a las provincias. 3) Economía: Fomentar el desarrollo de las FATA y hacer un uso más eficiente de los fondos aportados por la ayuda internacional. 4) Seguridad: En línea con la estrategia de contrainsurgencia de los aliados, Pakistán debe complementar el uso de la fuerza con una agenda civil de desarrollo[14]. Tampoco se debe descartar la negociación con los jefes tribales[15]. Este conjunto de recomendaciones, podrían estar respaldadas con abundantes fondos si se aprueba el proyecto de ley, del entonces senador Joe Biden. El proyecto, denominado Enhanced Partnership with Pakistan Act of 2008, propone ofrecer una ayuda económica de 1 500 millones de dólares anuales para financiar programas no militares. La financiación se sostendría por diez años y estaría focalizada en la construcción de escuelas e infraestructura[16], con el doble objetivo de impulsar la economía y sustituir a las madrasas.

Conclusiones.

Reconocer que el conflicto afgano-pakistaní se encuentra enmarcado en una dinámica de seguridad regional, implica, en cierta forma, admitir un rol para las potencias regionales. En este sentido, la Administración Obama ha comenzado a contemplar los intereses de Rusia e Irán, países claves en la resolución de los conflictos de Irak y Afganistán. En la Conferencia Internacional de Seguridad, celebrada en febrero de 2009, en Munich, el vicepresidente Biden, afirmo que esta dispuesto a negociar con Irán, aunque también advirtió que Teherán debe abandonar su plan nuclear, considerado por EE UU como ilegal. En esa misma oportunidad, Biden también le tendió una mano a los rusos. Llego a afirmar que el polémico Escudo de Defensa Antimisiles que se instalaría en Polonia y República Checa “quedará supeditado a condiciones de eficiencia y de precio, y se hará en concertación con los aliados de la OTAN y Rusia[17].”

En cuanto a la estrategia de contrainsurgencia, el presidente Obama parece decidido a apostar por su profundización. En dos puestos claves, se encuentran dos convencidos de la importancia de la estrategia. En el Departamento de Defensa, continúa Robert Gates y como, Consejero de Seguridad Nacional, nombró al general retirado James Jonas con la misión de modernizar el organismo para hacerle frente a las nuevas amenazas. Otro partidario de la estrategia contrainsurgente es el General David Petraeus, quien se encuentra al mando del CENTCOM. Petraeus fue quien elaboró el nuevo manual para la contrainsurgencia, en el 2006[18].


Con esta evidencia podemos afirmar que la Administración Obama esta aplicando un nuevo enfoque en relación a Pakistán y Asia Meridional.



[1] http://icasualties.org/oef/
[2] Alberto Priego “La política del palo y la zanahoria en Afganistán.” http://spanish.safe-democracy.org/2009/01/30/la-politica-del-palo-y-la-zanahoria-en-afganistan/ 30 enero 2009
[3] Shah Mahmmood Qureshi “Oportunities and challenges in Pakistan’s foreign policy” Conferencia en el Brookings Institute, 11 julio 2008. www.brookings.edu/events/2008/0711_pakistan.aspx
[4] Barry Buzan, Ole Waever y Jaap de Wide “Security: A new framework for analysis.” Boulder: Lynne Rienner Publishers, 1998.
[5] Robert Kelly “Security theory in the “New Regionalism” ”International Studies Review, Vol 9, Issue 2, summer 2007.
[6] De hecho, en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado se produjeron choques fronterizos entre ambos Estados, debido a los reclamos de Kabul sobre Beluchistán, NWFP y el deseo de construir una gran patria Pastún. Ahmed Rashid “Los talibán: El Islam, el petróleo y el nuevo Gran Juego en Asia Central.” Editorial Península Atalaya, 2001.
[7] Ahmed Rashid “Los talibán: El Islam, el petróleo y el nuevo Gran Juego en Asia Central.” Editorial Península Atalaya, 2001.
[8]Edward Luttwak “The grand strategy of the Soviet Union.” St Martin’s Press, 1983.
[9]Ahmed Rashid “Los talibán: El Islam, el petróleo y el nuevo Gran Juego en Asia Central.” Editorial Península Atalaya, 2001.
[10] La estabilización de Afganistán permitiría la construcción de gasoductos que comuniquen las ricas reservas de Asia Central con el Mar Arábigo o India, como sería el caso del proyecto TAPI (Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India).
[11]Bahukutumbi Raman “Indo-Pakistani relations alter 26-11” http://www.realinstitutoelcano.org/ 3 de Febrero 2009.
[12] Karin Von Hippel y Frederick Barton “Getting right in Pakistan and Afghanistan.” http://www.csis.org/ ,28 enero 2009.
[13] Anthony Cordesman “Analyzing the afghan-pakistan war.” http://www.csis.org/ ,28 julio 2008
[14] Karin Von Hippel, Mehlaqa Samdani y Frederick Barton “A new course for Pakistan.” http://www.csis.org/ ,14 mayo 2008.
[15] Paradójicamente, la negociación con los jefes tribales permitió que el gobierno provincial de Malakand le concediera a un grupo fundamentalista la instauración de un marco legal, basado en la sharia en el Valle de Swat, ubicado en el Noreste de Pakistán. También se comprometió a cesar las operaciones de seguridad contra el líder talibán del Valle. A cambio, el gobierno exigió un cese de hostilidades. Para analistas occidentales se trata de un retroceso, ya que convertirá al Valle de Swat en un nuevo santuario para los insurgentes. Para los pakistaníes, se trata de una concesión pragmática que servirá para restaurar el orden. Agencias AP y ANSA “Críticas a Pakistán por habilitar la ley islámica.” Diario La Nación, 18 febrero 2009.
[16] Bruce Riedel “We need to make the war agaisnt Al Qaeda Pakistan’s war, not just american’s war.” http://blog.aapss.org ,10 septiembre 2008.
[17] Agencias AP, DPA, Reuters y AFP “Washington le tiende la mano a Irán y a Rusia.”Diario La Nación, 8 febrero 2009.
[18] Fabián Calle “Recuerdos del futuro.” Revista Def, enero 2009.

lunes, 9 de febrero de 2009

Seguridad y estabilidad en la región del ASEAN: La implicación geoestratégica de dos colosos, como Grand Strategy regional.


Resumen.

La región del ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste-asiático), comprendida por Malasia, Indonesia, Filipinas, Brunei, Singapur, Vietnam, Camboya, Birmania, Tailandia y Laos, constituye una particular dinámica regional de seguridad. Por un lado, no llegan a constituir un área azul de seguridad cooperativa como es Europa Occidental, sin embargo, tampoco basan sus políticas de seguridad en la realpolitik y el balance de poder. Simultáneamente, se encuentran alineados con los EE UU pero al mismo tiempo mantienen estrechos vínculos con China y otras potencias. La grand strategy del ASEAN consiste en lograr una justa implicancia geoestratégica de ambas potencias, sin perder márgenes de maniobra diplomática y en beneficio de la seguridad y estabilidad regional.

Introducción.

El desarrollo de esta grand strategy es posible, en gran medida, a condiciones exógenas a la región, en la post Guerra Fría. Entre ellas podemos mencionar, el mantenimiento de la presencia militar de los EE UU en el Noreste del Pacífico, su contención sobre Corea del Norte, la continuación de la alianza Tokio-Washington y, tal vez más importante, el temor a que el ascenso de China venga acompañado por un deseo de alterar el status quo en el sudeste-asiático. Complementariamente, y siguiendo a Nye, podríamos afirmar que por debajo de este tablero estratégico se desarrolla un tablero económico donde la interdependencia de las partes se profundiza notoriamente.

Rol de los EE UU y China.

Antes de introducirnos en la grand strategy sería conveniente analizar el lugar que le asignan los Estados del ASEAN a las superpotencias.

En referencia a los EE UU podemos afirmar que los países del ASEAN tienen una convergencia de intereses. No solo ven a los EE UU como un socio comercial y un importante inversor sino también, aunque con matices según cada país, como un aliado militar. Esto lo podemos evaluar en distintos vínculos. En primer lugar, existe una marcada tendencia de los países del ASEAN a adquirir armamento y asistencia militar estadounidense. Esto se complementa con la participación en maniobras y ejercicios conjuntos, tales como los que se desarrollan en el Estrecho de Malaca. También existe una creciente cooperación en materia de contraterrorismo, como en el caso de las Filipinas.

Para muchos, esta convergencia es la continuación de los tiempos de la Guerra Fría, cuando los EE UU aplicaban la doctrina de la contención frente a la proyección comunista que emanaba de Vietnam. En síntesis, los países del ASEAN comparten, a grandes líneas y siempre con matices, la agenda estadounidense. Sin embargo esta convergencia no significa alineamiento. Los países del ASEAN han desarrollado una basta agenda de vinculación con otras potencias. Según Joakim Öjendal, la autonomía del ASEAN frente a Washington la podemos chequear cuando constatamos la proliferación de instituciones informales y tratados firmados por la región y las principales potencias regionales. Entre estos se destacan el Tratado de Amistad y Cooperación (TAC) vigente desde 1976. Este documento enumera principios y practicas y obliga a las partes a resolver pacíficamente sus diferencias. En el 2003 China firma el TAC, lo que es visto como un éxito para la diplomacia del ASEAN. Temiendo quedarse en un lugar marginal, Japón firma con el ASEAN la declaración de Tokio (2003) en el cual se comprometen a crear un área de libre comercio (ALC) para el 2012, más tarde Tokio firmará el TAC y vislumbró la conformación de la Comunidad del Este de Asia. Entre otras, también podemos mencionar el ASEAN + 3 que se trata de un dialogo que incluye a Japón, China y Corea del Sur. Y el Foro Regional del Asia (RFA) que tiene por objetivo dialogar y realizar consultas sobre temas de seguridad. También sirve para construir confianza y generar diplomacia preventiva. Participan varias potencias de la región y otras extra-regionales como EE UU, Australia e India. También se dan encuentros en el marco de la ASEM ( Asia-Europe Meeting) con la UE, quien es un socio comercial cada vez más importante.

Según Öjendal la forma de ganar autonomía frente a EE UU no es rechazando sus propuestas sino incrementando sus relaciones con otras potencias (especialmente China)[1].

En torno a China el panorama no esta tal claro y existen muy distintas posiciones. Algunos advierten que las naciones del ASEAN reconocerían la hegemonía de Beijing excusándose en razones históricas y culturales. Estos autores sostienen que China fue un hegemón benigno, que con poca frecuencia intervenía en sus vecinos y que la tradición confuciana actuaba de aglutinante cultural. Estas versiones fueron descartadas por considéralas parciales e insuficientes[2]. Dejando de lado las tesis culturales, teóricos como Amitav Acharya, Joakim Öjendal y Evelyn Goh parecen sugerir que existe un discreto e indirecto balance frente a China. Si bien cada autor sostiene esta afirmación con distinto grado de intensidad, no estaríamos equivocados si advertimos que China representa algo más que una preocupación. Dos motivos le dan materialidad a esta afirmación. En primer lugar, el formidable crecimiento económico iniciado a finales de los setenta, tras las reformas de Deng Xiaoping. En 30 años China se convirtió en la factoría del globo, con tasas de crecimiento del 9% anual y promisorias perspectivas a futuro. Este incremento en el PBI no tardo en trasladarse a su capacidad militar. Si bien no hay consenso sobre cuanto gasta China en defensa, distintas especulaciones coinciden en que el presupuesto oficial es solo una fachada y que el verdadero gasto en defensa también debería incluir, entre otros ítems, las inversiones en R&D para la creación de tecnologías de la defensa. Dejando de lado las especulaciones, no nos equivocaríamos al afirmar que Beijing es la potencia militar de su región.
El otro motivo, son los conflictos limítrofes irresueltos que China mantiene con sus vecinos. Esto genera temor ya que China recurrió a las FF AA, en el pasado, cuando entendió que su soberanía se vio afectada. La región tiene memoria de dos particulares incidentes. En 1988 China mantuvo un enfrentamiento naval con Vietnam por la posesión de las islas Paracel con un saldo de 3 embarcaciones hundidas y 72 bajas vietnamitas. En 1995 Manila descubre que China había construido un pequeño puesto militar en el Arrecife de Mischief (que conforma a las islas Spratly) a menos de 150 millas de la isla de Palawan por lo tanto dentro de su ZEE. Esto provoco una serie de choques navales y una crisis diplomática[3]. Dado que se cree que estos archipiélagos contienen reservas de crudo y gas natural es muy difícil que la problemática de las Spratly no vuelva a surgir en la agenda.

El escenario hasta ahora presentado nos advierte que la dinámica regional de seguridad no podrá explicarse sin la intervención de estas dos superpotencias. A continuación analizaremos de qué forma interactúan en la región.

Las políticas de omni enmeshment y balance complejo.

Los analistas de la región sostienen que la grand strategy del ASEAN consiste en dos políticas que interactúan en simultaneo.

La primer política, es lo que Evelyn Goh denomina omni enmeshment, Amitav Acharya llama double-binding y en menor medida lo que Joakim Öjendal designa como double movement. Esta política trata de absorber e implicar a las grandes potencias (pero principalmente a los EE UU) en una red de instituciones y acuerdos regionales de seguridad con el objetivo de hacerlos participes de la región de forma tal que tengan un interés en la estabilidad de la misma. Los mecanismos para implicar a las superpotencias son múltiples y van desde la creación de ALC, tratados de cooperación, políticas de intercambio cultural, foros de seguridad a cualquier otra política o acuerdo que signifique aumentar los niveles de interdependencia. De hecho el mismo ASEAN ha sido el mayor canal de engagement con las potencias extra-regionales[4]. Algunos Estados han avanzado sustancialmente en esta política llevándola y profundizándola en el plano nacional. Este es el caso de Singapur y Tailandia quienes basan sus políticas nacionales de defensa en invitar a EE UU a sus respectivos territorios, facilitándoles infraestructura y bases[5]. A pesar de que los EE UU es el principal Estado a captar, el omni enmeshment también apunta a China. Esto se debe a que los Estados del ASEAN consideran que esta estrategia puede lograr domesticar a Beijing. Según los policy makers del ASEAN la incorporación del coloso regional puede inducirlo a moderar su conducta al mismo tiempo que le incremente el costo de una aventura militar. El lograr entrampar institucionalmente a China sería un as bajo la manga del ASEAN a la hora de negociar frente a los EE UU. Al mismo tiempo, si los países del ASEAN y China pueden dar pruebas del entrampamiento de este último, es probable que los halcones de Washington pierdan fuerza para reclamar una política de contención. Para Chong-Pin Lin, el entrampamiento se acomoda muy bien a la nueva grand strategy de China que se basaría en una Ofensiva con Instrumentos Extra-Militares. Esta estrategia buscaría reducir gradualmente la influencia de los EE UU con instrumentos como la ayuda económica, contribuciones culturales, sanciones legales y diplomacia coercitiva aunque sin renunciar al uso de la fuerza[6].
En el largo plazo, los países del ASEAN creen que como producto de la complejización de la interdependencia, los intereses de las superpotencias se irán modificando y asemejándose a los de ellos.

La segunda política, es lo que Goh llama el Balance Complejo y se trataría de un contra-balance a la oriental ya que según Acharya la dicotomía balance/bandwagoning es muy limitada para evaluar el rango de opciones que tienen los países del ASEAN. Este contra-balance no buscaría un equilibrio de fuerzas materiales a la occidental sino un incremento en los costos en los que tendría que incurrir un posible agresor. Otra particularidad del Balance Complejo es su carácter discreto. Esto se explica por que ningún Estado secundario desea oficializar sus temores sobre China. También se podría explicar en función de las particularidades de la diplomacia del ASEAN que se caracteriza por su discreción, sutileza y bajo perfil (el ASEAN way) En la medida de lo posible tratan que los temas espinosos no sean objeto de debate ni en sus respectivas opiniones públicas ni en potencias extra-regionales. Desde un plano militar también podemos verificar este balance. Según Acharya los países del ASEAN están enfocando sus inversiones en mejorar sus capacidades navales y aéreas. Lo que demuestra que estos Estados están preocupados en contrarrestar la capacidad de proyección de China en el Mar Meridional[7]. Para Goh este balance también se caracteriza por ser indirecto ya que descansa en la dominación estadounidense de la región. Este balance indirecto consta de 2 niveles: Políticas militares tomas por los Estados individualmente y Políticas de balance complejo elaboradas a nivel regional que va más allá de lo militar. Es decir, la utilización de los acuerdos e instituciones informales para contrarrestar (o siguiendo la conceptualización oriental podríamos decir encauzar) la preponderancia China[8].

¿Como se logra la estabilidad?

La construcción de la estabilidad es fruto de una compleja gama de tratados, instituciones informales, acuerdos comerciales, participación de potencias extra-regionales, mecanismos de construcción de confianza (es decir la política de enmeshment) y la presencia militar estadounidense. Esta gama toma la forma de una enredada maraña de compromisos cruzados que vinculan a las potencias con las políticas de los Estados secundarios. En cierta forma, podríamos entender a la estabilidad como una suerte de externalidad positiva de la maraña arriba descripta. Para Goh las políticas de Balance Complejo y enmeshment crearían estabilidad gracias a la formación de una jerarquía de potencias con la doble función de balancear y, simultáneamente, enredar a China. Esta jerarquía conformaría una pirámide con los EE UU en el ángulo superior, dominando la región. Este rol le correspondería tanto por sus capacidades militares como porque los países del ASEAN lo identifican como a un honest brooker. El peldaño inmediatamente inferior le pertenecería a China. Este segundo lugar, se explicaría debido a la incertidumbre que genera así como también debido a que su relación con los EE UU es la que mayor capacidad de spill-over puede producir. En el tercer lugar entran Japón e India. A pesar de ser la principal economía del Asia Pacífico; Tokio no cuenta con una verdadera independencia en la formulación de su política exterior hacia la región. En cuanto a la India aún no cuenta con los recursos suficientes como para tener mayor protagonismo. Sobre la base de la pirámide se encuentran los países del ASEAN, Australia y Corea del Sur las cuales pueden ser calificadas de potencia medias[9].

En síntesis, parecería que la grand strategy del ASEAN es la respuesta a un doble dilema. El primer dilema es ¿Cómo salvaguardarme de un coloso (el que tengo cerca) sin que me domine pero sin tener que marginarlo? Y el segundo dilema consiste en ¿Cómo retener a el otro coloso (el que esta lejos) sin que me domine pero tampoco sin que se retire? Las políticas de enmeshment y de Balance Complejo producen estabilidad gracias a que logran retener a los EE UU e implicar/enredar a China en los intereses de la región sin que ninguno de los dos pueda dominar.



[1] Joakim Öjendal “Back to the future? Regionalism in South-East Asia under unilateral pressuer.”International Affairs 80. 3 2004
[2] Según Amitav Acharya el confucionismo solo se expandió hacia Vietnam y más conveniente sería recordar que las ideas provenientes de Inda fueron más influyentes. Para muchos historiadores la idea de un imperio benigno no es nueva ni tampoco cierta.
[3] Michael Klare “Guerra por los recursos. El futuro escenario del conflicto global.” Editorial Urano Tendencias 2003.
[4] Evelyn Goh “Great powers and hierarchical order in Southeast Asia” International Security vol. 32, N 3, winter 2007/2008.
[5] Idém.
[6] Chong-Pin Lin “Beijing’s new grand strategy: an Offensive with Extra-Military Instruments”China Brief volume VI, Issue 24, The Jamestown Foundation ,Diciembre 2006.
[7] Amitav Acharya “Will Asia’s past be It’s future?” International Security, Vol 28, N 3, Winter 2003/2004.
[8] Evelyn Goh “Great powers and hierarchical order in Southeast Asia” International Security Vol. 32, N 3, winter 2007/2008.

[9]Idem.