martes, 26 de agosto de 2008

Rusia se queda.

El pasado 25 de agosto, el parlamento ruso reconoció la independencia de Abjazia y Osetia del Sur, cuando todavía sus tropas no se habían retirado de Georgia. La declaración, como era de esperarse, causo estupor y rechazo en Occidente desde donde se sostiene que la integridad territorial de Georgia no debe ser alterada. El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy en su calidad de presidente temporal de la UE, convoco a una reunión-cumbre para el 1° de septiembre para definir una política común frente a Rusia.
La Canciller alemana Angela Merkel pidió “unidad de la UE frente a Rusia” y también ratificó el compromiso de la UE con la integridad territorial de Georgia. Sin embargo, esta preocupación muy dificilmente sobrepase la vía diplomática-simbólica y de ninguna manera pasara a un compromiso más profundo. Como evidencia tan solo basta con recordar la Cumbre de la OTAN en Bucarest del año pasado. En ese entonces, Georgia y Ucrania pidieron ser aceptadas en la Alianza. Pero, a pesar de la importancia que Occidente le confiere al BTC, el ingreso de Georgia fue vetado, principalmente por los europeos que tenían provocar a Rusia. Poniendo en evidencia hasta donde llega el compromiso de los europeos.
Seguramente la Cumbre de la UE del 1° de Septiembre concluya con rimbombantes declaraciones a favor de Georgia y su integridad territorial (a esta altura, ilusoria), pero no procederán más allá de lo simbólico.

Durante mucho tiempo, Georgia expreso sus fundamentadas preocupaciones por la injerencia rusa en Abjazia y Osetia del Sur. En reiteradas oportunidades, pudo demostrar los vínculos entre Moscú y los grupos separatistas. De hecho, todos en Occidente sabían que Rusia estaba muy interesada en desmembrar a Georgia y engullirse parte de su territorio. Tbilisi no ejercía su soberanía ni en Abjazia ni en Osetia del Sur desde principios de los 90 cuando sus tropas fueron derrotadas por los separatistas. Sin embargo, estos últimos no pudieron trasladar su victoria militar a una victoria política ya que nadie en con una silla en la ONU les reconoció su independencia, a pesar que de facto lo eran.
Recuperar la soberanía efectiva sobre las dos regiones tiene para Georgia 3 fundamentos. En primer lugar; pasa por un plano nacionalista. Como cualquier otro Estado-Nación su identidad pasa también por su territorialidad. En segundo lugar, hay una plano de seguridad nacional, es decir, estas regiones actuarían como un buffer zone frente a Rusia. Y en tercer lugar, la viabilidad económica de Georgia, pasa en gran medida, por la seguridad que le pueda ofrecer al oleoducto BTC, si el oleoducto tiene que ser cerrado por razones de seguridad (como sucedió recientemente) Georgia pierde ingresos por derecho de paso. Los separatistas saben muy bien que de tener que negociar con Tbilisi, su mejor carta, es su promesa de no atacar al oleoducto.

A pesar de los esfuerzos (diplomáticos) de Occidente, será muy difícil retrotraer la situación al 7 de agosto del 2008. Muchos analistas consideran que la independencia de Osetia del Sur es ya casi un hecho y que pregunta pasa por cuando será absorbida por Rusia. De suceder así, estaríamos frente a la primera reestructuración de las fronteras a favor de Moscú desde la caída de la URSS. Este hecho, no debería sorprendernos ya que está explicito en los lineamientos estratégicos de Moscú, inclusive, durante la era Yelstin. ¡Fue en 1993 cuando se dio a conocer el concepto de extranjero-próximo ... mucho antes de la empoderada Rusia de Putin!

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